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Solistas de la ROSS | Crítica

Relajada matinal de clarinetes

Domínguez, Fernández, Romero y Szymyslik en el Espacio Turina

Domínguez, Fernández, Romero y Szymyslik en el Espacio Turina / Guillermo Mendo

No tiene por supuesto la trayectoria, el prestigio ni el repertorio del cuarteto de cuerda ni tan siquiera los de sus primos los saxofones, pero también hay música escrita para el cuarteto de clarinetes, y si hace falta más, se arregla.

Los clarinetistas de la ROSS usaron los dos recursos para un recital dominado por la distensión, la jovialidad y el divertimento, caracteres ya pegados a esa Obertura de Candide de Bernstein del arranque, puro alborozo, que marcó bien el transcurrir de todo el concierto. Lo mismo en las obras en las que las voces de los clarinetes tejían armazones polifónicos (muy especialmente el Divertimento de Alfred Uhl) o allí donde dominaban las melodías acompañadas, el cuarteto brilló por su profundidad (magnífico siempre Félix Romero con el bajo, pero muy especialmente al final, en los arreglos de Piazzolla y Gershwin) y por la claridad en la separación de las voces, lo que se apreció aún mejor en los 3 Divertissements de Tomasi, porque están escritos para cuatro instrumentos en la misma tesitura (soprano): los cuatro quedaron perfectamente individualizados, a veces sonando unos como ecos de los otros.

Aunque se impuso ese tono en general exultante, no faltaron momentos de contrastes agudos, como en la Historia del tango de Piazzolla, con el melancólico Café 1930 entre las otras dos piezas interpretadas, o en los Tres preludios pianísticos de Gershwin, que sonaron en las voces de los clarinetes aún más jazzísticos, y alcanzaron en el intermedio una elegancia hecha a la vez de confidencia y de misterio.

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