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El islam en el magreb Se extiende el temor a que aparezcan grupos terroristas pese al estricto control de las autoridades

El salafismo invade Túnez

  • Un estudio universitario asegura que la doctrina islámica más radical se extiende entre los jóvenes de los sectores más desfavorecidos de la sociedad tunecina

El salafismo, la interpretación más rigurosa de la doctrina islámica, se extiende entre la juventud tunecina según un estudio dado a conocer esta semana por un grupo de universitarios de este país.

Las autoridades hacen todo lo posible por reprimir el fanatismo religioso, pero reconocen que la ideología salafista, partidaria de la llamada yihad o "guerra santa", está haciendo mella en un sector menos favorecido de la juventud.

El discurso oficial en las mezquitas tiende a combatir al extremismo y, a diferencia de la vecina Argelia, no se conoce en este país la existencia de imanes que prediquen la "yihad" o practiquen el proselitismo.

El informe universitario indica que la propagación del salafismo es un fenómeno que se inserta en varios parámetros, citando en concreto la "cierta popularidad" que tendría el terrorista Osama ben Laden entre la juventud, y la situación en Iraq que se asimila a una nueva "cruzada" norteamericana.

El salafismo codifica todo lo que se opone al islam a partir de una lectura literal de los textos coránicos, y en base a esa concepción de la sociedad la noción de democracia es pecado y las libertades tal y como se entienden en Occidente ilícitas.

Asimismo, ignora el Estado-Nación por considerarlo una herejía y defiende la comunidad y los actos de los creyentes como existían en la época del profeta Mahoma. La instauración del califato es la única forma de gobierno terrestre que puede admitir.

Los tunecinos han descubierto el peligro de la extensión del "yihadismo" salafista con motivo de la desarticulación, a fines del 2006 y principios del año siguiente, de una banda terrorista que se proponía cometer una serie de atentados. El núcleo duro de ese grupo, que adoptó el nombre de Ejército de Assad Ibn Furat (un antiguo teólogo), estaba formado por cinco tunecinos y un mauritano que recibieron instrucción militar en los refugios argelinos de la banda Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).

Los seis salafistas lograron enrolar a otros veinticuatro jóvenes tunecinos pero no pudieron cometer ningún atentado al haber sido detectados por las fuerzas de seguridad en una zona montañosa de la región de Grombalia, a unos 40 kilómetros al sur de Túnez. Doce de estos individuos murieron en los enfrentamientos con el Ejército y la Guardia Nacional, que a su vez perdieron a dos militares, y el resto pudo ser arrestado.

El proceso de los salafistas, cuyo juicio en apelación tiene lugar actualmente, mostró la determinación de los detenidos, que se declararon dispuestos a morir en defensa de sus ideas.

Los salafistas negaron tener la intención de atentar contra el poder político, argumentando que "carecíamos de las armas suficientes para ello", pero afirmaron que se sentían obligados a combatir en defensa del "honor" de los musulmanes.

Los atentados que iban a cometer estaban dirigidos contra las embajadas de Estados Unidos y del Reino Unido, y se proponían también secuestrar o atentar contra la vida de varios diplomáticos cuyos nombres no se hicieron públicos en las audiencias.

Planeaban también cometer atentados en los centros turísticos "porque son lugares de perversión", afirmando que existía una fatwa o dictamen islámico que prohibía a los tunecinos trabajar en este floreciente sector de la economía tunecina.

El único atentado terrorista en Túnez atribuido a Al Qaeda fue el que tuvo lugar en abril de 2002 contra la sinagoga de la isla de Yerba, en el que murieron diecinueve personas, entre ellas catorce turistas alemanes y dos franceses.

Un joven llamado Nizar Nawuar empotró contra la entrada de la sinagoga una camioneta cargada con bombonas de gas, haciéndolas explotar en el momento en que descendían de un autobús un grupo de turistas.

Nizar, según su padre, no era un musulmán practicante, vivía en Yerba mientras el resto de su familia había emigrado a Francia, y trabajaba en una agencia de viajes canadiense.

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