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Handel en Londres | Crítica

Haendel, luz divina

  • Con este libro, Jane Glover sintetiza y pone al día nuestro conocimiento sobre la vida y obra de Haendel

Haendel con el rey Jorge I sobre el Támesis en 1717 (óleo de Édouard Hamman).

Haendel con el rey Jorge I sobre el Támesis en 1717 (óleo de Édouard Hamman). / D. S.

Cuando Haendel llegó a Londres en 1710, la ópera italiana parecía al fin haber empezado a arraigar entre la aristocracia británica, aunque la polémica sobre el idioma en que se presentaban las obras estaba en plena ebullición (y sería recurrente durante décadas). Haendel se encontró además una nación en pleno proceso de cambio dinástico.

En ambos asuntos (la ópera y el cambio de la dinastía), el músico alemán tendría bastante que decir. En el terreno de la ópera convirtiéndose en el auténtico dueño del género en la ciudad durante veinte años. En el de la monarquía, porque cuando viajó a Londres el compositor acababa de ser contratado como maestro de capilla del elector de Hannóver, quien se convertiría en sólo cuatro años en Jorge I de Inglaterra. Las relaciones de Haendel con la familia real británica serían siempre privilegiadas, muy especialmente las que estableció con el príncipe heredero, que acabaría reinando como Jorge II, y su esposa Carolina, con quienes establecería vínculos de auténtica amistad.

Handel en Londres - Glover Handel en Londres - Glover

Handel en Londres - Glover

Son estas las dos columnas esenciales en las que se apoya esta biografía inglesa del Haendel de Jane Glover que acaba de publicar en español la recuperada colección de Musicalia Scherzo y Antonio Machado Libros: por un lado, la actividad pública como compositor del personaje, exhibida principalmente en los teatros de la ciudad; por otro, sus relaciones con la corte y los asuntos de relevancia política que requirieron su participación artística (coronaciones, bodas, funerales, tratados internacionales...).

Es una pena que la biografía de Jonathan Keates (1985, con reedición en 2008) no conozca de una traducción al español, pues se trata de un trabajo espléndido, que abarca además toda la vida del compositor. Habida cuenta de que la biografía de Christopher Hogwood (1984; reedición de 2007), que Alianza Editorial publicó en 1988 hace tiempo que desapareció de su catálogo (aunque se encuentra en librerías de viejo), esta obra de Glover viene a llenar un vacío incomprensible en la divulgación musical en castellano. Incomprensible pues en los últimos 30 años Haendel se ha convertido en compositor de cabecera de los más importantes teatros líricos del mundo, lo que, unido a la popularidad inmarcesible de algunas de sus obras (fundamentalmente, El Mesías), lo hacen uno de los músicos más escuchados y presentes en las programaciones españolas de la actualidad.

Sus análisis musicales no son eruditos, sino descriptivos. Su relato se mueve en el terreno del gran reportaje periodístico.

Como Hogwood, antes de ejercer de biógrafa de Haendel, Jane Glover fue reconocida por su actividad concertística y discográfica. Algunos la recordamos aún, entusiasta y dinámica, en el podio de sus London Mozart Players, con los que visitó frecuentemente España hace más de treinta años, o sonriente en aquellas portadas de sus discos mozartianos para el sello ASV. Como ensayista, Glover es clara, convencional, sensata. Su prosa no busca deslumbrar, sino informar. Sus análisis musicales no son eruditos, sino descriptivos. Su relato se mueve en el terreno del gran reportaje periodístico. Haendel no se caracterizó por exteriorizar ni dar publicidad a su vida íntima. No dejó apenas cartas ni documentos personales. Se agradece que Glover evite convertirse en psicóloga sabelotoda y sobreintepretadora y aún más que no sienta en ningún momento la tentación de vincular su música con sus estados de ánimo vitales.

Jane Glover (Helmsley, 1949) como directora. Jane Glover (Helmsley, 1949) como directora.

Jane Glover (Helmsley, 1949) como directora. / D. S.

Evita también Glover el recurso a Mainwaring (del que tanto abusó Hogwood), primer biógrafo, bastante poco fiable, del músico. No es que no lo cite, pero lo hace con prudencia, y desde luego el dibujo de su personalidad emerge de su actividad pública, de todo aquello de lo que ha quedado constancia. Suficiente para encontrarnos con un Haendel obsesionado con su trabajo, optimista radical, que perseveró siempre, pese a las dificultades, en mantener su actividad de músico y empresario en los teatros disponibles, previsor y minucioso en la planificación de sus temporadas, pero flexible en su desarrollo, siempre atento a los cambios del gusto y a las oportunidades del mercado.

Glover desmenuza también cómo el compositor fue capaz de explotar el talento de sus cantantes, adaptando siempre su música a sus condiciones, para dejar unas cuantas decenas de obras dramáticas (óperas, oratorios) de una calidad media altísima, con al menos una docena absolutamente excepcionales, lo que justifica de largo aplicarle al compositor aquel primer verso al que en 1713 puso música como oda de cumpleaños para la reina Ana: Haendel, “eterna fuente de luz divina”.

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