Canibalismo post-mortem
'El resucitador'. H. P. Lovecraft. Trad. de Juan Cárdenas. Periférica. Cáceres, 2014. 96 páginas. 14,50 euros.
Herbert West: Reanimator, publicada por entregas en 1922, es la obra que hoy se nos ofrece con el título de El resucitador, en la traducción de Juan Cárdenas. Los aficionados a la serie B habrán comprendido que se hallan ante el origen de la película Reanimator. Los devotos de Lovecraft, por su parte, ya sabrán que estamos ante el más conocido Herbert West: reanimador, que ahora se nos presenta bajo un título más breve y exacto. Se trata de una de las célebres ficciones del escritor de Providence, en las que se mezclan, como es costumbre, el horror, la desesperanza y un abominable racismo, de origen pseudo-científico, muy común a primeros del XX.
Es posible que Lovecraft pretendiera hacer una revisión del Frankenstein de Mary Shelley. No obstante, el resultado, algo reiterativo, debido a su carácter de relato por entregas, lo acerca más a otros dos mitos de la modernidad: el Drácula de Stoker y la horda primordial que Freud postula en su Tótem y Tabú. También, y de modo más obvio, a la actual imaginería zombi que hoy triunfa en televisión. Quiere decirse que si el doctor Frankenstein obró el milagro de la vida en un cuerpo troceado, el doctor West de Lovecraft hará lo propio en cadáveres recientes que obtiene de modo clandestino, fraudulento u homicida. Aun así, los resucitados de Lovecraft regresan al mundo con una voracidad sanguinaria de la que carece la criatura de Frankenstein y que recuerda al vampiro de Stoker y a los ritos caníbales que, según Freud, son el sustento originario de la familia. En todo caso, el miedo de Lovecraft no es el miedo a la ciencia de Mary Shelley. Es un miedo a la vida, a la Naturaleza, a la espesa umbría de las selvas, aquello que lo emparenta no sólo con El terror de Machen, sino con el Conrad de El corazón de las tinieblas. En esta obra de Lovecraft es, pues, una vida enemiga, irracional, proliferante, cenagosa, informe, la que tarde o temprano dará caza a sus protagonistas. Entonces, la civilización, la América blanca, hija del Mayflower, de la que Lovecraft se creyó heredero, será devorada por la tiniebla.
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