Buen reciclaje de basura de los 70

Homenaje al cine de terror de los años 70, sobre todo a La matanza de Texas (1974), con guiños al porno de la época. Algo así como salpimentar aquella tan influyente película de Tobe Hooper con Garganta profunda (1972, símbolo del inicio de la considerada década de oro del porno). Quien admire La matanza de Texas –que solo quienes fuimos coetáneos de su estreno sabemos hasta qué punto traspasó todas las líneas hasta entonces marcadas al cine comercial de terror, ya cuarteadas la década anterior por La noche de los muertos vivientes– y sea fan de cuánto George A. Romero y Tobe Hooper desencadenaron –gore, splatter, slasher, etc.– disfrutará con este inteligente festival retro, con este homenaje a la película mítica, al porno (porque el punto de vista sobre él no es precisamente el de Boogie Nights de P. T. Anderson), a los años 70 y a la América joven, desinhibida y liberada de aquella década.

Si La matanza de Texas enfrentaba a un grupo de jóvenes que viajaban en su furgoneta yeyé con el terrible Leatherface, aquí el enfrentamiento se produce entre unos jóvenes que acuden a una granja para rodar un porno más bien artesanal y unos siniestros ancianos adictos a telepredicadores. Es el tópico del enfrentamiento entre la América progresista y urbana, y la América profunda y rural. También entre una vejez resentida y traumatizada, y una juventud liberada. Una parte importante de la cultura estadounidense –y ello tiene incidencia en su vida política– está dominada por el tópico de la representación amenazadora, oscura, subterráneamente violenta bajo su aspecto apacible, del mundo rural, la llamada América profunda. Algo que erróneamente se suele relacionar con el famoso cuadro de Grant Wood American Gothic cuando este representa lo contrario porque la intención de la obra de Wood –autor no casualmente de un panfleto titulado Rebelión contra la ciudad– era poner en valor esa “otra” América rural.

Esta película del estimable y talentoso realizador Ti West, que se ha hecho una merecida reputación en el cine de terror con La casa del diablo, Los huéspedes, The Sacrament y la participación en obras colectivas o series, juega sin inocencia, sabiendo lo que hace, con este tópico de una América profunda y vieja, enferma de represión sexual y envenenada de fanatismo religioso, que odia con furia asesina a la otra América liberada, joven y urbana. Así esta película, más allá de satisfacer elementales necesidades de sangre y sobresalto, se propone como un inteligente juego sucio con esta invariante de la cultura americana a través de la revisión de su reflejo en una cultura basura (lo que no quiere decir necesariamente sin valor) que en los 70 salía de la cripta de los cines de programa doble y las salas X para ocupar las pantallas de las grandes salas.