La hora de los sevillanos

Si dicen que comienza la desglobalización, tal vez recuperemos el centro de la ciudad, los veladores retornen a la Campana y los bares vuelvan a cuidar al cliente local por pura necesidad

El fotoperiodista Juan Carlos Vazquez trabaja junto a la portada de Feria
El fotoperiodista Juan Carlos Vazquez trabaja junto a la portada de Feria / M. G.

Sevilla/La ciudad está en calma. Hay dos pruebas irrefutables. El Ayuntamiento mueve la festividad de San Fernando a septiembre tras una reunión virtual de la junta de portavoces de los grupos políticos que habrá de ratificar el Pleno. Y el Consejo de Cofradías acordó renovar el nombramiento de Cuesta (Julio) como pregonero de 2021 tras la correspondiente sesión on line. El estado del bienestar local está salvado. Nadie se quejará, por cierto, de la enésima mudanza de San Fernando, al que a veces hasta le privan del carácter festivo de su día, que de todo ha ocurrido. El Santo Rey importa menos que los puestos de turrones de la Feria, que si no se montan no pasa absolutamente nada. Dice muy poco bueno de los sevillanos la ignorancia supina sobre la importancia y trascendencia de Fernando III el Santo para con la historia de esta ciudad. Y prueba de ello es el continuo juego con su festividad, considerada de quita y pon.

Será difícil que haya Feria a final de verano, pero la autoridad de momento se empeña, o quiere que no perdamos la ilusión. Los gobernantes confían mucho en el pan y circo, pero la estela de crisis económica y emocional que dejarán estos días no augura una recuperación anímica y del bolsillo en tan poco tiempo. Todo no puede estar forzado por la economía. Las fiestas mayores no se concibieron para aumentar el PIB, distinto es que tengan ese efecto beneficioso. Alargamos la Feria para complacer el turismo. Pero el turismo se ha derrumbado. El internacional tardará en regresar. Y confiemos en que el retorno de los visitantes nacionales sea rápido. ¿Qué hacemos ahora en un mundo en crisis con una Feria con dos fines de semana en la que difícilmente ya se llenaban los últimos días?

Tampoco podemos organizar una procesión magna para salvar a los bares, como se ha llegado a decir. La hiperdependencia del sector servicios y de las fiestas nos lleva a pervertir los esquemas. Caemos en el error una y otra vez. Serán los bares los que tendrán que reinventarse, serán los gestores de los apartamentos los que tendrán que diseñar nuevas fórmulas para hacer rentable tanto piso vacío, serán los hoteles los que tendrán que organizar nuevas vías de captación, sobre todo de viajeros españoles; serán las autoridades las que tendrán que hacer más atractivo el otoño sevillano, como en su día se apostaron por fórmulas para atraer turistas en pleno agosto. Pero dejen en su sitio y en paz las fiestas mayores.

Esta semana hemos presenciado en plena calle la conversación entre el dueño de un bar y un cliente habitual. El hostelero se lamentaba de falta de fondos para pagar el alquiler. Y el parroquiano le recitaba la lección primera del manual: “Si no hay caracoles, tendrás que reinvertarte”. No podemos montar una Semana Santa cada que vez haya una crisis, por mucho que las procesiones aseguren la clientela de los bares. No podemos alargar la Feria para los señores de las multinacionales de los hoteles porque luego ocurren los problemas y somos los sevillanos los que tenemos que apechugar con ocho días de fiesta.

Recuerdo el dueño de un bar de la calle Cuna que en los años noventa mandaba después de Semana Santa un sobre con un donativo a las hermandades que pasaban por delante de su negocio. Era una forma de reconocer cuánto le debía a esas cofradías. Ahora hay quienes incautamente quieren forzar las cosas en nombre de la economía. ¿Recuerdan lo que hacían las hermandades en tiempos de tiesura? Se fusionaban para subsistir. Es decir, se reinventaban. Pues eso le tocará a los miles de bares que hay en la ciudad esperando a que se levante la barrera del confinamiento, al menos los que lleguen vivos a ese día. Veremos cuántas persianas siguen echadas cuando acabe el estado de alarma.

Tal vez muchos bares tengan que mirar más por el cliente local que por los extranjeros de cruasán y paella. Quizás se recupere el cliente de barra en muchísimos establecimientos del centro (caso de la calle Mateos Gago al completo) de donde fue expulsado en favor de turistas con la piel de salmonete en los veladores yantando paella y el “surtido de tapas” a las siete y media de la tarde.

¿Cuándo volverán las colas del Alcázar? Puede ser el momento en que los sevillanos recuperen el primer edificio monumental y civil de la ciudad, donde se le quitaban a uno las ganas de entrar al ver que la cola bordeaba la muralla hasta cruzar la Plaza de la Alianza y se metía hasta en los veladores (que perdimos). ¿Y qué me dicen de Fibes y de la “vibrante atmósfera de plata” que recreó Vázquez Consuegra en el auditorio principal? Lleva camino de ser el nuevo estadio olímpico de la ciudad, donde habrá que pensar en llevar a los cofrades, los rocieros o apilar la de veladores que van a sobrar.

La portada de Feria de 2020 se ha quedado a medio montar
La portada de Feria de 2020 se ha quedado a medio montar / Juan Carlos Vázquez

Decía Felipe González que en tiempos de crisis había que apostar por la “militancia, militancia y militancia”. Pues nosotros a apostar por los sevillanos, dicho sea tres veces, como hacía el paisano FG. Estábamos antes de ayer llevando a Obama de tapas por la Plaza de San Pedro y preparando la normativa autonómica de regulación de los apartamentos para que los turistas puedan colgar los calzoncillos en el balcón, cuando nos encontramos con que todo se ha esfumado y no hay horizonte de volver a ser lo que fuimos: unos catetos encantados de hincar la rodilla y entregarle las llaves del centro al todopoderoso turista.

Quizás los sevillanos se reencuentren con el centro después de este período de confinamiento. Vuelvan a poblar sus calles y se genere una oferta adecuada para ellos sin tanto café en vaso grande ni tanta zanahoria rallada. Hemos sacrificado demasiado en el altar del turismo. Y por pura necesidad puede que los lugareños recuperen su lugar.

Si toda crisis es una oportunidad, esperemos que los comercios y los bares se centren ahora en quienes nunca debieron dejar de mirar. Primero nos hurtaron el casco histórico con unos accesos cada vez más difíciles. Y después nos obligaron a acudir a los centro comerciales, ejemplos de desarraigo. Si hemos entrado en la era de la desglobalización a lo mejor vuelven la Feria a su medida, los veladores a la Campana, un bar como Dios manda en la Punta del Diamante y cafeterías donde organizar tertulias. Será un planteamiento rancio, pero por esas cosas, entre muchas otras, nos hicimos famosos. No por los cruasanes ni por renunciar a tatas barras a la misma vera de la Giralda. Más cruzcampo y menos Sprtiz. Qué catetos somos teniéndolo tó.

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