En mitad de tanto fuego | Crítica de teatro

Quiéreme así

Rubén de Eguía da vida a Patroclo.

Rubén de Eguía da vida a Patroclo. / DAVID RUANO

La trinidad formada por el escritor-poeta Alberto Conejero, el director Xavier Albertí y el actor Rubén de Eguía consigue una propuesta bellísima e impactante. Con una desnudez pasmosa, nada de escenario, solo la palabra de Conejero, una iluminación envolvente que embruma consiguiendo pintar el aire como lo hacía Velázquez y una interpretación sobria y deslumbrante de Rubén de Eguía,  En mitad de tanto fuego es una propuesta destinada a hacer historia. No hay ambages, desde su minimalismo en los gestos, una mano que se ofrece cada vez que se habla de amor, y que, resaltada por la luz, parece crecer ante nuestros ojos se nos cuenta la relación  de Patroclo y de Aquiles. En boca del  débil, el hijo raro, que no se arrepiente de un primer crimen porque esa muerte le llevó a existir cuando conoció al semidiós Aquiles, el que estaba destinado a morir joven y con fama o el que viviría mucho pero no sería recordado.

Alberto Conejero escribe uno de sus mejores textos, un monólogo que llena de carne el sentimiento de estos héroes de la guerra de Troya pero que abominan, sobre todo Patroclo, de la misma, de los horrores, de las muertes inútiles, de los intereses que están por encima de los hombres. En el sacrificio del joven se me viene el recuerdo de Antinoo que se inmoló por su amante Adriano. La belleza que narra el autor reivindica el amor entre hombres y suena a verdad única.  Xavier Albertí provoca una cadencia sonora que Rubén de Eguía aprovecha desde su inmovilidad creando una nueva manera de hablar sobre el amor. Hay pasado y presente y su  profundo lirismo envuelve una reivindicación justa capaz, a su vez, de despertar el éxtasis.

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