Mäkelä, el meteoro nórdico

Novedades discográficas | Sibelius de Klaus Mäkelä

El joven Klaus Mäkelä (Helsinki, 1996) se pone al frente de la Orquesta Filarmónica de Oslo para su debut discográfico en Decca con una poderosa integral sinfónica de Sibelius

Klaus Mäkelä (Helsinki, 1996)
Klaus Mäkelä (Helsinki, 1996) / Marco Borggreve

La ficha

SIBELIUS

Jean Sibelius (1865-1957)

Sinfonía nº1 en mi menor Op.39 (1899)

Sinfonía nº2 en re mayor Op.43 (1902)

Sinfonía nº3 en do mayor Op.52 (1907)

Sinfonía nº4 en la menor Op.63 (1911)

Sinfonía nº5 en mi bemol mayor Op.82 (1919)

Sinfonía nº6 en re menor Op.104 (1923)

Sinfonía nº7 en do mayor Op.105 (1924)

Tapiola Op.112 (1926)

Tres fragmentos sinfónicos tardíos (arreglados por Timo Virtanen)

Orquesta Filarmónica de Oslo.

Director: Klaus Mäkelä

Decca

Es el último producto de la gran escuela de directores finlandeses forjada en la Academia Sibelius de Helsinki, de donde salieron también Esa-Pekka Salonen, Okko Kamu, Jukka-Pekka Saraste, Sakari Oramo, Osmo Vänskä, Mikko Franck o Hannu Lintu. Tiene sólo 26 años y dos titularidades ya en su currículo: desde 2020 es Director Principal de la Filarmónica de Oslo y desde la temporada 2022-23 será por cinco años Director Titular de la Orquesta de París, conjunto con el que ya visitó el pasado Festival Internacional de Música y Danza de Granada, donde fue atracción principalísima, pues también se puso al frente de la Orquesta Ciudad de Granada y de la Mahler Chamber Orchestra. Pero además, el joven músico es Director artístico del Festival de Música de Turku y Director invitado principal de la Orquesta Sinfónica de la Radio Sueca. Su nombre: Klaus Mäkelä.

Hijo de músicos, formado como violonchelista y orientado hacia la dirección de orquesta por Jorma Panula, maestro de la mayoría de los directores citados arriba, de Mäkelä empezó a hablarse en serio cuando en 2017, con apenas 21 años, la Orquesta de la Radio Sueca lo vinculó a su estructura artística y, sobre todo, desde su debut con la Filarmónica de Oslo en mayo de 2018 en un concierto vinculado al Día Nacional de Noruega para el que sólo tuvo un día de ensayos. Los profesores del conjunto quedaron tan impresionados que casi inmediatamente se decidió ofrecerle la titularidad a partir de 2020. Pese al riesgo, Mäkelä aceptó.

El centro de aquel concierto fue la 7ª sinfonía de Sibelius, y es con él, el más importante compositor jamás nacido en Finlandia, con quien Mäkelä arranca su carrera fonográfica. Con su primera temporada de titularidad en la capital noruega arrumbada por la pandemia, el joven maestro decidió trabajar intensamente el ciclo de Sibelius. Durante la primavera de 2021 no tocaron otra cosa que no fuera su música: “Tocamos, tocamos, tocamos y luego grabamos. La música de Sibelius, como la de cualquier otro compositor, es un lenguaje que tienes que aprender y las circunstancias en las que grabamos jugaron en realidad a nuestro favor”. Empezar su vinculación a la Filarmónica de Oslo con Sibelius tenía sentido por la gran tradición del conjunto en torno a la música del compositor, quien dirigió a la orquesta justo un siglo atrás, en marzo de 1921.

Sibelius - Klaus Mäkelä
Sibelius - Klaus Mäkelä

Fue Decca la compañía que decidió apostar no sólo por dar al joven prodigio finés la oportunidad de su primer registro, sino por relacionarlo con su marca al ofrecerle un contrato en exclusiva, algo que el sello sólo había hecho con anterioridad con otros dos directores, George Solti en 1948 y Riccardo Chailly en 1978.

