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Exposiciones

‘Little Nemo’ sigue soñando todavía

  • Caixafórum repasa en una muestra la historia del cómic, un viaje desde Dick Tracy hasta Mafalda concebido para seducir "a expertos y a profanos" con una sugerente escenografía

Exposición Cómic en CaixaForum Sevilla / José Ángel García

La humanidad, sostiene el director corporativo del área de Cultura y Divulgación Científica de la Fundación La Caixa, Ignasi Miró, narró historias en imágenes desde sus orígenes, en las pinturas rupestres y los jeroglíficos egipcios. Con la irrupción de los globos de diálogo, los bocadillos, arrancó un género, el cómic, que desde finales del siglo XIX conoció un "éxito rotundo", aunque la popularidad y el entusiasmo con que lo abrazaron los lectores jugara en su contra y algunos analistas sesudos le negaran su hueco en su concepción elitista de la cultura. Tras revisar otras manifestaciones contemporáneas como los videojuegos y el cine y la moda (una muestra comisariada por Jean-Paul Gaultier que puede verse hasta el 19 de marzo), Caixafórum Sevilla explora la viñeta en Cómic. Sueños e Historia, una exposición con más de 200 piezas que reúne a los dibujantes y personajes imprescindibles de este ámbito y se programa hasta el 11 de junio.

Un panorama que, asegura Miró, interesará tanto a coleccionistas y expertos "como a profanos. Los primeros no se creerán las joyas que tienen delante, los originales con los que contamos; a los segundos les ayudará a entrar una escenografía inmersiva [un trabajo de Ignasi Cristià] con una recreación de 13 Rue del Percebe, la cama de Little Nemo o un photocall con Astérix y Obélix. Los visitantes comprenderán que conocen y que les suenan más referentes del cómic de lo que imaginaban", adelanta Miró. Al fin y al cabo, personajes como Mortadelo y Filemón, Tintin, Flash Gordon, Corto Maltés, Snoopy o Mafalda, o esa galería de superhéroes que hoy acaparan los estrenos de cine, forman parte de nuestras vidas y de nuestra memoria sentimental.

Uno de los originales de Hergé. Uno de los originales de Hergé.

Uno de los originales de Hergé. / D. S.

El recorrido cronológico arranca a finales del XIX con el que se considera el primer cómic moderno, The Yellow Kid, de Richard Felton Outcault, el primer autor que puso a hablar a un personaje –fue un loro el que tuvo el honor– en un bocadillo. La primera sala dedica especial atención a Winsor McCay, creador de Little Nemo in Slumberland, ese niño que vive las más insospechadas fantasías en sus sueños. A Vicent Sanchis, asesor de la exposición, le admira el "genio" inquieto de McCay, que "inventa el género y lo destruye, lo define y lo desdibuja" y pasa a la historia, también, como un pionero del cine de animación.

El cómic, apunta Sanchis, debe su nombre a la comicidad que perseguía en sus inicios, una esencia que se desvirtúa pronto cuando las historietas se decantan por la aventura. La Gran Depresión y la II Guerra Mundial empujan a los editores a apostar por la ligereza de la evasión, por una realidad más lúdica que la que propone entonces el mundo. Son los años en los que triunfa Popeye, al que Elzie Crisler Segar perfila más anárquico y antisistema que en el retrato edulcorado que harían del marinero la televisión y el cine, y también una época en la que arrasan Dick Tracy, de Chester Gould, Flash Gordon, de Alex Raymond, y Tarzán y El Príncipe Valiente, ambos personajes trazados por Harold Foster. Un original de El príncipe valiente demuestra, en opinión de Sanchis, la maestría de Foster: en el asalto a un castillo por una horda de salvajes, una página en la que el autor exhibe su dominio de los contrastes entre la luz y la oscuridad, se puede leer una advertencia del ímpetu con el que el nazismo se expandía entonces por Europa.

La mirada al cómic occidental que propone la exposición –no entran el manga ni las propuestas orientales– tenía que detenerse en los superhéroes, esa actualización de la mitología a la que se entregó el hombre, necesitado de ídolos en los que creer, del siglo XX. Superman, Spiderman, Batman, Wonder Woman o el Capitán América vienen de la mano de un nuevo formato de publicación: el comic book. En la muestra se recogen originales de dibujantes como Jack Kirby, John Romita o John Buscema.

Un homenaje de Paco Roca a los dibujantes españoles. Un homenaje de Paco Roca a los dibujantes españoles.

Un homenaje de Paco Roca a los dibujantes españoles. / D. S.

