La caja negra

Elías Bendodo, el apóstol andaluz de la pandemia

  • Era el malo de la película de la legislatura, pero en un mes se ha reconvertido. Bendodo pronuncia su plática cada día con las buenas nuevas de las cifras del Sur. 

Elías Bendodo, consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía

Elías Bendodo, consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía / M. G. (Sevilla)

La búsqueda de retransmisiones de misas y cultos se ha disparado un 325%. Muchos restaurantes te llevan el menú a casa. Y los curas se han puesto las pilas y ofician una misa que usted puede seguir desde el salón, la cocina o la que muchos denominan salita. Que no falten los alimentos para el cuerpo ni las viandas para el espíritu. No hay día sin plática desde cientos de templos de España, como no lo hay desde el Palacio de San Telmo, que tiene una preciosa capilla con la Virgen del Buen Aire, pero donde la ceremonia de cada día se oficia en la sala de prensa. El sumo sacerdote es el portavoz Elías Bendodo, el antiguo malo del Gobierno. ¿Recuerdan que el bueno era Juanma Moreno, el que hace gimnasia, y el feo era y sigue siendo Juan Marín, el que hace torrijas? Era los papeles de la película del comienzo de la legislatura, producida por Cinco Llagas Films.

Pero como todo ha cambiado y nada será igual, nuestro Elías ha dejado de ser el malo, el malísimo que mereció el calificativo del Richelieu venido de Málaga. Bendodo ha desistido de buscar cajas fuertes con papeles del antiguo régimen, se ha olvidado de las vacunas de la gripe y ya no es el rastreator de las miserias del pasado. Se acabó, que diría María Jiménez. Cautiva y desarmada la oposición socialista, menos Pepe Fiscal que aparece de vez en cuando por skype en La Nuestra, o Jiménez Barrios, que apura algún minutillo con esa estética evocadora de un procurador en Cortés, Bendodo se ha entregado a anunciar la buena nueva de la pandemia en Andalucía.

El 30 de marzo alcanzamos el pico y desde entonces no hemos hecho más que mejorar. Bendodo tose cada tres minutos. Bebe agua, deja ver el reloj de esfera grande y luce un terno azul que si estuviera en el El Corte Inglés darían ganas de preguntarle dónde se pueden encontrar los dichosos filtros de la máquina de café. Este consejero de Presidencia se ha suavizado después de meses de ser la bestia negra del socialismo andaluz. ¡Quién lo diría! No es mi Elías que me lo han cambiado. Está a punto de que le hagan una estatua de piedra artificial, al estilo de las originales de Susillo, y la coloquen en la crestería del Palacio de San Telmo junto a Mañara, Mesa, Daoíz, Murillo, Velázquez, Fray Bartolomé de las Casas y otros ilustres. Por cierto, que la Junta podría retirar las figuras originales y colocarlas en los jardines del palacio, donde estarían mucho más protegidas. Podría encargar las correspondientes réplicas en bronce y no esa piedra artifical que revela la tiesura que había en la época. Tiempo habrá para que el Gobierno del Cambio las cambie.

Elías Bendodo en su despacho con sus colaboradores Elías Bendodo en su despacho con sus colaboradores

Elías Bendodo en su despacho con sus colaboradores / M. G. (Sevilla)

Bendodo pronuncia su plática a la hora del aperitivo. Un día le da paso al vicepresidente Marín (el de La Guita), otro a monseñor Aguirre ("a nivel de clínica", "a nivel de UCI", etcétera) y ayer a la muy desconocida consejera de Empleo, Rocío Blanco. Habla la consejera y los andaluces se sienten como en la tutoría de sus hijos en el colegio. Podría preguntar el CIS de Tezanos si es más conocida en Andalucía la ministra de Turismo o la consejera de Empleo. ¿Saben que teníamos un ministra de Turismo, señora Maroto, que a este paso se va a quedar sin trabajo por falta de turistas? Al revés que el ministro de Sanidad, el de las gafas de pasta, que llegó al gabinete para dialogar con los catalanes y se está hartado de hablar con su compañeros de Interior, la Policía, la Guardia Civil y el Samu. No querías caldo de la política, dos tazas. El mío con ramita de yerbabuena.

