Nuria Barrera

La novia del azul

  • Esta pintora carmonense vive un momento de esplendor y gran producción como cartelista. Huele a Quizás de Loewe, se levanta en plena noche para anotar en el cuaderno de bocetos y en los actos sociales solo bebe Cruzcampo. ¿Quién se atreve a pintar al Cachorro de color azul y salir triunfante del encargo? Su obra vertebra Andalucía y se expande ya por toda España

Nuria Barrera

Nuria Barrera / Rosell (Sevilla)

UN matrimonio sevillano que reside en Dubai quiere un cuadro de la playa gaditana donde veranea, paisaje inconfundible con el faro de Trafalgar al fondo. Él se baña en las aguas con el pequeño mientras ella pasea por la orilla. Una sevillana que vive en Londres desea un óleo con la fuente del Real Alcázar donde su marido le pidió matrimonio. Otro sevillano en la diáspora necesita ver cada día la Giralda y contacta con la pintora para que le haga la perspectiva del alminar que le resulta más evocadora. Si a Dios se llega por el amor, con la pintura se alcanza la memoria más dulce, la que está limpia de aristas, la más enriquecedora. Nadie encarga un cuadro para ser más infeliz, sino para revivir los mejores momentos, los hitos de la vida que merecen ser enmarcados.

Amalio era el pintor de la Giralda. Nuria Barrera (Carmona, Sevilla, 1972) es la novia del color azul. Todo es azul para ella, hasta el Cachorro cuando realizó el que para muchos es el mejor cartel de su carrera. Porque esta artista alcanza su mayor notoriedad con la cartelería, aunque esta faceta no ocupe su mayor producción, pero sí la que obtiene mayor eco. La verdad es que tiene pendiente hacer el máster sobre cómo decir que no. ¿Defecto o virtud? En Sevilla no saber decir que no es un peligro, sobre todo cuando se corre la voz de que una está dispuesta a pintar carteles y otros a dar conferencias o recitar pregones. Como le cuesta un mundo dar nones, procura satisfacer todos los pedidos de hermandades y entidades. Se ajusta a los deseos de quien encarga una obra y, lo que es muy importante, se amolda al presupuesto. No le pesa pintar más, más bien se relaja pintando, que es mucho mejor que relajarse fregando, que decía en tiempos la Pantoja.

Cuando tiene un encargo sacro, lo primero que hace es pintar una cruz a lápiz y encomendarse a la imagen titular de la cofradía de turno. Sobre la cruz nace la obra. Al contrario que la mayoría de los artistas, esta carmonense es disciplinada al cumplir la fecha de entrega de las obras, ora en Ronda, ora en Jerez de los Caballeros, ora en Málaga, ora en Morón de la Frontera. La Barrera vertebra Andalucía recorriendo los pueblos donde va dejando sus carteles o portadas de boletines. Cristos, Vírgenes, pasos en la calle, nazarenitos, cielos azules, templos de fondo, primeros planos de Dolorosas... Y cada vez con más frecuencia fuera de Andalucía: Madrid, Oviedo, León...Se encuentra en un momento de gran producción sin complejos. Ejerce la docencia con diferentes grupos de muy diversas edades. El mayor tiene 83 años y el menor seis añitos. La clase del grupo de mayores siempre comienza con un café, rito que a la pintora le gusta respetar como una liturgia particular que genera buen ambiente y tal vez sirva para invocar a las musas.

La vida son...

La vida son recuerdos de Carmona, el pueblo de su padre donde ella fue bautizada. Y también es devoción a la Virgen de la Esperanza por la vía de una madre nacida en la calle Feria. En Carmona recarga las pilas del alma, se relaja y disfruta de los recuerdos que saben a zarzaparrilla. Sevilla es para vivir y Carmona para soñar. En Carmona tiene hondo arraigo, con relación fluida desde el alcalde Juan Ávila hasta muchos comerciantes, pasando por muchos cofrades. En la Quinta Angustia se vistió por primera vez de nazareno de negro. La vida es una infancia marcada por ser la mayor de tres hermanas. La vida es entregar once obras en solo dos meses. Soportar las presiones de Fitur, cuando todas las instituciones que le han hecho encargos quieren exhibir los carteles en esta feria internacional.

