Orfeo melancólico
El contratenor francés Damien Guillon debuta en solitario con un disco dedicado a las canciones de John Dowland.
Dowland: Lute Songs. Damien Guillon, contratenor Eric Bellocq, laúd Zig Zag Territoires (Diverdi)
Durante el reinado de Isabel I (1558-1603), Inglaterra vive una auténtica edad de oro musical. Si en los últimos siglos medievales la insularidad había provocado un aislamiento que permitió el desarrollo de sólidas tradiciones autóctonas, con la llegada del siglo XVI los contactos con el continente se relanzan y la música inglesa, sin perder algunas de sus singularidades, se pone a la última de los avances que se exportaban a toda Europa desde Flandes, el norte de Francia o Italia.
Posiblemente el gran compositor del periodo sea William Byrd, que tuvo especial dedicación al repertorio sacro, pero el arte profano florece también en las islas, permitiendo el desarrollo tanto de la música instrumental que, con el laúd como instrumento predilecto, no pierde sus referentes polifónicos, como de la canción que, en diferentes formas, iba a suponer el paso de la tradición pitagórica a la humanista, esto es, de la polifonía a la monodia acompañada, la gran novedad italiana del cambio de siglo.
En este terreno, pocos compositores tuvieron la fama y la trascendencia de John Dowland (1563-1626), viajero infatigable, laudista de reyes, católico en territorio comanche (no sólo la Inglaterra anglicana, sino las cortes protestantes alemanas de Brunswick y Hesse o la del rey Cristián IV de Dinamarca), autor de cuatro libros de canciones publicados entre 1597 y 1612 (un quinto, oficialmente editado por su hijo Robert, es en realidad una miscelánea del arte europeo de la canción a principios del XVII). Este corpus musical ha llegado con especial vitalidad a nuestros días, cuando hasta estrellas del pop le dedican su atención y sus discos.
Los testimonios de la época nos dibujan a un Dowland de carácter complejo, alegre por naturaleza, pero con tendencia a caer en profundas crisis de melancolía, en las que parecía regodearse con entusiasmo. Su música laudística, que pasa de las cinco horas de duración, se compone básicamente de danzas y fantasías y entre sus canciones, las hay de temática bien diversa, pero son las que se recrean en la soledad, la tristeza, el abandono, la oscuridad, la muerte las que han alcanzado mayor reconocimiento.
El joven contratenor francés Damien Guillon ha escogido para su debut discográfico en solitario algunas de esas canciones más célebres por su contenido entre desolado y melancólico (Sorrow, stay, Flow my tears, I saw my lady weep, Come Heavy sleep...), que se funden con piezas laudísticas de las mismas características y se contrastan con otras de humores más alegres y radiantes (Can she excuse my wrongs, Come away, Come sweet love, Fine knacks for ladies...). Refinado trabajo el de un Guillon de perfecta pronunciación y matizadísima prosodia expresiva, y de un Eric Bellocq que, armado con un liuto forte (mezcla de laúd y tiorba), no sólo aporta al dúo la solidez del bajo, sino que desarrolla cuando la ocasión lo requiere esos contrapuntos que completan la poliédrica personalidad de aquel melancólico Orfeo inglés.
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