Pero ninguno de los nombrados le hace sombra a este Elías ya reconvertido, apóstol principal de los chicos que forman el partido apócrifo de JuntsxMálaga. Juanma propone y Elías impone. Impone tela de respeto a muchos que no tosen ni cuando él tose. Y eso a pesar de que ya es Elías el bueno, como Guzmán. Como explica Elías la teoría de la anticipación al virus no lo hace nadie en la Junta. Como cuenta Elías las camas a disposición de las urgencias clínica no lo hace nadie. Y como dice las verdades del barquero al aludir al "futuro incierto" y a la posibilidad de un rebrote en octubre, nadie, pero nadie. ¿Y qué me dicen de cómo precisa cuántos respiradores se quedan reservados en el "corazón de Andalucía" que es Antequera, la ciudad que tiene Parador pero reformado según los horrorosos criterios minimalistas?

Curtido en la listeriosis del verano en que vacacionamos peligrosamente, Elías está entrenado en epidemias. Igualito este Elías, santo sin cofradía, que los señores de la Moncloa que parecen a veces que están participando en una rueda de reconocimiento de detenidos, o que el tío de la coleta y de la chaqueta en la que caben tres, el mismo que ayer se metió en un jardín al aludir al suyo.

Los españoles ya tenemos un curso hecho en pláticas, sermones y homilías de políticos antes de comer y a la hora de la merienda. Doble sesión de telenovela de pandemia. Conviene que todos aprendan a abreviar, como cada vez hace más Elías. Como tenemos hecho un máster de la decoración de las casas gracias a las conexiones que sustituyen a la presencia en el pláto. ¿Se han fijado en los empapelados, las lámparas y las fotografías que se ven en los hogares de la clase dirigente y de los opinadores de guardia? Todavía hay cuadros de la caza del ciervo en lagunas estancias y hermosas fotos en blanco y negro de hijos y primos, amén por supuesto de las banderas oficiales y de las bibliotecas de rigor. Hay uno que exhibe muy orgulloso las lámparas de la suegra. No sabe uno lo que cuesta una lámpara hasta que pregunta precios.Y en estos días de televisión y ordenador portátil incluyan ya el término "desescalada" en el vocabulario de la pandemia. Usted habla de la necesidad de "poner en valor" la labor de los sanitarios y las medidas del Ejecutivo en tiempos de la "desescalada" y queda estupendamente. No se le ocurra plantear la necesidad de valorar cada día más el trabajo de los médicos ni la reducción del número de infectados. No, no, no. Hay que hablar con barroquismo. En sus videollamadas use con frecuencia el término "desescalada" y después búsquelo en el diccionario. A ver qué ocurre.

En Madrid afean al presidente del Gobierno que no luzca corbata de luto. Y sí lo hizo tras el atentado del Bataclán. La política es como la vida: teatro, puro teatro. La única gran verdad son los muertos. Llevamos casi 19.000. Unos difuntos a los que no sigue un cortejo de plañideras, sino una crisis económica que dejará otro tipo de heridos y finados. En Cataluña aparece el coche de una ginecóloga con una pintada: "Rata contagiosa". No conocemos ningún médico que sea un roedor, sino gente que da la cara, con nombre y apellidos y que se juegan su salud y la de los suyos en días en los que otros se quejan por estar en unos hogares donde el consumo de alcohol ha aumentado un 57%. Las ratas viven en las alcantarillas y otros ambientes insalubres. Está claro que hay enfermos del odio que andan sueltos a pesar del confinamiento. Mañana será otro día. Y cada día tiene su plática, su bueno, su malo y su feo.

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