Para pintar necesita luz y música, preferentemente de cine. ¿Música de Semana Santa? Solo en temporada, como las torrijas. Y en todo caso, marchas clásicas, muy orquestadas, nada de tamborradas. La bata de la artista, blanca y con algunos chorreones, de los que aparecen los menos posibles, aunque ya se sabe que la pintura es como la mar: siempre se cuela... La vida son recuerdos de su maestro en la pintura, Manolín Fernández, vecino de Carmona con más de 90 años. En la Facultad de Bellas Artes la marcaron Carmen Márquez, clave para trabajar la acuarela; Juan Manuel Miñarro, que le enseñó a esculpir, e Ignacio Cortés, fundamental para el dibujo al natural.

Los pintores sufren cuando tienen una idea y les sorprende lejos del caballete. ¿Cuántas veces no se despierta Nuria en plena noche y se tira al cuaderno de bocetos, coge el lápiz Faber-Castell y plasma lo que literalmente acaba de soñar? Incluso durante el día, se le va la mente durante una conversación y echa mano del teléfono móvil para apuntar una idea.

Tiene tan claro que no le gusta decir que no a un encargo, como que todo trabajo debe estar remunerado. Es uno de los artistas que reivindican que los pedidos se paguen. Distinto es que salga del autor hacer una obra gratis en apoyo de una obra social.

Lo peor de los encargos cofradieros o rocieros no es aguantar a todos los supuestos entendidos en Arte que pululan por las hermandades, sino la necesidad de que el cartel lleve plasmado el título de la hermandad en letras enormes y, por supuesto, el escudo de turno. Hay casos en los que Nuria se enoja bastante.Recibe encargos de carteles hasta de formaciones musicales, como el de la banda de música de la Victoria de León.De acontecimientos como el certamen cofrade en Hellín (Albacete), o de hermandades ciudades lejanas de Sevilla como la del Santo Entierro de Oviedo o la del Cristo de Medinaceli de Madrid.

La pintora cuida los colores y, cómo no, su propia imagen personal. Siempre huele a Quizás, de Loewe, siempre estudia cómo acudir adecuadamente a todos los actos sociales. Se distingue por el uso de complementos, como el foulard, la bufanda y los guantes. Usa pañuelos en el cuello hasta en las noches de verano para sorpresa de sus amistades. La pintora de los azules más cálidos es muy friolera. Los tacones, siempre de media altura. Más de pulseras que de colgantes. Más de pantalón que de falda. Los anillos, solamente los precisos. Los pendientes, que no sean de gran tamaño. Sus gemas predilectas son el diamante en talla brillante y el zafiro azul. Sigue un criterio muy curioso:la mano derecha siempre la reserva para los oros y la izquierda para la plata.

Es viajera, muy viajera, sobre todo a esos destinos lejos de Sevilla que le permiten descansar, aunque no tengan su bebida favorita: la cerveza Cruzcampo. Nuria es una gran cervecera, sobre todo si está en el Cateca o en el D´Bellota. A partir de las seis de la tarde ya se puede consumir una cerveza. Duerme poco. Se desplaza en una moto, de color azul naturalmente. La anterior se llamaba Lola, era una Scooter vintage. La actual se llama Bimba, una Vespa primavera. Cuida de una perrita llamada Frida, una bulldog francesa de tres años. Es negra atigrada, con el pecho y una mano de color blanco. Su nombre es un homenaje a la pintora Frida Kahlo.

Muy hábil y rápida en el dibujo al natural. Es una polvorilla manejando el lápiz y el carboncillo. Dicen que tiene don de gentes. Y que sus carteles saben para muchos como el primer sorbo de una cerveza. Parece que últimamente sigue sin decir que no, pero ya ha aprendido a no responder ciertas llamadas... Contra el vicio de pedir, la virtud de no coger el teléfono. Y mirar el cielo azul.

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