Iberian & Klavier Piano Duo | Crítica

Compartiendo la piel

Laura Sierra y Manuel Tévar en el Alcázar

Laura Sierra y Manuel Tévar en el Alcázar / Actidea

Ravel, el gran orquestador, el mago del color, fue también pianista genial. Muchas de sus obras orquestales tuvieron origen pianístico, como la Rapsodia española, original para 4 manos. El mercado de las reducciones animó también al compositor en algunos momentos de su vida a hacer la operación inversa y pasar obras sinfónicas al piano: es el caso de su famoso Bolero o del Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, piezas que transcribió entre 1929 y 1930 para ese animal fabuloso que es el pianista de cuatro manos.

Los dúos de piano no son demasiado habituales entre nosotros, pero en los últimos años, dos de ellos han destacado: el de los hermanos malagueños Del Valle y este Iberian & Klavier Piano Duo, que forman Manuel Tévar y Laura Sierra, pareja artística y sentimental, y esto de la relación íntima parece cuestión no baladí. Cuando tocan a cuatro manos, los pianistas no sólo comparten un mismo concepto estético, comparten algo tan íntimo para un músico como su instrumento, su segunda piel.

La compenetración se da en cualquier caso por supuesta. Lo que admiró del dúo fue su extraordinaria sonoridad, compacta y pulcra, la capacidad de matización en los detalles más nimios y el trabajo exquisito con el tiempo. Cójase la Petite suite de Debussy, que completaba programa, y apréciese el contraste entre el tiempo trascendido del primer número y el febril burbujeo del segundo. El carácter revolucionario del Preludio del fauno no descansa sólo en su audacia armónica; su alquimia está estrechamente vinculada con los timbres de la orquesta, y Ravel no puede resolver esa cuestión, aunque el final creó una atmósfera entre embriagadora y mistérica. Soberbio el Bolero, articulado al detalle (esas notas picadas), bien calibrado el crescendo y bajo control ese difícil tempo constante.

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