Los registros se realizaron en los primeros meses de 2021 en condiciones poco favorables, pues los protocolos sanitarios obligaron a guardar entre los músicos distancias poco compatibles con el trabajo de una orquesta, y sin embargo, los resultados son fastuosos, y lo son por la soberbia transparencia orquestal lograda y por la plasticidad de la batuta, capaz de dar sentido a la colección completa como si realmente fuera una única obra, que se abre torrencial, romántica, luego fluctúa entre el lirismo y la hosquedad hierática para terminar desnuda y concentrada. Este Sibelius puede competir con el de los mejores, llámense Colin Davis (¡que grabó la integral tres veces!), Sir John Barbirolli, Leonard Bernstein, Paavo Berglund (también tres integrales en su haber), Simon Rattle, Osmo Vänskä o Paavo Järvi.

"Podía conseguir que toda una sinfonía sonase como un único gesto, un único aliento"

Para el joven director finlandés, la de su compatriota es una música cercana y natural, con la que ha crecido, pero a la vez está cargada de retos por su personalidad y la fuerte evolución estilística del compositor: “Todo lo que tiene que ver con Sibelius es original. Podía conseguir que toda una sinfonía sonase como un único gesto, un único aliento”, afirma.

Además de las siete sinfonías se ha grabado también el poema sinfónico Tapiola, de 1926, la última obra importante escrita por Sibelius, antes de un silencio de tres décadas, tiempo en el que coqueteó con la idea de una 8ª sinfonía, alguna de cuyas versiones al parecer llegó a enviar a un copista, pero que finalmente acabó destruida intencionadamente por el fuego a mediados de los años 40. Sin embargo, en 2011 se encontraron algunos esbozos de aquel trabajo, en concreto tres breves fragmentos, que Timo Virtanen editó para poder ser interpretados. John Storgårds los había grabado ya con la Orquesta de la BBC de Mánchester. Aquí Mäkelä los ofrece para mostrar la modernidad de un artista maravilloso que en su tiempo tuvo que aguantar desprecios e insultos (“el peor compositor del mundo”) de supuestos vanguardistas hoy perfectamente olvidados. Así que mejor callar sus nombres.

EL ÁLBUM EN SPOTIFY

Siete sinfonías en las que no cabe el mundo

A finales de octubre de 1907 Mahler viajó a Helsinki para dirigir una serie de conciertos sinfónicos. Allí se encontró con Sibelius, quien en conversación personal le mostró su admiración por la construcción de sus sinfonías, en concreto por “la severidad de la forma y la profunda lógica que creaba una conexión interna entre todos los motivos”. Para sorpresa del finlandés, el compositor austriaco le negó esa lectura de su música: “¡No! La sinfonía debe ser como el mundo. Debe abarcarlo todo”. Por más que el propio Sibelius sintiera el género como una especie de revelación íntima (“Una sinfonía no es simplemente una composición en el sentido normal de la palabra. Es más una confesión de fe en diferentes momentos de tu vida”) su obra se aleja del concepto mahleriano y sus sinfonías son ejemplos definitorios de la música absoluta, construidas en función única de la perfecta cohesión de sus parámetros musicales, que además fueron haciéndose cada vez más orgánicos. Las dos primeras sinfonías (1899, 1902) hablan aún el lenguaje del Romanticismo, con rastros de las tradiciones rusa y centroeuropea. La (1907) vira hacia la claridad y la concisión clásicas. La (1911) resulta de una ascética modernidad en la que se coquetea con la atonalidad y la politonalidad. La (1919) puede engañar, pues en sus fuegos de artificio, que parecen vuelta al Romanticismo, se ocultan no pocas sombras. Las texturas de Sibelius han empezado a transformarse. Su culmen son las dos últimas sinfonías: la (1923) conecta con la tercera y recurre a la modalidad; la (1924) es un prodigio de condensación y desnudez.

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