La sala dedicada al cómic español viaja del impacto que tuvo la publicación TBO –como revela que las historietas se conocieran en el país por ese nombre– y las sagas de Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz o El Capitán Trueno al retrato que de varios creadores actuales hace Paco Roca, de la comedia humana de Bruguera y el surgimiento de autoras como Pili Blasco o Purita Campos en un sector donde la mujer apenas tenía presencia a la sensibilidad underground de Max o de Nazario. Del sevillano se exhibe la primera portada que hizo para El Víbora.

Entre la producción patria también destaca la obra de Josep Coll i Coll (Barcelona, 1924-1984), figura trágica del cómic español. Pese a que se retiró de las viñetas para dedicarse a trabajar como albañil, los jóvenes que le sucedían lo reconocieron como un maestro al que dedicaban homenajes y citaban como influencia, lo que no impidió que Coll acabara suicidándose. "Igual que en la literatura y el cine, en el cómic también hay autores malditos", señala Sanchis, que se licenció y doctoró con dos trabajos sobre los efectos de la censura franquista en las publicaciones infantiles y juveniles, Franco contra Flash Gordon y Los asesinos del Capitán Trueno, y que ofrecerá este miércoles a las 18:00 una conferencia en Caixafórum.

Una buena parte de los fondos que se muestran pertenecen al coleccionista Bernard Mahé, comisario de Cómic. Sueños e Historia, que ha visitado Sevilla para la inauguración y que no cree "que haya un cómic con identidad europea, pero sí franco-belga". En el apartado dedicado a este último sobresalen unos valiosísimos originales de Tintin, "difíciles de encontrar porque este material suele ser propiedad de la fundación de Hergé". El celebérrimo Astérix o el teniente Blueberry, que creó Jean Giraud antes de reinventarse como Moebius, son otras criaturas que cuelgan en estas paredes.

"Mis padres no querían que leyera cómics. Creían que afectaría a mi manera de hablar", dice el comisario Bernard Mahé

Mahé recuerda que en la infancia los padres le recomendaban que se apartara de los cómics. "No leas eso, que es malo para tu francés", le decían sobre una expresión artística que los adultos tardaron en tomarse en serio. Otro eje que explora la muestra y que contribuyó al respeto que hoy tiene el género es el vínculo entre Italia y Argentina, donde destacan creadores tan diversos como Alberto Breccia, Milo Manara, Hugo Pratt o Quino, del que se enseñan unos originales de su personaje más querido, Mafalda. Obras como la saga de El Eternauta, de Oesterheld y Solano López (con dibujos de Alberto Breccia en una segunda versión), y Sargento Kirk, de Oesterheld y Breccia, condicionarían, dicen los responsables de la muestra, "el destino del cómic contemporáneo".

El cartel de la exposición. El cartel de la exposición.

El cartel de la exposición. / D. S.

El subtítulo que acompaña a la exposición, Sueño e Historia, se debe a la dualidad que ha mantenido el cómic, puerta abierta a la inventiva más desaforada y espejo también de la realidad cotidiana. Una de las salas se centra en el auge de lo fantástico que, liberados de la censura y alentados por la corriente libertaria del 68, llevaron a cabo firmas como Jean-Claude Mézières, François Schuiten, el citado Moebius –del que se recupera una doble página original de la mítica serie Arzach– o Enki Bilal, yugoslavo afincado en Francia que cruza en sus propuestas la tragedia histórica y la ciencia ficción.

El itinerario se cierra con una panorámica de " los muchos caminos que se han abierto en el universo del cómic en los últimos 50 años". Nombres fundamentales como Will Eisner, Robert Crumb, Art Spiegelman o Charles M. Schulz conviven con una selección de autores de las últimas décadas, entre los que figuran Marta Altieri, Javier Olivares, Ana Galvañ o Ana Penyas. En ese último repaso asoman la novela gráfica o el cómic digital, algo que Sanchis encaja con escepticismo y nostalgia: "Tal vez me esté quedando antiguo, pero igual que un pintor no lo es si no pinta en óleo, algo falla si un dibujante no se expresa en papel", observa el especialista.

Además de la conferencia de Vicent Sanchis, la exposición contempla un ciclo de actividades paralelas con visitas intergeneracionales, conferencias sobre la relación del cómic con la literatura, la autoficción y la gastronomía, visitas comentadas, el taller familiar Superhéroes y villanos o el ciclo Pequeños cinéfilos. Propuestas con las que Caixafórum quiere demostrar la influencia que el cómic ha tenido y tiene en nuestras vidas. "¿Alguna vez has dicho rayos y centellas? ¿O eres más de decir cáspita? ¿Te disculpas diciendo No soy Superman? ¿Te suena la frase ¡Ostras, Pedrín!? ¿Se te ha escapado un pardiez?", preguntan en las notas de la exposición. Seguro que han respondido a estas cuestiones con una sonrisa de identificación.

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