Schengen, un 'candado' de doble llave para cerrar Europa

En 1985 nacía en Schengen, Luxemburgo, un histórico acuerdo para suprimir las fronteras internas entre alemanes, franceses, belgas, holandeses y luxemburgueses.

Fernandoheller/ Dpa

27 de abril 2011 - 16:14

El el 14 de junio de 1985 nacía en el idílico pueblecito de Schengen, en el Gran Ducado de Luxemburgo, un histórico acuerdo ara suprimir las fronteras internas entre sus entonces cinco socios firmantes.

Aunque en principio ese texto estaba destinado a facilitar la libertad de movimientos de los ciudadanos alemanes, franceses, belgas, holandeses y luxemburgueses, ahora aparece como un instrumento que, en lugar de abrir las puertas, podría servir, como quieren Francia e Italia, para sellar las fronteras de la Unión Europea (UE) .

Schengen es uno de los primeros ejemplos de cooperación reforzada en la UE, es decir que fue una iniciativa que salió adelante con solo algunos países europeos, aunque su "corpus" legislativo ya se ha incorporado, como protocolo, a los sucesivos tratados europeos.

¿Quién habría dicho que, casi tres décadas después, varios socios fundadores de la entonces (1957) Comunidad Económica Europea (CEE), querrían volver a instalar las garitas de control, las barreras para impedir el paso y los controles de pasaportes de antaño? Todo para cerrar Europa de forma hermética a los inmigrantes ilegales.

Tras la cumbre franco-italiana de este martes en Roma, ha quedado claro que el problema de la inmigración sigue dividiendo al Viejo Continente y continúa encendiendo los ánimos de sus gobernantes y de sus opiniones públicas. Basta recordar cómo el líder libio Muamar al Gadafi amenazaba hace menos de dos meses con "inundar" a la UE de inmigrantes, si se producía una intervención internacional en su país. El primer ministro italiano,Silvio Berlusconi, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, afirman que su intención es "modificar" y "ajustar" el texto del Acuerdo de Schengen, con el apoyo de último momento de Alemania.

Pero, ¿qué se esconde detrás de los eufemismos "ajuste" o "adaptación"? Para algunos analistas en Bruselas simplemente se trata de un endurecimiento del texto, para hacer a Europa -de manera puntual- más impermeable.

En realidad se trataría de una revisión o ajuste de una fórmula que ya existe, pues, en casos excepcionales, por ejemplo una cumbre internacional o una boda real, se pueden restablecer de forma temporal los controles fronterizos internos en cualquiera de los socios firmantes del texto. A pesar de que este martes un portavoz de la Comisión Europea asegurase que el texto "no se tocará", hoy, el tono ha sido distinto.

La carta que Berlusconi y Sarkozy dirigieron al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y al presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, en la que le pedían un "ajuste" y una "flexibilización" de Schengen parece haber encontrado eco en Bruselas.

La carta "va en la buena dirección", comentaba Ollivier Bailly, uno de los portavoces de Bruselas. "No se trata de revisar el Tratado, sino de aclarar normas comunes" para que puedan ser aplicadas después, agregaba. El hecho es que este tipo de retórica, habitual de las instituciones de Bruselas, tiene otra lectura: es más que probable que Schengen se retoque, como ocurrió con el Tratado de Lisboa, para convertir en permanente el mecanismo de rescate para el euro. Lo que no se sabe todavía es el grado de profundidad con que el legislador aplicará el escalpelo para, eventualmente, seccionar o enmendar, con la venia de los 27 socios, el texto de Schengen. En todo caso, las posiciones deberán estar claras, o un poco más definidas, para el próximo 4 de mayo, cuando Bruselas desea tener elementos en la mano que permitan a los jefes de estado y gobierno, en la cumbre final de la presidencia húngara de la UE, en junio próximo tomar alguna decisión.

Según las informaciones que circulan entre bastidores en Bruselas, la posible incorporación de nuevas cláusulas al texto no debería bajo ningún caso hacerse a costa de una de las libertades fundamentales consignadas en los tratados: la libertad de movimiento.

Pero en Europa casi nada es imposible. Sobre todo si quien lo exige es Berlín o París, los todavía protagonistas del eje franco-germano, tradicional motor de la construcción europea desde el tratado fundacional (de la CEE) de 1957, cuando el bloque estaba formado por seis socios, Alemania, Francia, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. Por más que Bruselas, París o Roma pretendan disimular con epítetos más o menos afortunados su deseo de tocar -e incluso reformar- Schengen, las intenciones parecen claras: cerrar Europa.

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