Cultura

Naturaleza muerta

Flamenco. flamenco. Director: Carlos Saura. País: España. Año: 2010. Duración: 92 min. Con: Miguel Poveda, Paco de Lucía, Farruquito, José Mercé, Sara Baras, Manolo Sanlúcar, Eva Yerbabuena, etcétera.

Día grande para el festival. Bajo la cúpula del Casino, una feria de film comissions de medio mundo: "visite Tailandia, plató natural". En el Lope de Vega, en un concurrido pase de prensa, Flamenco , flamenco, de Saura, gran apuesta, finalmente fuera de concurso, de la Sección Oficial. Dos caras de una misma moneda: el cine como pretexto o instrumento para la promoción turística, verdadero interés detrás de este festival.

La película, nosotros a lo nuestro, es una auténtica naturaleza muerta, cine inerte incapaz de dar vida o dialogar con la materia que tiene delante, duende en una jaula dorada, arte envasado al vacío, talento anestesiado. Casi sobra explicar que se trata de la repetición de una fórmula ya conocida (Flamenco y Sevillanas) y ampliamente sobreexplotada por Saura en la última década. Este regreso, empero, se empeña en echar por tierra todos y cada uno de los hallazgos que hicieron de aquellas dos cintas fundacionales sendas piezas de orfebrería clásica.

Para empezar, Saura y Storaro cambian la despojada y esencial austeridad de la escenografía original por unas telas y cuadros pintados (con Romero de Torres como gran protagonista) que no sólo absorben la luz hasta volverla inexpresiva, sino que difuminan y dispersan la ejecución de los cantes y bailes. Para continuar, la textura de imagen digital se nos antoja tremendamente plana y desaprovechada. Como colofón, la puesta en escena y el montaje alternan el movimiento y la quietud sin un claro criterio, es más, da la sensación de que la opción elegida para cada número o cada corte resulta precisamente la más contraproducente. Le dejaremos al colega Vergillos el análisis del repertorio y el elenco, aunque uno puede apuntar sin temor a equivocarse demasiado que la selección de Isidro Muñoz parece responder a criterios dudosos. Tan sólo el talento libre, indomable e imprevisible de Israel Galván, escondido en cualquier caso tras unos fondos espantosos, brilla en su elocuente silencio entre tanta postal animada para ferias de turismo y exposiciones universales.

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