El creador que vivió varias vidas

Exposición en el CAAC

El CAAC acoge la primera retrospectiva dedicada al sevillano José Luis Castillejo, padre de la escritura experimental en España, además de coleccionista, crítico de arte y diplomático

'El libro de las arrugas', una de las series que se exponen.
'El libro de las arrugas', una de las series que se exponen. / José Ángel García
Braulio Ortiz

06 de noviembre 2018 - 20:32

José Luis Castillejo fue varios hombres en una única, pero fascinante, vida. Nació en la calle San Pablo de Sevilla en 1930 y murió en Houston en 2014, y sólo en su infancia residiría en Marsella y Buenos Aires. Desarrolló una intensa carrera diplomática en destinos como Washington, Argel, Bonn, Stuttgart, Nigeria o Houston, e incluso fue director de relaciones con la Santa Sede, pese a haber "estado en contacto con grupos que conspiraban contra la dictadura" y no ser "muy religioso desde un punto de vista ortodoxo". Fue coleccionista entregado -especialmente de pintura abstracta americana-, crítico y ensayista, y estuvo siempre en contacto con los creadores más audaces de su momento. Se implicó durante un tiempo en el grupo Zaj, y hablaba de una doble liberación, cuando lo aceptaron y cuando le dieron "la patada". No se consideraba a sí mismo artista tanto como escritor: fue el representante más destacado de la escritura experimental en España. Fue todos esos hombres y alguno más: añadió, como señala el investigador Juan Antonio González Fuentes, "muchas inexactitudes a su propia biografía con el objetivo de divertirse y confundir a sus posibles biógrafos".

Ahora, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) acoge TLALAATALA: José Luis Castillejo y la escritura moderna, la primera retrospectiva dedicada a Castillejo, una muestra coproducida por el Musac de León y el Archivo Lafuente que pone de manifiesto la absoluta independencia de este autor mediante un recorrido por las obras que propuso, un material "que en su gran mayoría, un 80%, no se había mostrado", aseguran los comisarios Manuel Olveira y Henar Rivière.

Los comisarios de la muestra, Henar Rivière y Manuel Olveira.
Los comisarios de la muestra, Henar Rivière y Manuel Olveira. / José Ángel García

Castillejo no emprendería su carrera artística hasta bien entrado en la treintena, en 1966, cuando conoce a Juan Hidalgo y el estimulante diálogo con sus compañeros en Zaj le anima a publicar sus dos primeros libros, La caída del avión en el terreno baldío (del mismo año 66) y La política (1968). Pero la investigación radical que lleva a cabo se intensifica tras su expulsión del grupo. Entre sus apuestas se encontraría The Book of i’s (1969), en el que Castillejo rellena sólo aquellas hojas cuya cifra -en inglés- contienen la vocal del título, el único signo que aparecerá en un libro de 400 páginas; El libro de los errores (1975-1976), donde encuentra inesperadas posibilidades a un borrón que derivará en imágenes como la cruz y con el que representará "el drama de la humanidad"; o un antialfabeto en el que acuñó un nuevo sistema tras probar infinidad de combinaciones.

Cansado de que su trabajo no hallara la resonancia que esperaba, Castillejo interrumpió su producción artística en 1978, un parón que duraría casi dos décadas. "A pesar de haber realizado contribuciones decisivas para el devenir del arte y, sobre todo, de la escritura, su trabajo ni ha llegado, ni ha sido valorado ni reconocido más que por unos pocos", argumenta Olveira en el libro editado para la ocasión, José Luis Castillejo y la escritura moderna. Curiosamente, fue una exposición dedicada a Zaj en el Reina Sofía, y el apoyo que le proporcionaron Walter Marchetti y José Antonio Sarmiento , los que facilitaron su regreso a la creación, con ejercicios tan libres como La caída de Constantinopla (2009), donde a partir de la referencia concreta a un hecho histórico sugiere poderosos juegos formales; o El escritor (2013), donde a través de fotocopias recuerda uno de sus pocos momentos de gloria: en un retrato firma el catálogo de aquella exposición que el ReinaSofía dedicó a Zaj en 1996. Ahora, el CAAC reivindica -hasta el 13 de enero- el legado de un escritor cuya excepcional rareza pagó el ingrato precio de la soledad.

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