Carín León: la voz de México y el eco de Sevilla

Icónica Santalucía Sevilla Fest

El cantante y compositor mexicano trajo a Icónica Santalucía Sevilla Fest la fuerza expresiva de su tierra natal, en una Plaza de España a la que acudieron 6000 personas

Carín León.
Carín León. / Mauri Buhigas

Aborda Icónica Santalucía Sevilla Fest su recta final. Una recta que en la noche de ayer, en la Plaza de España, apuntaba hacia México, con el concierto del cantante y compositor Carín León. Tiene su lógica en un edificio que fue construido para simbolizar esa hermandad -esa cercanía que ocupa siglos- entre América y España. "Un lugar esplendoroso. El lugar más bonito donde he tocado", afirmó el mexicano al inicio de su fiesta, observando con admiración las torres del monumento. Estas quedaron iluminadas de color rojo. Como si pasaran vergüenza ante el piropo.

Comenzó la celebración con un vídeo en el que León da buena cuenta de su rugido -perdonen el ingenio fácil-, de su fuerza expresiva, de su carisma a la guitarra, de esa garra de voz tan propia de su México natal. Me la aventé fue el primer tema que sonó en el escenario de Icónica Santalucía Sevilla Fest. Una nutrida banda acompañaba al compositor. Sonidos y luces estridentes que iluminaban a un público entusiasta. A un público entregado a la causa. Respondían con idéntica intensidad el viento de las trompetas, la percusión de la batería.

En este inicio del concierto -donde Carín León quizá fue algo apresurado- ya se percibía esa voz tan personal de la cultura mexicana; voz que es un eco de Sevilla y de la Baja Andalucía. O al revés. Ya se sabe: el interminable e histórico viaje de ida y vuelta entre estos dos territorios del mundo. En Me está doliendo -canción que el mexicano comparte con Alejandro Fernández- se relajó el ritmo aveloz de la velada. Ahora le tocó el turno a la balada. Una balada con la que el cantante emocionó a los seguidores congregados. "¡Salucita, compas!", dijo el cantante al fin del siguiente tema, Si tú me vieras. Sin mucha pausa continuó Carín León con su enérgico recital. Conmoción entre el público en cuanto el mexicano tiró su sombrero. Un sombrero que el cantante sustituyó por una gorra más discreta. Pero más impersonal.

Si tu amor no vuelve representó la típica canción mexicana de desamor y cantina. "No hay nada mejor para curar el alma que un vallenatito", declaró León. "Te odiaré. / Si no vuelves no hay / remedio, te odiaré. / Y aunque / parezca absurdo el tiempo, te amaré. / Pues está claro no puedo vivir sin ti". La fiesta, a estas alturas de la noche, recordaba al color melancólico, a despedida y cierre de juerga, en un popular tex-mex que abre a altas horas de la madrugada en la feria de Sevilla.

Se cumplía casi la hora de concierto y ya teníamos suficiente material para apuntar la siguiente certeza: qué bien se cantan las penas en la canción popular de México -al igual que en el flamenco de Andalucía, de nuevo la voz y los ecos-. Con Ese vato no te queda se presentaron los ritmos más pop y urbanos. El estilo más comercial. Un cambio de registro aplaudido y esperado. Al igual que lo fue Te lo agradezco, tema coreado en la pista de una Plaza de España que cada vez se parecía más a la plaza Garibaldi. "Este amor a ti te quedó grande", entonaba el cantante. Quizá ese amor sí. Pero no este lugar de la ciudad de Sevilla. Este monumento de Aníbal González que una vez más fue prueba de nuestra vinculación con América. Mientras tanto, entre tema y tema, Carín León sacaba tiempo para firmar banderas paisanas, sombreros y más sombreros.

"Tú, y de nuevo tú / dejas que naufrague justamente en ti. / Tú, mi locura, tú. / Me atas a tu cuerpo, no me dejas ir", interpretaba el mexicano. Los seguidores correspondían, cálidos, en una noche fresquita de julio -ese milagro que agradecemos-. Se coreó ahora No es por acá. Ritmos festivos, humo en el escenario, un final apoteósico en lo vocal. Dio la nota -en el mejor de los sentidos- Carín León. Dedicatoria a los fans. Aplauso torrencial. Vivas a Hispanoamérica y a Sevilla. Más de "¡Salucita, compas!".

Otro momento del concierto.
Otro momento del concierto. / Mauri Buhigas

A la hora y poco del concierto llegó el homenaje al gran José Alfredo Jiménez -"vamos a improvisar ahora", avisó Carín León. Te solté la rienda fue el popular tema escogido para el tributo. Ay, ay, ay -el ay, ay, ay mexicano que cualquiera aquí leería-. Sonidos de tuba grave para acompañar a la letra dolida. Sudaba Carín León en el escenario. En una puesta sentida y sentimental. Viva y vibrante.

Al hablar de "españoles", Carín León lo entendía como "hermanos". Tras esa declaración llegó la mítica Aunque tú no lo sepas, reminiscencias del poema de Luis García Montero, de la voz de Enrique Urquijo o de Quique González. Encendía León el mar de los labios del público. Y también la emoción de cada mirada y de cada gesto. Quizá de los instantes más altos del concierto. Aquí rompió la noche el bueno de Carín León.

Los mexicanos cantan muy bien la pena amarga. Pero también bordan el carisma. Esa seducción sedosa. Ese juego sabrosón y rumboso de temas como Una vida pasada -que cuenta con la colaboración de Camilo-. Imposible no ceder al sinuoso movimiento de cadera tan latino, tan disfrutón. Se animó la fiesta con Que vuelva. Y siguó ese son son del Caribe. Esa gracia que nos contagia y que nos llama a la celebración y al júbilo compartido. También a no temer el ridículo -bien está eso-.

El concierto de Carín León cerró con ese ritmo acelerado y enérgico con el que empezó. El mexicano iba a dormir bien esta noche. Los sevillanos, igual, entre el fresquito inesperado de julio. De nuevo la correspondencia. De nuevo las voces y los ecos entre esta tierra y aquella. Entre México y Andalucía.

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