La leyenda de Robert Johnson

El Club de los 27: maldito prestigio

  • Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Kurt Cobain, algo más recientemente Amy Winehouse: todos ellos forman parte de la más famosa superstición fúnebre en torno rock, inaugurada hace ahora 80 años por el 'bluesman' Robert Johnson

Una de las pocas fotografías que se conservan del ‘bluesman’ Robert Johnson.

Una de las pocas fotografías que se conservan del ‘bluesman’ Robert Johnson. / D. S.

¿Qué sería del rock, de la cultura popular, de la memoria sentimental colectiva, sin sus grandes relatos, sus pequeñas o grandes mitologías surgidas ad hoc? Una de las más célebres relacionadas con el rock 'n' roll es esa vieja e hipotética maldición del Club de los 27. Ya saben: Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Kurt Cobain Amy Winehouse, entre otros muchos, murieron a esa tempranísima edad. Claro que no fueron los primeros... Le corresponde al formidable y nebuloso bluesman  Robert Johnson el honor –cabe pensar que dudoso, al menos para él– de haber inaugurado tan legendaria y funesta lista, hoy envuelta en un halo de prestigio y malditismo.

Retrocedamos en el tiempo. Estado de Misisipi, principios de los años 30 del siglo pasado. Robert Johnson se dirige al cruce de caminos. Es un cálido día. También, pero eso sólo se sabrá después, fatídico. "Quiero ser el bluesman más grande de todos los tiempos", grita, y procede a secarse el sudor de la cara. "Necesito ser el mejor, tocar la guitarra como si la tierra estuviera llorando, cantar como si matara. Quiero escribir canciones que hagan que las mujeres se aferren a mi cuerpo. No sólo canciones para hoy, sino cosas perdurables. Canciones que se transmitan a través de los tiempos".

El Diablo escucha. Luego, sonriendo como ninguna otra criatura había sonreído antes, se sienta, considerando la situación, sólo cavilando. "Pides mucho, chico. Pides tanto como el Infierno. Y nadie sabe más del Infierno que yo". Se afila las garras. Y continúa: "Ya he conocido a bluesmen, jazzmen, incluso a cantantes de gospel aquí antes. Todos ofreciendo sus almas, uno por uno. Pero tú quieres mucho, demasiado. Un alma no es suficiente para pagarlo. A cambio, necesitaré las almas de todos aquellos que sigan tu estela. Gente que tú nunca conocerás, pero que estará siguiendo tu mismo camino. Guitarristas que tocarán con el poder del relámpago, cantantes que se dirigirán a miles de personas, algunos tan jóvenes que sus madres ni siquiera podrán nunca secar las lágrimas de sus ojos después de que yo exija mi pago".

La leyenda la alentó otro 'bluesman', Son House, que no alcanzó a comprender cómo había mejorado tanto Johnson en sólo un año

Robert Johnson escucha. No comprende, pero sabe, o intuye, que si acepta conocerá por fin la fama. Fama real. Fama eterna. "Quédate con mi alma", accede. "Y con todas las demás almas que vengan; todas las que quieras". Llegado el acuerdo, hay un estallido de luz. Robert Johnson rasga su guitarra y sale un imponente sonido, como el quejido de varias generaciones. El diablo sonríe y fantasea: drogas, blasfemias, sexo, asesinatos... rock'n'roll. "Chico –piensa–, ¡nos vamos a divertir!".

Claro que también puede que la realidad fuese otra muy distinta... Lo cierto, en cualquier caso, es que la figura de Robert Johnson siempre fue enigmática. Se supone, pero no se sabe con seguridad, que nació en 1911. Se cree, pero no se sabe con seguridad, que murió en 1938, un 16 de agosto, el mismo día en el que moriría muchos años después el mismísimo Rey: Elvis. Se cuenta que a Robert Johnson lo envenenó un marido celoso. No se sabe dónde está su tumba. Nunca dio una entrevista. Parece ser que no hablaba demasiado... Todo cuanto se sabe sobre él o sobre las canciones que grabó, unas 29, es información de segunda mano: tierra fértil para la creación de mitos.

Esta versión del mito de Fausto encarnada por Robert Johnson viene de otro bluesman antiguo, Son House, que solía contar que conoció a Johnson en 1930, cuando el chico, durante una de sus actuaciones, le dijo que lo admiraba y que, por favor, le dejase acompañarlo con su guitarra. House accedió, pero se arrepintió enseguida, hasta el punto de que tuvo que echarlo casi a patadas del escenario porque aquella guitarra sonaba de forma que no había quién la aguantase.

Más allá de las 29 canciones que grabó, del legendario 'bluesman' muy pocas cosas se saben con certeza: terreno fértil para el mito

Un año después, Son House volvió a encontrar a Johnson en otro bar, y éste le pidió lo mismo; contra todo buen juicio, le dio una segunda oportunidad. Lo que tocó dejó a todos sorprendidos, con la boca abierta. Aquel guitarrista era ahora buenísimo. Y a House no se le ocurrió que el chico podía haberse pasado el año aprendiendo y ensayando. En aquellas tierras de la América profunda, telúrica, temerosa de Dios, resultó más convincente la teoría del pacto con el Diablo. Los títulos de algunas de sus canciones, como Hellhound on my Trail o Me & the Devil Blues, terminaron de abonar y redondear la leyenda.

¿O no fue una leyenda? Al fin y al cabo, era muy joven cuando aquel marido celoso vertió la estricnina en su vaso, hace casi exactamente 80 años. ¿El Diablo exigió su pago de aquel modo? Johnson tenía 27 años. ¿Es sólo una cadena de coincidencias que a esa misma edad murieran otros insignes, como los arriba citados, o como muchos otros, entre ellos Brian Jones, Les Harvey, Nick Drake, Tim Buckley, Al Wilson, Gram Parsons, Chris Bell, Pete De Freitas...?

Hace mucho que no está entre nosotros Robert Johnson para dar la explicación definitiva de su historia. Aunque de poder hacerlo, seguramente, nacería otro mito. Y esa es la cuestión.

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