El sonido más bello del mundo

Accademia del Piacere | Crítica

Accademia del Piacere en el Espacio Turina.
Accademia del Piacere en el Espacio Turina. / Francisco Roldán

La ficha

ACCADEMIA DEL PIACERE

**** Femás'21. Accademia del Piacere: Alena Dantcheva, soprano; Fahmi Alqhai, viola soprano; Johanna Rose, viola tenor; Teodoro Baù y Christoph Urbanetz, violas bajo; Rami Alqhai, violone; Miguel Rincón, laúd; Pedro Estevan, percusión. Director: Fahmi Alqhai

Programa: 'Ars Melancholiae'

John Dowland (1553-1626): Lachrimae, or Seaven Teares (1604) / Gallardas diversas / Now, o now, I needs must part

William Byrd (1543/1623): Fair Britain Isle / Ye sacred muses / Out of the Orient Crystal skies / In Angel’s Weed / I thought that love

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes 19 de marzo. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Es difícil encontrar un sonido musical más bello que el que es capaz de producir un consort de violas. Es dulce, de una sensualidad tierna y acariciante, pero a la vez profundo, melancólico, doliente. Parece hecho para el consuelo, pero también para ahondar en las heridas más íntimas.

Por supuesto que no ha sido fácil llegar hasta aquí. Desde que las violas da gamba empezaron paulatinamente a recuperarse para la práctica magistral a principios del siglo XX hasta lo que Accademia del Piacere ha ofrecido en este concierto del Femás se ha recorrido un camino largo y tortuoso en el que Jordi Savall y su conjunto Hespèrion XX jugaron un papel esencial. Fue en efecto Savall quien en los años 80 del siglo pasado definió este sonido a la vez denso y transparente, tierno e hiriente, cálido y penetrante que caracteriza a los mejores consorts de las últimas décadas. Luego, otros maestros, muy especialmente Vittorio Ghielmi y el mismo Fahmi Alqhai, lo han ido refinando, gracias a un uso cada vez más preciso e incisivo del arco, a una capacidad para el detalle en permanente y audaz progresión.

Aunque las violas son parte ineludible de sus espectáculos, no se dedica Accademia del Piacere de forma exclusiva a trabajar como consort. Me pregunto qué resultados lograría si tuviera la dedicación cotidiana de un cuarteto de cuerda clásico. Acaso lograría ampliar el rango dinámico de sus interpretaciones, alcanzaría a ajustar aún más el equilibrio entre las partes, pero lo cierto es que enfrentado a una de las obras más emblemáticas de la formación, el grupo sevillano logró resultados deslumbrantes.

Con estas variaciones sobre una pavana construida melódicamente con las notas del famoso bajo de lamento, logró John Dowland una perfecta definición de la melancolía, de esa expresión del dolor que los músicos del Renacimiento aprendieron pronto a comunicar.

Distribuyó Accademia las pavanas a lo largo del concierto en bloques cerrados por gallardas (su acompañante habitual de la época) y con algunas consort songs de William Byrd entre medias. Las cantó con delicada sobriedad la búlgara Alena Dantcheva desde el fondo de la escena, lo que favoreció la idea de la integración de su voz en el conjunto polifónico casi como si de un instrumento más se tratase, aunque su presencia se hizo algo más destacada en la canción de Dowland que cerró el recital, que con su sonoridad a balada popular y su conmovedora nostalgia (“Debemos separarnos, y ahora muero./ Muero por separarme de ti”) terminó por señalar a la tristeza como el afecto dominante de la sesión vespertina.

En ese sonido hondo, de fraseo flexible y elegante que lograron las cinco violas, se integró a la perfección la parte de laúd específica que incluye la partitura, con la que Miguel Rincón enriqueció la sensación de gran caleidoscopio sonoro obtenida por el grupo y en el que Pedro Estevan, tan sutil como siempre, intervino para reafirmar el cambio rítmico de las gallardas, añadiendo además pequeños matices iridiscentes de policromía.

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