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arte | La investigación se recoge en un libro editado por la galería rafael ortiz

Vanguardia para un gran barrio

  • Antonio Barrionuevo glosa el trabajo realizado por Santiago del Campo en las iglesias de San Pablo, que propone revisitar como hitos de la modernidad.

Los Sentidos, el sello editorial de la galería Rafael Ortiz, acaba de publicar el libro Santiago del Campo. Escenógrafo, donde el catedrático de arquitectura Antonio Barrionuevo pone en valor el trabajo que el artista realizó entre 1966 y 1971 en las iglesias del Gran San Pablo. La obra, que cuenta con un atractivo diseño del estudio de Manuel Ortiz, se enriquece además con la reproducción de los bocetos y dibujos originales de Santiago del Campo y con textos introductorios de dos coetáneos y amigos del homenajeado, Carmen Laffón y Luis Gordillo, que glosan sus virtudes con fidelidad y cariño.

Del Campo (Córdoba, 1928-Sevilla, 2015) fue un artista muy popular a lo largo de su rica trayectoria y también muy querido, pero pocas personas -incluidos los clientes que le encargaban retratos o los seguidores del Sevilla F. C. que admiran su mural cerámico para el estadio Sánchez Pizjuán- conocen la calidad del trabajo que desempeñó en los años 60 en cuatro templos situados al este de la ciudad, que enriqueció con vanguardistas vidrieras, reclinatorios, viacrucis y baptisterios.

"Los años 60 fueron extraordinariamente fértiles en Sevilla en todos los campos, incluida la arquitectura. Fue en esa década cuando se construyó San Pablo, que sigue un modelo parecido al Gran San Blas de Madrid: barrios que son casi una ciudad, pensados para albergar a 58.000 habitantes. Sevilla, tal vez por el esplendor de sus templos mudéjares y barrocos, aún se reconoce a sí misma principalmente a través del casco histórico y no ha atendido como debe a su periferia, donde se encuentran también templos magníficos como estos", reflexiona Barrionuevo.

Al usar el término "escenografías" para referirse al programa iconográfico desarrollado por Del Campo en las iglesias de San Pablo, Nuestra Señora del Pilar, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, Antonio Barrionuevo ha querido enfatizar "que el trabajo que desarrolló era un conjunto y no una suma de obras exentas". Del Campo, que siempre tuvo mucha vinculación con las artes escénicas -llegó a realizar escenografías para diversas compañías y tiene varios hijos intérpretes, como Diana Peñalver (actriz) o Aquiles y Gautama del Campo (músicos)- realizó el tratamiento artístico completo de estos espacios. "Los arquitectos habían hecho la caja magnífica de los templos, que le entregaban sin solería, sin vidrieras, sin detalles. Así que él tenía que cerrar los ojos e imaginar cómo iba a ser la atmósfera que daría a esa nave -entendida en términos espaciales y constructivos- la categoría de templo", continúa.

Barrionuevo no oculta su alegría por el interés que ha suscitado su investigación y el libro que la recoge, presentado días atrás en un concurrido acto en la Academia de Bellas Artes de Sevilla, donde sorprendió al gran público la calidad del trabajo plástico y arquitectónico desarrollado en el barrio. "El delegado de Cultura y Urbanismo, Antonio Muñoz, me está planteando desde el Consistorio la posibilidad de hacer una visita guiada a las iglesias de San Pablo; también el párroco del Pilar quiere que realicemos allí otra presentación del libro. Creo que se empieza a tomar conciencia de que en las iglesias de San Pablo se llevó a cabo algo culturalmente valiosísimo".

La obra de Santiago del Campo, que fue un excepcional pintor y dibujante, abarcó muy diversos campos, incluidos el muralismo, la cerámica, el mobiliario, la ilustración gráfica o el cartelismo. Nacido en Córdoba, su familia se trasladó a los pocos meses a Sevilla. Aquí descubrió su vocación artística al quedarse impresionado por una exposición de Romero Ressendi, lo que le llevó a dejar los estudios en la facultad de Derecho para cursar la carrera de Bellas Artes, donde coincidió con Carmen Laffón y José Luis Mauri, entre otros. En 1957, al poco tiempo de casarse con la escultora Manuela Peñalver, obtuvo la Beca Velázquez, que le permitió completar sus estudios artísticos en Roma. Un año después, tras el nacimiento de su primer hijo, el hoy célebre fotógrafo Claudio del Campo, recibe otra beca para estudiar en París y retomar el contacto directo con las vanguardias. Ese período resultará crucial para su labor en San Pablo, donde plasmará su interés por la obra de los italianos Marino Marini, Giacomo Manzù o Emilio Greco, o por los diseños del arquitecto Eero Saarinen.

