Un tributo a Vicente Lleó Cañal

El catedrático que hizo de Sevilla la Nova Roma

  • Vicente Lleó fue académico pero en absoluto academicista. Un sabio en permanente cruzada contra la vulgaridad que  parapetaba su ironía tras la coraza profesoral

Vicente Lleó Cañal, retratado hace unos años en su hogar.

Vicente Lleó Cañal, retratado hace unos años en su hogar. / Antonio Pizarro

Cada vez que hemos usado la expresión Nova Roma para referirnos a Sevilla en feliz analogía cultural y geográfica somos deudores de Vicente Lleó Cañal. Este catedrático de Historia del Arte dedicó un exhaustivo estudio a profundizar en esa romanización de Sevilla. No tengo a mano su currículum ni su impresionante palmarés de publicaciones y reconocimientos, pero asocio su magisterio, su pasión por la ciudad, con mi primer descubrimiento recién llegado como joven periodista. El precoz contacto con profesores como Lleó, García Baquero, Rafael Manzano o Enrique Valdivieso me prestó unas herramientas para cierta acrobacia intelectual, perdón por la pedantería que no me disculparía el profesor Lleó Cañal, en virtud de la cual uno aprende a amar la ciudad en la que vive y disfruta viviendo en la ciudad que ama. Un amor prensado de conocimientos, aunque éstos estén hechos de materiales tan inasibles y etéreos como el azahar, el incienso o el paso del tiempo.

Con Vicente Lleó Cañal aprendí que la Historia del Arte es mucho más que una disciplina académica, es Historia con mayúsculas, el Arte de la Historia. Nada ocurre por azar en la vieja Hispalis que fue Nova Roma, el nombre de la mítica pastelería de Asunción esquina con Virgen de Luján en la que tenía su despacho oficioso Plácido Fernández Viagas. Recuerdo la brillantez de su réplica al discurso de ingreso de Ignacio Medina, duque de Segorbe, como nuevo miembro de la Academia de Buenas Letras. Lleó Cañal académico, pero en absoluto academicista. Uno se lo imagina en una permanente cruzada contra la vulgaridad, parapetado tras una coraza profesoral dando rienda suelta a la ironía del ensimismamiento, a un diálogo casi místico con la ciudad que otros sólo consideran una matrona de ruidos, piedras y decretos. Nunca se lo dije, pero le debo mucho a personas como él para hacer más llevadero el siempre tortuoso proceso de ir descubriendo una ciudad que muchas veces no se deja. La pandemia ha traído un inesperado oscurantismo milenarista que hace más necesaria la búsqueda de pretéritos esplendores que nacen de la sensibilidad y la inteligencia. Dos flores que no dejamos de pisotear todos los días.

Nos hemos cruzado cientos de veces por la calle, en exposiciones, presentaciones de libros, con la cortesía de un saludo superficial pero sincero. ¿Qué fue de la Nova Roma? Apenas quedan remiendos de ese título que evoca clasicismo y elegancia y que permanece como una hermosa antigualla en este viaje de los acueductos a las rotondas, de los condottieros a los youtubers. Hasta el dueño de Amazon ha dejado el timón de la empresa. Nunca debimos dejar el Mississipi.

Como tributo al profesor Lleó Cañal habría que reeditar su libro sobre Nova Roma. Del Barroco se evaporaron los genios, sólo nos quedan los temblores. En puertas del cuarto centenario del nacimiento de Valdés Leal, cartelista eterno de estas novísimas postrimerías, el arte y la historia se unen en el crespón negro por uno de sus hijos más preclaros.

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