El amor, disfrutado sin límites de edad

La cineasta Julie Gavras aborda con humor el tema en 'Tres veces 20 años'.

Imagen de la película 'Tres veces 20 años', de Julie Gavras.
Imagen de la película 'Tres veces 20 años', de Julie Gavras.
Marta Garde (Efe) / París

30 de marzo 2012 - 05:00

Julie Gavras, hija del director Costa Gavras, aborda con humor en Tres veces 20 años el tema manido del amor en la tercera edad, colocando a sus personajes al frente de su declive matrimonial al mismo tiempo en que atraviesan respectivas crisis personales por la edad.

Isabella Rossellini y William Hurt le sirven de vehículo en esta cinta, que se estrena hoy en España en algunos cines, para reflejar que pese a los estereotipos imperantes sigue habiendo pulsiones e ilusión en una etapa en que parece que deberían quedar desterrados de la sociedad.

La historia de Mary y Adam crece en un momento en el que ambos descubren sorprendidos que forman parte ya de la categoría 'sénior', etiqueta en la que uno no se reconoce y que la otra asume con un pragmatismo excesivo que la acaba haciendo irreconocible ante los ojos de los demás.

Y la directora quería, según explicó en la presentación del filme en París, enviar un "mensaje positivo", reflejar que "puede ser una fase alegre pese a que la imagen dada sea más violenta".

No faltan los conflictos con los hijos adultos ni los miedos al ver el propio cuerpo consumiéndose, pero la sorpresa con la que cada uno constata que avanza hacia el final del camino no es exclusiva, señaló Gavras, de quienes ya han cumplido los sesenta.

"Hay estudios sociológicos que demuestran que todos solemos tener la impresión de tener ocho años menos", indicó la realizadora, que durante seis meses se sumergió de lleno en el mundo de la tercera edad abonándose a revistas dirigidas a ese público y leyendo y viendo todo lo que hubiera sobre el tema.

Ese trabajo de exploración le divierte, apuntó, y es la razón por la que decidiera dedicarse a un oficio que, tras su primera incursión con La culpa es de Fidel, le ofrece la sensación de "viajar a otro planeta" y no hacer siempre lo mismo.

Su padre, el director francés nacido en Grecia y figura sobre la que no puede evitar que se le pregunte en cada entrevista, influyó de manera indirecta en el germen de esta película, cuando al viajar por todo el mundo recogiendo los honores por el cuarenta aniversario de la película Z le hizo pensar que pese a ser una vivencia extraordinaria, ya tenía "una edad".

Esos mismos sentimientos encontrados aparecen en el personaje de Hurt, ídolo de juventud de la realizadora que se presenta en esta ocasión como un arquitecto de renombre pero que entró en la historia de la arquitectura sin haberse sabido renovar.

Encontrar a quien fuera hacer de su mujer en la ficción, sostiene Gavras, no fue obvio porque la criba de hallar a una actriz que no se hubiera retocado la cara y que aceptara reconocer en la pantalla su edad dejaba muchos nombres fuera.

El trabajo de Rossellini en Green Porno, la serie de cortos que realizó sobre la vida sexual de los insectos, en los que no dudó en vestirse de mantis religiosa o de mosca para escenificar los rituales amorosos, le hizo ver que era alguien que a la fuerza contaba con "una gran dosis de humor". Con el sí de la actriz le fue fácil convencer al resto y rodar con ambos esa película en inglés, no tanto por cómo esa opción facilitaba su venta en el extranjero, sino para poder crear una pareja "original" que dos actores franceses no habrían hecho creíble.

El resultado se impregna de ese prisma optimista con el que se acompaña a los personajes hasta que finalmente encuentran su lugar, que deja pensar que las crisis existenciales y de pareja no son exclusivas de ninguna edad.

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