"Santiago del Campo sabía que en los años 50 lo que estaba más valorado en el mundo de las artes plásticas era la abstracción. Pero, pese a su gran conocimiento de los movimientos artísticos europeos, él tenía una realidad propia y debía mantener con su trabajo a su numerosa familia en un contexto social, la Sevilla de la época, que prefería el realismo. De ahí que la mayor parte de su excelente producción pictórica la hiciera figurativa", refiere Barrionuevo.

Sin embargo, cuando le llegó la oportunidad de crear los elementos iconográficos de las iglesias de San Pablo, al tratarse de un encargo que contaba con un presupuesto cerrado, el pintor dio rienda suelta a su apetito por la modernidad y a las enseñanzas adquiridas en Roma y París. En sus luminarias o reclinatorios comenzó a introducir, de manera casi frenética, motivos del arte concreto, del constructivismo ruso, de la abstracción geométrica, del expresionismo alemán... Y a expresar su admiración inquebrantable por artistas como Joseph Albers o como Malevich, a quien citará en su gran lámpara del baptisterio de San Ignacio de Loyola.

"Pese a su eclecticismo, a la inquietud con que vertió en las cuatro iglesias sus conocimientos, todas ellas resultan conjuntos extraordinariamente unitarios", prosigue Barrionuevo. La clave de esa mezcla de atrevimiento y coherencia estéticos radicó en la libertad que le dieron los arquitectos para poner en práctica sus escenografías. A Antonio de la Peña Neila lo había conocido cuando éste le encargó realizar unos murales para cubrir los aparatos de refrigeración del bar El Coliseo Chico. Peña Neila fue quien lo vinculó al proyecto al encargarle el viacrucis y el mosaico de la entrada de San Pablo, iglesia inaugurada en 1964 por el cardenal Bueno Monreal y donde, en 1969, se estrenó la primera Misa Flamenca de España, en la que el guitarrista José Cala El Poeta acompañó los cantes de Antonio Mairena, Naranjito y Luis Caballero.

De los cinco barrios que componen San Pablo, Luis Recasens fue el encargado de proyectar las iglesias de los barrios A -San Pablo- y D -San Ignacio de Loyola-, y Peña Neila formaba parte de su equipo. Los barrios B y E fueron proyectados por un equipo dirigido por Rafael Arévalo Camacho, y en ellos se incluyen las iglesias de Nuestra Señora del Pilar y la de San Francisco Javier, la más alejada del casco histórico. Arévalo y Recasens eran los arquitectos principales de la Obra Sindical del Hogar y de la Artesanía, institución a la que Franco encargó levantar el proyecto de San Pablo, cuyo programa de edificación complementaria incluía tanto la iglesia como la vivienda del párroco así como las dependencias para catequesis y apostolado.

Para Del Campo, retratar a Cristo fue el reto más peliagudo de su carrera, "por la dificultad de lograr que la imagen resultara a la vez humana y divina", solía decir. Sus hitos artísticos para estos templos son numerosos: entre ellos, el retablo del sagrario de San Pablo, donde representó La Oración en el Huerto incluyendo olivos centenarios del Aljarafe basados en sus apuntes del natural; el Cristo crucificado del altar mayor del Pilar y la luminaria sobre la pila bautismal, así como la composición de maderas recicladas de un naufragio; también el Cristo y los reclinatorios de San Ignacio de Loyola, además de su baptisterio, donde dos óleos sobre tabla ilustran el estado espiritual antes y después del bautismo. Aquí todas las figuras son reconocibles: desde miembros de su familia a una bellísima y juvenil Juana de Aizpuru vestida de negro, madrina de su hijo Gautama. De San Francisco Javier destaca el altar al completo y la virgen neogótica esculpida por Manuela Peñalver, hoy en la catequesis.

Más de medio siglo después de que se inaugurara la primera de las iglesias de San Pablo, es tiempo también de reflexionar sobre su conservación. "La Iglesia debería tomar conciencia de este excelente patrimonio y cuidar las iglesias contemporáneas para no estropear las atmósferas maravillosas que tenían cuando fueron proyectadas", reclama el autor en el último capítulo del libro, cuya redacción contó con la complicidad de toda la familia -además de las fotografías de Claudio del Campo, hay un hermoso texto de su hija Salomé, también pintora- y con la participación activa de Santiago y de su segunda mujer, Pilar Esteban, con quienes Barrionuevo y un grupo de alumnos mantuvieron numerosas tertulias en su casa-estudio de Simón Verde.

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