Un Réquiem a lo Platel

Teatro Central

El fundador de los Ballets C de la B y el compositor Fabrizio Cassol presentan esta noche una particular ceremonia fúnebre, realizada a partir de la célebre obra inacabada de Mozart

Tres cantantes líricos sudafricanos forman parte del numeroso elenco.
Tres cantantes líricos sudafricanos forman parte del numeroso elenco. / Chris Van Der Burght

Fundados en 1984, en plena efervescencia del teatro danza centroeuropeo, los Ballets C de la B (Ballets Contemporains de la Belgique) reunieron en su seno a un buen número de artistas de distintas disciplinas. Hoy, 35 años después, el grupo, que tiene su sede en Gante, sigue siendo tan actual e inclasificable como su propio fundador, Alain Platel.

El que fuera profesor de educación especial –de ahí su atracción por las situaciones extremas y las personas con limitaciones- se convirtió de buenas a primeras en un director de escena autodidacta, liderando extrañas creaciones colectivas como Emma (1988), La tristeza cómplice (1995) o lets op Bach (1998), con las que pronto se situaría en un primerísimo plano dentro de la escena internacional. Junto a sus creaciones propias, Platel siempre ha propiciado que los C de la B funcionaran como paraguas para cobijar a los jóvenes y talentosos creadores que, en algún momento, pasaron por sus filas y cuyos trabajos (al menos los de Sidi Larbi Cherkaoui y Koen Augustijnen) se han podido ver a lo largo de los años en el Teatro Central.

A comienzos de siglo, Platel se retiró de la escena, pero uno de sus mentores, el desaparecido Gerard Mortier, lo convenció para que volviera a trabajar y, en 2003, el creador presentaba Wolf, un trabajo basado en la música de Mozart, en la Ruhrtriennale. También sería Mortier, director a la sazón del Teatro Real de Madrid, el promotor en 2012 de C(h)oeur, una pieza de danza basada en las músicas corales de Verdi y Wagner y realizada junto al coro del gran teatro madrileño, que suscitó en su estreno una admiración no exenta de polémica.

Uno de los temas recurrentes de Alain Platel, que se define a sí mismo como anárquico, ecléctico y comprometido, ha sido el de las relaciones entre la música clásica occidental y otras músicas, ligadas a otras culturas musicales o a otros territorios. Desde esta óptica, Platel ha buscado y encontrado siempre buenos compañeros de viaje, como Steven Prengels (En avant, Marche!) o como el compositor y saxofonista belga Fabrizio Cassol. Con éste creó para el Festival de Aviñón sus vsprs (2006), basada en las Vísperas de la beata Virgen María de Monteverdi, y la barroca pitiè! (2008). Más tarde, embarcándose en proyectos que implicaban al continente africano en general y al Congo en particular (país de gran significación para la historia belga), se unieron al contratenor congoleño Serge Kakudji en la singular aventura de Coup fatal, un concierto barroco protagonizado por 13 músicos de Kinshasa, intérpretes de música tradicional y danzas populares, que se pudo ver en el teatro Central en abril de 2015.

Réquiem por L., el espectáculo que esta noche y mañana ocupará el escenario del teatro de la Cartuja, surgió casi inmediatamente después. En principio Cassol, que había encontrado una hermosa edición de la célebre e inacabada obra maestra que Mozart no pudo escuchar en vida, empezó a componer una nueva versión. Ésta debía servir de base para orquestar un nuevo espectáculo que aunara la música afro, el jazz y la ópera. Para interpretarlo se eligieron catorce músicos de diferentes países; un grupo mixto formado por algunos de los que habían participado en Coup Fatal (con Rodríguez Vangama a la cabeza) y los cantantes sudafricanos que habían interpretado la versión realizada por Cassol de la ópera Macbeth, puesta en escena por el también sudafricano Brett Bailey.

Catorce músicos y cantantes, casi todos africanos, celebran la muerte con la mayor vitalidad

Pero mientras Cassol componía su particular misa de difuntos, Platel intentaba encontrar la manera más exacta y enriquecedora de hablar escénicamente de la muerte, un tema casi tabú para algunas sociedades mientras que para otras es motivo de alegre celebración.

“Yo tenía la idea de mostrar a alguien en trance de morir –cuenta Alain Platel- y fui a hablar con un conocido, un médico muy comprometido con los cuidados paliativos. Él me llevó hasta L., una mujer que había decidido morir tras un diagnóstico irrevocable. Ella aceptó que se filmaran sus últimos momentos y que se utilizaran las imágenes en la producción. Tal vez como un gesto de militancia en favor de la eutanasia y de la muerte asistida”.

Con muchas dudas, y tras un par de años de complejos ensayos, Réquiem por L. no es solo una versión más o menos ‘bastarda’ del Réquiem de Mozart (que Cassol fusiona con la Misa en do menor del mismo compositor), interpretada por unos músicos que van y vienen por un escenario que recuerda al Memorial del Holocausto de Berlín, cantando y tocando el acordeón o el piano de pulgar (el kalimba o likembe). La última pieza de Alain Platel, estrenada en Berlín en enero del pasado año, contiene también la filmación, en blanco y negro y en parte ralentizada, de la agonía de L. Una película con una muerte real que atraviesa toda la obra y que deja al público la tarea de asimilarla como espectáculo y de encontrar las conexiones con la vida que estalla continuamente en el escenario.

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