ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

Teatro y relato en el Barroco

Alfredo Bernardini

Alfredo Bernardini / Arnold Ritter

A la Orquesta Barroca de Sevilla siempre se le han dado bien los conciertos construídos a base de obras de carácter programático o descriptivo, ya que uno de sus fuertes ha sido en estos años y lo es aún más hoy día su capacidad para jugar con los colores tímbricos y su flexibilidad en materia de agógica y de dinámicas. De ahí el que cuando tiene junto a ella como director a un músico implicado con la narratividad y la teatralidad del discurso musical barroco, las prestaciones globales alcancen, como así ha ocurrido en esta ocasión, niveles de perfección y excelencia absolutamente soberbios.

Bernardini mostró sus armas ya desde la manera de articular la Ouverture de la Watermusic, apostillando con incisividad el carácter francés de las apoyaturas, remachando el staccato y no dejando languidecer los finales de frase, recortados de manera enérgica. De ahí en adelante vendría todo un catálogo de expresión de los afectos en las danzas posteriores y de dominio absoluto del oboe y de sus capacidades sonoras, como se vería materializado en el sorprendente concierto de Telemann, cuyas audacias armónicas supo subrayar con fuerza, como asimismo hizo con los cambios de color orquestal en la Ouverture posterior. A todo lo cual la OBS le siguió con brillantez y alegría, con un sonido de una riqueza impresionante.

Claro que para impresionante la exhibición de técnica y de musicalidad de Irene González al órgano, con el que mostró una madurez asombrosa para su edad.

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