Cante: José Menese. Guitarra: Antonio Carrión. Palmas: Los Mellis. Lugar: Teatro Central. Fecha: Martes, 3 de marzo. Aforo: Casi lleno.

Nos encontramos ante un cantaor de leyenda. Ese sería su único hándicap, si lo tuviera. El peso enorme del pasado. Acuñó, siendo un adolescente, y con la colaboración de Francisco Moreno Galván, una estética cantaora que ha creado escuela. Es el cante de la campiña sevillana. Cante bronco, directo, austero. Sin florituras. La emoción en estado puro. Las letras maravillosas de Francisco Moreno Galván, el último renovador del cancionero flamenco. Y, esporádicamente, de algún otro contemporáneo, como en las cantiñas de Isidro Muñoz. Y, por supuesto, la tradición. La tradición lírica y la tradición musical para una forma cantaora única.

Las fuerzas ya no son las mismas pero lo esencial permanece intacto. Menese se vuelca en cada tercio, en cada frase musical. Dice la letra como si acabara de nacer. Fue un renovador con piel de tradicionalista, como mostró a las claras el Romance de Juan García del bis en el que la guerra civil entró por vez primera en la lírica flamenca. El de La Puebla de Cazalla, de donde vino un autobús a verlo anoche, se siente identificado con la soleá, con la que cerró la primera parte del recital, y con la sobrecogedora seguiriya que lo cerró. Pero también hizo notables tientos, malagueña de Chacón con granaína y abandolaos, tarantos, polo y las mencionadas cantiñas. Antonio Carrión ha inventado una nueva forma de tocar la guitarra que se llama "el arte de acompañar a José Menese" porque es capaz de sacarlo de cualquier atolladero rítmico o melódico -como digo, las fuerzas ya no son las mismas-, con una naturalidad y un oficio encomiables. Además, ofreció unas bulerías en solitario plenas de compás y con guiños a sus ídolos: Melchor de Marchena, Diego del Gastor.