Un espectáculo muy físico

Crítica de Flamenco

Juan Vergillos

02 de junio 2017 - 02:34

La ficha

*** 'Cía. Manuel Liñán'. Baile y coreografías: Manuel Liñán. Guitarra: Víctor Márquez 'Tomate'. Cante: Miguel Ortega, David Carpio. Lugar: Sala Cajasol. Fecha: Jueves 1 de junio. Aforo: Casi lleno.

Un espectáculo intenso. Muy físico. Manuel Liñán bailó mucho y bailó todo el tiempo. Casi. Solamente abandonó la escena para hacer un cambio de vestuario en el solo de guitarra. Bailó al cante y a la guitarra. Por separado y juntos. Incluso bailó en solitario: vísperas de tangos que explotaron en el fin de fiesta. Le bailó a Alonso el del Cepillo enlatado por romance y estuvo incisivo y estático en la soleá portentosa que le cantaron, mano a mano, Miguel Ortega y David Carpio, estupendos toda la noche. Bailó la rondeña de Montoya con camiseta de tirantes. Hizo amago de los tangos antes y después de las cantiñas, poderosas, deslumbrantes. Le bailó a David Carpio por tonás enjundiosas. Y remató retomando los tangos de Granada con guiños a los rituales de las cuevas del Sacromonte, gloria del exceso. Lo bailó todo: cada nota, cada respiración, cada silencio. Un espectáculo intenso, extenuante para el intérprete, secundado por dos de los grandes cantaores de hoy. Con guiños en las coreografías a los músicos, incluyendo un intercambio de vestuario en los tangos.

El Tomate ofreció un solo en el que mostró la variedad de recursos que adornan su toque, una guitarra luminosa y con mucha tierra, sin aspavientos armónicos. Ortega y Carpio también tuvieron espacio para su lucimiento individual con las tonás campesinas que precedieron a la rondeña y con la vidalita que hizo lo propio con los tangos de Granada.

El concepto, el pretexto, era este guiño a la cercanía propia del tablao, de la cueva, acotando el ya de por sí limitado espacio del escenario para ofrecer un espectáculo íntimo. Con Liñán siempre estamos abonados a la sorpresa.

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