Cultura

La arquitectura moderna, hilo de Ariadna

  • Daniel Bilbao indaga con dibujos y pinturas en el paisaje y la construcción geométrica

Construir encierra siempre una relación con la naturaleza. En tiempos, esta relación fue sobre todo defensiva: edificar equivale a hacer o levantar muros, aedes, si bien esta palabra latina procede de un término con el que los griegos designaban la morada. Esta separación defensiva del medio natural se suaviza en el Renacimiento, cuando la casa se prolonga en el jardín y éste a su vez (como imagina un célebre amante de Lucrecia Borgia, Pietro Bembo) conecta con la naturaleza. Pero no faltan llamadas a la prudencia, como la de Vasari que desaconseja edificar en lugares pintorescos porque suelen tener poca defensa contra los desórdenes naturales. Es en la época moderna donde surgirá una relación más estrecha entre el lugar de habitación, la morada, y el entorno natural. Daniel Bilbao (Sevilla, 1966) ha recogido cinco momentos de este proceso: desde Rietveld a Graham Philips, pasando por Gropius, Mies Van de Rohe y Arne Jacobsen.

El atractivo de estos edificios para un pintor es en principio el contraste entre las exactas formas arquitectónicas y el medio natural articulado por líneas y volúmenes orgánicos, diferentes tintas de color, todos tocados por diversas gradaciones de luz. Este contraste que se hace particularmente claro en los cuadros dedicados al Rietveld Pavilion (hoy, de nuevo reconstruido, en el Museo Kröller-Müller) y la Rothemborg House de Arne Jacobsen. En ellos, Bilbao confiere especial firmeza a los planos y exacto rigor a la línea de los edificios, mientras que en las praderas del jardín y las arboledas, una pintura mucho más suelta hace presente el acontecer natural que en realidad impregna el cuadro entero porque la luz pone siempre una nota de precariedad en las arquitecturas. Esto es particularmente claro en el apasionado lienzo dedicado a la Skywood House de Graham Phillips.

Pero Daniel Bilbao une a su condición de pintor la de dibujante, sazonada además por un afán que le impulsa al análisis de formas y al estudio de materiales. Tal vez por ello encuentra una fuente de ideas en la arquitectura. Especialmente en estas, dado su carácter analítico. No suele tenerse en cuenta hasta qué punto estos autores (arquitectos y diseñadores) cambiaron nuestro modo de vida. En los años que median entre las dos guerras mundiales, Rietveld, Doesbourg y el propio Mondrian en Holanda, Le Corbusier en Francia y los maestros de la Bauhaus (entre ellos Gropius y van der Rohe) en Alemania idearon un modo de habitar que alteraría nuestra cotidianidad. No era sólo un ejercicio de racionalización sino una manera de ordenar y amueblar el día a día de una sociedad que no se resignaba a las viviendas insalubres y precarias de las primeras ciudades industriales y rechazaba el falso oropel del historicismo y del mueble de época. Ellos hicieron posible, con su mirada racional, un modo de vivir diferente.

La impronta de aquellos autores es la que recoge Daniel Bilbao en diversos trabajos aparte de los óleos. En primer lugar destacan las obras que llamaríamos falsas grisallas: piezas sobre tabla donde el dibujo y la pintura cooperan entre sí sabiamente. Decir que el trazo construye y precisa, y la pintura añade diversos énfasis no sería exacto. Es verdad que así podría definirse el trabajo sobre la Farnshouse de Mies van der Rohe, al destacar la estructura con un brillante amarillo, pero la mirada atenta descubre fácilmente en la pieza rasgos de una sutil construcción pictórica. Lo mismo ocurre con otro trabajo centrado en otra obra del mismo autor, la Neue Nationalgalerie de Berlín. La gran caja de cristal aparece con toda su transparencia en una obra que el aficionado no debe dejar de ver en el almacén de la galería.

También en el almacén hay interesantes trabajos en grafito (al que a veces se añade sanguina) sobre papel milimetrado. Entornos arquitectónicos, algunos muy familiares para el asiduo a las galerías de arte, en los que es decisivo el punto de vista elegido por el autor porque, más que describir, indagan el espacio y en consecuencia lo construyen.

De nuevo en la sala de exposiciones, un tercer grupo de obras, quizá las más interesantes de la muestra. Son dibujos, breves de formato (9 x 16 cm) pero de singular elegancia. Sobre madera levemente tratada se ha trabajado con punta de plata, lo que da a las piezas especial delicadeza y sorprendentes matices: el trazo, en estas obras, parece surgir del soporte en vez de haberse depositado sobre él. A ello se une la indagación de formas: los dibujos buscan intervenir las arquitecturas, introduciendo alteraciones, examinando estructuras, ensayando nuevas relaciones con el entorno. La muestra es en suma índice de un esfuerzo sostenido, casi un programa, en el que la arquitectura moderna, como hilo de Ariadna, sirve de guía para indagar el paisaje, la construcción geométrica y las posibilidades del dibujo y la pintura.

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