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Crítica de Música

Mucho más que un concierto

Nicholas Dautricourt fue para mí una de las más agradables sopresas del último Festival Turina. Un violinista de sonido lleno, recio, pero a la vez lírico y elegante, capaz de infinitas sutilezas de arco y de una versatilidad estilística absoluta. Reencontrarlo trabajando con un importante grupo de jóvenes instrumentistas de cuerda llegados de toda España fue una confirmación.

El canto de su violín en el arreglo de la canción de Fauré resultó arrebatador, y cuando la obra de Svendsen transitó de la dulzura al drama su violín se hizo más denso y más rico en armónicos. Al final, en Piazzolla impuso la flexibilidad del arco, dominando el tempo y su plasticidad. En todos los casos los jóvenes acompañaron con buen empaste y correcto equilibrio.

En la primera parte, el Quinteto de Dvorák, de sonoridad tan americana, quedó marcado desde el principio por un sentido urgente de la acentuación y del fraseo. El vigor rítmico se impuso por encima de la sutileza y del matiz en una interpretación vibrante, que sólo descansó en las variaciones del Larghetto (e incluso la última arrancó con ataques hercúleos). Algo parecido ocurrió con la juvenil Op.11 de Shostakóvich, obra de polifonía compleja, ritmos obsesivos y alternancia entre solistas que exigieron a los jóvenes convocados agilidad y solidaridad a partes iguales, lo que cumplieron con nota.

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