¡Ay, Carmela! | crítica de teatro

El recuerdo de los muertos

Cristina Medina y Santiago Molero en un momento de la obra

Cristina Medina y Santiago Molero en un momento de la obra / Lau Ortega

¡Ay, Carmela! es la obra más representada de un autor vivo español, José Sanchís Sinisterra, aunque éste confiese que no es la mejor creación que ha salido de su pluma.

El espectáculo se estrenó hace 31 años y el paso del tiempo, y sobre todo, la versión de Fernando Soto aporta una nueva vuelta de tuerca. Sigue latente la guerra civil, sigue latente la muerte de esos milicianos que vinieron a luchar por la República y siguen siendo dos tristes cómicos los protagonistas involuntarios de esta tragicomedia.

Soto no profundiza en la historia, lo hace en la memoria. Reivindica a los muertos, los hace vivir para no olvidarlos. Carmela se le aparece a Paulino, un muerto en vida, para no dejarlo solo.

Por desgracia, superado el momento histórico, esta situación es perfectamente exportable a cualquier zona del mundo. El enfoque de Soto, más volcado en una Antígona que exige el entierro de su muerto, profundiza en la obra de Sinisterra pero le quita la emoción que tanto es del gusto de los españoles.

Cristina Medina y Santiago Molero están soberbios. Humanizan sus personajes con tanto acierto que los llenan de gracejo alejándolos de cualquier idea de heroicidad.

Esta versión moderna cuenta con una sugerente escenografía de Mónica Boromella, muy simple, pero simbólica en esa idea de losa monolítica.

Espectacular el dúo interpretativo de Cristina Medina y Santiago Molero

Lo que da pavor es que en el último año los acontecimientos y las posturas políticas de nuestro país nos llevan a volver a ver la obra mirando, otra vez, el conflicto.

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