Feria del Libro de Sevilla

El romance de las mujeres valientes

  • Christina Rosenvinge presenta su libro 'Debut' en un encuentro con Rocío Márquez.

  • Las dos intérpretes reivindican la importancia de la emoción y el riesgo como pilares de una carrera.

Márquez y Rosenvinge, ayer en la Feria del Libro de Sevilla.

Márquez y Rosenvinge, ayer en la Feria del Libro de Sevilla. / Feria del Libro de Sevilla

Cuando comenzó su carrera, Christina Rosenvinge descubrió en la palabra una aliada. "No tocaba la guitarra que te mueres, no tenía una voz rota como las que gustaban en el rock", admite, "y en los grupos nadie quería hacer las letras, de modo que yo empecé a escribirlas y a cantarlas". Su vínculo con el verbo, en todo caso, no era nuevo. "Mi hermana estudiaba Filología, mi padre leía mucho", rememora la madrileña, que también estaba predestinada a la poesía: fue la veneración de su progenitor por García Lorca la que acabó provocando que sus antecesores dejaran Dinamarca y se instalaran en España. Rosenvinge fue dando forma así, en sus discos, a narraciones conmovedoras y sutiles, configurando un discurso personal que ahora recoge en Debut. Cuadernos y canciones (Random House), por el que la cantante y la compositora se desplazó ayer a la Feria del Libro de Sevilla.

La visita a la capital andaluza se planteó en un formato inusual, como un diálogo con la cantaora Rocío Márquez en el que la atención no se centró tanto en la obra que presentaban como en la independencia y valentía con que ambas intérpretes encaran la música. La elección de la onubense no era casual: Rosenvinge le había escrito para su álbum Firmamento la letra del tema Almendrita, uno de los textos que aparecen ahora en Debut. "¡King Kong y Godzilla se citan en Tokyo! Pero en esta versión es Sevilla. Y las monstruas son rubias, salerosas y además se quieren", había bromeado horas antes en su cuenta de Twitter la creadora de discos como La joven Dolores o Lo nuestro, y el encuentro en Sevilla confirmó la gran complicidad que se da entre las dos.

"A Christina siempre la he admirado porque tiene algo que busco en un artista: la capacidad de reinventarse", valora Márquez. "Ella no ha tenido miedo de asumir riesgos, algo que no es fácil cuando has conocido el éxito comercial. Hay que ser valiente para buscar otro camino, para decidir que no estarás todo el día en las radios pero a cambio harás algo en lo que crees", prosigue la cantaora, que sintió "unas ganas de vivir tremendas" tras la lectura de Debut. En el recorrido de Rosenvinge, en la "sinceridad y el coraje" con que se retrata, en las inseguridades, las dudas y los desvelos en los que se fraguó cada disco y que se relatan en el libro, Márquez ha visto un ejemplo de que todo avance también conoce sus retrocesos y depresiones, ha aprendido que la vida y el arte no serían plenas sin el peaje de la vulnerabilidad. "Si nos queremos emocionar, nos lo tenemos que permitir", proclama.

Márquez ve en Rosenvinge "algo que busco en un artista: el afán de reinventarse"

Rosenvinge relata en Debut sus tensiones con las multinacionales, más interesadas en despachar productos convencionales y fáciles antes que creaciones marcadas por la búsqueda y el inconformismo. Ese debate de sucumbir o no a las modas y a los dictados del mercado se prolongó ayer en la charla, en la que también se habló de técnica vocal o de la ilusión como motor decisivo en una carrera. "Intentar agradar es el camino a la mediocridad", sentencia Rosenvinge. "A menudo pienso en cuántas propuestas geniales nos hemos perdido porque no se entendieron en su tiempo", lamenta la cantante.

Márquez, defensora de un flamenco tan arraigado en los cánones como permeable a la experimentación, sostiene que "o el criterio está dentro de una o te vuelves loca". Lo comprobó en un recital al que asistió como público en la Fundación Cajasol, una actuación que provocó en ella una emoción profunda y que sin embargo exasperó a otro espectador que se quejó de la frialdad de aquellos cantes. "Estar pendiente del qué dirán es el demonio", considera la andaluza.

Las sensibilidades afines de las dos intérpretes estaban llamadas a entenderse. Los primeros contactos se produjeron tras un concierto en Madrid de Márquez, cuando ésta le confesó a Rosenvinge que más de una letra del patrimonio jondo se le atragantaba por su machismo, que quería aportar al repertorio una mirada femenina. Rosenvinge se ofreció a escribirle algo; su interlocutora no tardó en aceptar la invitación y le encargó un romance para su Firmamento. Para la madrileña, ese desafío suponía en cierto modo volver a sus raíces: "En mi casa se oía mucho flamenco, y aunque había vivido de espaldas a eso, era algo que tenía en el ADN", cuenta Rosenvinge, que dejó asombrada a Márquez con la intensidad con la que se entregó a la causa. "En la siguiente conversación que tuvimos, Christina poseía un conocimiento del romance que ni la Magna antología del cante", recuerda divertida su amiga.

Reencontrarse con todos los vinilos de flamenco gracias a la preparación de aquel tema, Almendrita, caló en el ánimo de Rosenvinge. "Ponía esos discos y se me aparecía mi padre", relata la creadora, que ha detallado en numerosas ocasiones cómo esas escuchas la llevaron a componer el emocionante Romance de la plata, en el que su autora se reconciliaba con su progenitor fallecido. Ayer, Rocío Márquez cantó ante un auditorio estremecido esa letra rotunda de Rosenvinge en la que el amor se impone sobre el tiempo: "Cómo no voy a entenderte, padre, si es mi misma soledad".

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