Todos pendientes del Remdesivir

Pedro Duque es un ministro risueño en la España de las farmacias sin mascarillas y de la Sevilla que todavía debate sobre las fiestas mayores

La calle Mateos Gago vacía de público
La calle Mateos Gago vacía de público / Juan Carlos Vázquez

Sevilla/El laboratorio Gilead se dispara en la bolsa por el supuesto éxito de su fármaco contra el coronavirus. Tienen el aval de la Facultad de Medicina de Chicago. No son los chinos, que nos han demostrado sobradamente que son poco fiables. ¿Recuerdan cuando en enero veíamos las calles de China despobladas, los tíos limpiando a tutiplén y unas cifras de muertos muy baja? Nada cuadraba, ni sigue sin cuadrar. La transparencia en el país asiático es un quimera. Y veremos si los americanos han acertado y, si es así, se aceleran los permisos para que todos los laboratorios puedan producir y comercializar el fármaco. Por el momento hay que probar que el Remdesivir, que así se llama el antiviral que suena a promotora de pisos construidos a la mitad y abandonados, no provoque efectos secundarios severos.

Las secciones de Negocio de los medios de comunicación ya se han hecho eco del hallazgo. Mientras, en España asistimos a la gran chapuza de las mascarillas. Han pasado nada menos que 34 jornadas de confinamiento y sigue sin haber mascarillas en las farmacias. Y no se trata de boticas de aldeas alejadas del área metropolitana. No hay mascarillas en las farmacias de las capitales. En el mejor de los casos te ofrecen apuntarte a una lista de espera, como para pedir mesa en un restaurante de moda. Mientras, el ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, reconoce que hace quince días se equivocó al proclamar que los españoles estaban en la vanguardia de la búsqueda de la vacuna. Y Luis Enjuanes, el virólogo que es tenido por un tipo especialmente serio en los ámbitos científicos, dice algo muy sensato. Que no se olviden las investigaciones científicas cuando se haya superado esta crisis. El ministro, por cierto, habla de “probetas”. Hay quien suspira al oírlo y se pregunta si este Duque se quedó en la fase de jugar al Quimicefa en la mañana de un 6 de enero y no dio paso nunca a la Microbiología.

¿Seremos capaces de proteger la investigación científica de excelencia durante algo más que una legislatura? Para esto sí que sería interesante un pacto de la Moncloa, del Palace, de Casa Manolo o de como quieran llamarlo. Mientras se prueba el Remdesivir, el debate local sigue centrado en la Feria y en el verano. Hay quien nos incluye entre los cardenales de la contrición por no apoyar la celebración de la fiesta en septiembre, expresión que nos encanta y que haremos nuestra para futuras situaciones. No hay nada como una crítica original en la sociedad de la crispación donde las redes sociales son puertas traseras de los retretes de la extinta y añorada EGB. La Feria, por cierto, luce todavía muchos esqueletos de tubos. Hay pocas pañoletas puestas, entre ellas se puede ver la de Los Amorosos, de la Hermandad del Amor. Pocos toldos al completo y una portada que se ha quedado como una metáfora de la ciudad inacabada. La calle sigue sin un atisbo de alegría. Hay cajeras que se quejan con razón de clientes que compran chorradas. La mayoría de los taxistas lucen ya las mascarillas. Hay gente, por cierto, que se deja la nariz fuera de la mascarilla, curiosa modalidad de uso. Es un placer circular por la calle Águilas, o subir y bajar del Aljarafe. Los aplazamientos de boda se suceden. Todas las de mayo y junio se han pasado a septiembre. Y veremos…

El Ayuntamiento es un páramo. Hay concejales a los que no vemos desde hace meses. Algunos tampoco es que se les viera mucho en los años sin coronavirus. Tampoco se les echa de menos. En todos los grupos políticos hay parásitos. Y parásitas. Si las búsquedas de misas se han disparado por Google, leemos que las de las clases de zumba también. Las tienen incluso al ritmo del Resistiré interpretado por los 30 artistas que han donado sus derechos para Cáritas, la ONG de la Iglesia con mayor prestigio social. Al presidente del Gobierno le critican el uso del lenguaje bélico, pero en esta ocasión, sin que sirva de precedente, al muy marquetiniano jefe del Ejecutivo no le falta razón. Confinados, con bares y las iglesias cerrados, sin un alma en la calle durante muchas horas, con los militares desplegados, los médicos trabajando a destajo y cientos de muertos al día, ¿quién le discute a nadie el uso del lenguaje bélico? Distinta es la reiteración excesiva o la insoportable duración de las comparecencias.

Monseñor Asenjo descarta la procesión del Jueves de Corpus, mientras algunos todavía sueñan con disfrutar de un verano como siempre. ¿Llenamos o no la piscina? Inocencia se llama. Muchos sueñan con la cerveza de grifo, pese al repunte que experimentó el botellín en los últimos años. Incluso hay quienes se preguntan qué será de los barriles que se quedaron a la mitad en las tabernas. El socialista Jiménez Barrio reprocha al Gobierno de Juanma Moreno que nos cuente cada tornillo que aprieta del respirador que se fabrica en Andalucía. Nunca el PSOE andaluz, otrora poderosa maquinaria, ha tenido menos fuerza que en esta crisis. La formación política sigue desnortada, perdida y sin hallar una senda de crecimiento. En San Telmo deben estar encantados. Así no extraña que algunos se afanen en hacer torrijas. Pedro Duque es un ministro risueño. Los farmacéuticos ofrecen charla al primer cliente que llega en las tardes de penumbra.

La calle Águilas se se ensancha cuando no hay coches ni peatones. Las banderas del Ateneo, de la Universidad y del Real Círculo de Labradores están a media asta. Los cardenales de la contrición preparan sus nuevas crónicas. España es un gran Viernes Santo con farmacias sin mascarillas. A este paso llegará antes el dichoso Remdesivir. Sevilla es una ciudad que duerme su primavera con una cifra de fallecidos por fortuna muy baja. Será la fuerza del Sur, será nuestro estilo de vida o será, quién sabe, que no sabemos ni contar los muertos.

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