Hondo es el resplandor

'LA ESTACIÓN AZUL'. Javier Lostalé. Renacimiento. Sevilla, 2016. 144 páginas. 16 euros.

Hondo es el resplandor
Hondo es el resplandor
Ignacio F. Garmendia

18 de septiembre 2016 - 05:00

Era el mayor de los cinco poetas que aparecían en aquella antología de Antonio Prieto, Espejo del amor y de la muerte, donde velaron sus primeras armas nombres luego muy conocidos como Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena, pero Javier Lostalé (Madrid, 1942) se ha mantenido milagrosamente joven, inmune a las injurias de la edad, y sigue mostrando el entusiasmo de un muchacho felizmente incontaminado de las vanidades o los trampantojos de la vida literaria. Todos los que lo conocen o han tratado coinciden en señalar un rasgo que no tiene que ver -importa mucho más- propiamente con la literatura, su bondad natural, unida a una generosidad infrecuente que lo ha llevado a interesarse de corazón por el trabajo de sus compañeros de oficio, pero a Javier Lostalé, el discípulo y antólogo de Aleixandre, el activista de la belleza y fino glosador de los versos ajenos, hay que leerlo para saber que desde la discreción ha construido, a lo largo de todos estos años, una obra importante.

Reeditadas por Renacimiento, las prosas líricas de La estación azul -reunidas primero en La rosa inclinada (2002), donde Lostalé recopilaba su poesía completa hasta la fecha, y publicadas después en volumen exento (2004)- aparecieron originalmente en un diario de Madrid, pero tanto por su calidad como por la vinculación al resto de su itinerario está claro que se integran en él -casi medio siglo desde Jimmy, Jimmy (1976) hasta El pulso de las nubes (2014)- como otro libro más, especialmente valioso a la hora de elucidar una poética desnuda, transparente, esencial que busca la hondura -Hondo es el resplandor (1998), se titula otro de sus poemarios- a través del despojamiento. El discurso lírico de Lostalé, meditativo, rítmico, admirablemente preciso, adopta tonos celebratorios o elegiacos, pero aparece siempre atravesado por la presencia del amor, referido a una vivencia íntima que es, como apunta Jaime Siles, solidariamente trascendida. Encontramos en sus prosas, como en sus versos, las gozosas o dolientes huellas de un arraigo que no contradice la permanente novedad del mundo.

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