¡Cómo hemos cambiado!

Hasta la Giralda está más blanca, libre por fin del pijama de los andamios que ha lucido tantos días como una confinada más

La Giralda luce más tras la restauración de varias caras y libre ya de andamios
La Giralda luce más tras la restauración de varias caras y libre ya de andamios / José Ángel García

Sevilla/Durante esta pandemia hemos descubierto muchas cosas de la ciudad que ignorábamos. La soledad urbana, el vacío de fiestas, los paseos apresurados para servicios esenciales, las fachadas que nunca mirábamos por el ajetreo de la vida cotidiana, los monumentos sin colas de visitantes, los balcones que jamás usábamos salvo para comprobar si llovía o acaso para contemplar el paso de una cofradía. Además todos hemos cambiado.

Nos hemos redescubierto a nosotros mismos. En el carácter, en el plano físico y por supuesto en el espiritual. El encierro ha sacado lo mejor y lo peor del ser humano, sólo hay que echarse una mirada en el espejo (que es gratis) y hacer una incursión en la hoguera de las redes sociales, al modo de la Plaza de San Francisco donde antaño se quemaban las brujas. Hoy el odio y la envidia se exhiben en las redes sociales, donde también se ajustan las cuentas. Es curioso, pero el personal no se tapa y da rienda suelta a sus más bajos instintos. Y luego todo queda escrito (verba volant, scripta manent), pasan los días y nos tenemos que ver de nuevo las caras.

Otros detalles de la torre
Otros detalles de la torre / José Ángel García

Todos hemos evolucionado o involucionado. Hemos descubierto una ciudad nueva y hemos reconocido rasgos de irritabilidad en personas serenas y de mansedumbre en quienes esperábamos ver convertidos en un manojo de nervios. Las personas mayores han tendido a perder kilos, mientras que los cuarentañeros los han cogido. ¿Se han dado cuenta? La causa no la sabemos, pues en realidad seguimos sin saber casi nada sobre el bicho que nos ha traído locos. Ni hay antiviral, ni hay vacuna. Dijo ayer el presidente Sánchez, que no ha cambiado en nada y que para mal sigue siendo el mismo, que esperemos que la ciencia nos proporcione “una alegría”. Claro, probablemente ya nos la hubiera dado si los grandes partidos no la hubieran arrinconado tras la crisis de 2008.

Volvamos a nuestras calles. Ha cambiado hasta la Giralda, más blanca, más pulcra, con un hermoso contraste entre la tonalidad de sus materiales, entre la piedra y la balaustrada a la que, por ejemplo, se asomó el papa Juan Pablo II en el 93. “Sevillanos sois fuertes en la fe”.

Una de las azucenas características de la parte superior
Una de las azucenas características de la parte superior / José Ángel García

Ahora redescubres un alminar libre de andamios, como si la torre también hubiera salido de su particular confinamiento, hubiera dejado de estar todo el día en pijama creyendo que sólo era mirada por los pavos del Alcázar. Todavía no han terminado las obras de restauración en todas las caras, pero las fachadas hacia la plaza están blanqueadas y listas para ser fotografiadas por los turistas que esperamos con ansiedad porque nos va la vida y la hacienda en ello, ¿verdad Antonio Muñoz?. Mi concejal de Hábitat Urbano está que no para de mirar si vienen ya los aviones cargados de visitantes con las botellitas de agua y los Ave de madrileños a la búsqueda de esos establecimientos que ahora ponen “vinos y tapas” y en cuyas paredes hay cabezas de toro de diseño.

Sin archivo en el Palacio Arzobispal

Hoy lunes volveremos a las barras de los bares, todavía con algunas restricciones, pero volveremos. Esta nueva ciudad reaparece sin procesión del Corpus, sin octava ni bailes de seises en la Catedral y hasta sin archivo para los investigadores que acudían cada día al Palacio Arzobispal. De la Catedral dependen la Institución Colombina y el Archivo (que está instalado en en Palacio). En la Colombina es raro contemplar la entrada de alguien, por lo que su cierre apenas se nota, pero el Archivo está siempre a tope. Investigadores como Ollero, Pérez-Embid y Falcón no pueden trabajar estos días por efectos del Erte. Además, todos los genealogistas y los investigadores de la historia de las cofradías también se han quedado parados. Y lo peor es que de momento no se sabe cuándo será la reapertura. La legislación vigente obliga a los archivos a medidas tan extremas que nadie puede trabajar. Como los damnificados no son miles en este caso, los fastidiados no tienen más remedio que aguantarse hasta nueva orden.

"Tienes que..."

¡A la playa todo el mundo! No es tiempo para investigar, sino para parlar sobre la necesidad de recuperar la calidad de vida, soportar a quienes te preguntan cómo organizarás el verano y, por supuesto, aguantar los comentarios sobre el peso, la caída del pelo y otras valoraciones que no has requerido pero que amable y diligentemente te ofrecen siempre algunos terceros.

En el grado de impertinencia y en el intento de llevarle la vida al prójimo no hemos cambiado nada. Acaso hemos acentuado los caracteres. La Giralda puede ser tratada, limpiada y consolidada, pero hay formas de ser imposibles de ser matizadas. Se reencuentra usted con los afines, conocidos y parientes y ha de soportar un curioso y revelador lenguaje exhortativo basado en el “tienes que”. Tendrá que soportarlo en distintas modalidades. “Tienes que adelgazar, que te has puesto como el alcalde de Cádiz”. “Tienes que descansar unos días”. “Tienes que tomar el sol, que estás muy blanco”. “Tienes que ir a la playa”. Y la peor de todas: “Tienes que relajarte”.

En todos esos casos es mejor mirar hacia arriba. Y darte cuenta de cuánto ha cambiado la Giralda, señal del tiempo que has estado sin pasar junto a ella. El alminar es como el niño que has dejado de ver varios meses y de pronto te das cuenta de que ha crecido una cuarta. Y que eres tú el que está más viejo. “Sí, tengo que adelgazar”. Y caes en la trampa.

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