opinión

El miedo a la libertad en tiempos del coronavirus

  • El autor reflexiona sobre si la declaración del estado de alarma era necesaria y ajustada a la crisis sanitaria

El abogado Alfonso Martínez del Hoyo.

El abogado Alfonso Martínez del Hoyo. / M. G.

¿Era la declaración del estado de alarma correcta y ajustada a la crisis del corona virus? ¿Las medidas adoptadas responden a la configuración legal de la figura? ¿O la excede y estamos incursos en un estado de excepción encubierto…?

Creo que en este momento eso no importa demasiado porque esta pandemia nos sitúa en la pura incertidumbre: no sabemos dónde estamos ni dónde vamos a estar en los próximos tiempos; ni en lo sanitario, ni en lo económico.

El confinamiento necesario para combatir al virus ha descorrido un velo que hace ahora bien visible la situación de desigualdad estructural entre individuos que lamentablemente caracteriza a las sociedades actuales, en España y en el mundo.

Este confinamiento no afecta a todos por igual. No es lo mismo para quienes tenemos trabajos intelectuales y mejores salarios o una situación económica saneada, que incluso seguimos produciendo desde casa y dispondremos de recursos para superar esta situación cuando llegue el momento…, que para quienes de un día para otro han perdido sus empleos precarios con sueldos de subsistencia y no disponen de ahorro.

Las esenciales víctimas sanitarias de la epidemia son los mayores, pero las del confinamiento y la paralización económica son mayormente los jóvenes activos, empleados o en busca de primer empleo, los jóvenes emprendedores o autónomos y, entre ellos, los profesionales de la abogacía que hoy están en formación, o en primera fase de instalación: ellos son el eslabón más débil de la cadena en los despachos. Quiero expresar mi solidaridad y afecto hacia todos ellos.

Además de combatir contra el virus, los poderes públicos deben empezar desde ya a trabajar para sentar las bases de un nuevo orden social, más justo y más igualitario. Pero no por conveniencia o como opción ideológica o política, sino por pura necesidad: como requisito para la propia convivencia en paz.

Esta pandemia, nos dicen, no será la última; el cambio climático, lo sabemos, es ya una realidad que convertirá con más frecuencia cada vez lo excepcional y catastrófico en cíclico y habitual. En ese panorama que nos viene debemos prepararnos para, sin atender a los voceros del miedo –el miedo inducido a los individuos ha sido y es un poderoso factor para el condicionamiento de las sociedades-, movilizarnos como ciudadanos y velar por esas libertades y derechos que tanto costó alcanzar, dramáticamente más tarde en España.

Observo entre los jóvenes, pero no sólo en ellos, una peligrosa ensoñación: la de que el Estado de Derecho y las instituciones democráticas siempre estuvieron y siempre van a estar ahí. Y no. El equilibrio del entramado institucional que sostiene nuestra convivencia bajo el imperio de la ley es, en realidad, delicado y frágil. Pero esos derechos y libertades que tan ingenuamente se dan por descontados dependen, en realidad, de la fortaleza y buen funcionamiento de ese complejo entramado institucional.

La libertad peligra por el miedo. El miedo atenaza nuestros sentidos y es capaz de desatar lo peor de cada individuo. Desde el miedo, los seres humanos -y esto, como especie, ya lo hemos demostrado históricamente- somos muy capaces de decir no a la libertad, abdicar de nuestras responsabilidades individuales y actuar gregariamente.

La libertad nunca acaba de ser. No está jamás terminada. No es algo que un día algún visionario dejó definido y ahí ya se nos quedó, como símbolo de fácil invocación. La libertad es una aspiración permanente. La libertad está siendo. Ahora. En cada momento que un ciudadano se hace consciente de ella, la valora íntimamente y pone en acto su determinación activa de preservarla: cueste lo que cueste y dispuesto a salir al paso de cuanto haya que salir.

Midámonos. Ahora y en el futuro. Es una llamada a cada uno. Tal vez, el proceso de obligada interiorización y circunspección a que nos obliga el actual confinamiento, de algún modo nos ha de servir para atenderla. El corona virus hoy, ya veremos qué mañana, son la piedra de toque de nuestra determinación y ponen en juego nuestros valores, fundamentados en la democracia y la libertad. 

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