La fuerza de la cantera
JOVEN ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

La ficha
*****Programa: Obras de F. Mancini, A. Vivaldi, Ch. W.Gluck. G. Ph. Telemann y J. Ph. Rameau. Violines solistas: Leonardo Waflar y Pablo Sánchez. Soprano: Soraya Méncid. Joven Orquesta Barroca de Sevilla. Violín y director: Valentín Sánchez Venzalá. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Domingo, 9 de febrero. Aforo: Lleno.
Emocionante. Como dijo Valentín Sánchez Venzalá en sus palabras de bienvenida, hay que aplaudir el esfuerzo y la entrega que muestran no sólo los jóvenes de esta orquesta (que ya es mucho dado el nivel de estrés educativo que sufren los adolescentes actuales), sino su entorno familiar, dispuesto a dedicar horas de descanso a los ensayos y traslados. Pero el resultado lo merece, porque estoy seguro de que ha sido el mejor concierto de la JOBS de a cuantos he asistido. Ya quisieran muchos grupos profesionales alcanzar el nivel de prestaciones musicales de esta orquesta, entregada al máximo al entusiasmo por la música, cosa que a veces se olvida en conjuntos profesionales.
Arrancó el concierto con la obertura de la ópera Il Trajano de Francesco Mancini. Desde el compás número uno se apreció la calidad del empaste de las cuerdas, con un sonido dorado, rico en colores y matices, sobre una articulación típicamente barroca a base de arcos cortos, poco vibrato y atención a los acentos que marcaba Valentín Sánchez. Instrumentos modernos, sí, pero arcos barrocos en su casi totalidad, que conseguían ese sonido matizado, rico en colores y siempre atento a las inflexiones dinámicas y los juegos contrastantes. La precisión global y el empaste eran extraordinarios. Para el concierto para dos violines y orquesta RV 522 de Vivaldi se contaba con dos sobresalientes solistas, Leonardo Waflar y Pablo Sánchez, que no se arredraron ante las exigencias técnicas de la pieza. Todo lo contrario, se batieron como jabatos con una esplendorosa demostración de cuestiones técnicas, como la precisión en la afinación, la agilidad de los pasajes más rápidos y la energía de los bariolages. Fue especialmente emotivo el Larghetto e spitoso, con un acompañamiento muy sutil y con los dos violines ornamentando con mucho gusto. En el concierto para cuerdas RV 136 quedó para la memoria la densidad y brillo del primer tiempo, la levedad de los ataques de arco del segundo y la agilidad y nitidez del tercero, con una respuesta unánime de la orquesta. Pero donde la orquesta respondió como el mejor de los grupos profesionales fue en la suite TWV 55:A2 del siempre sorprendente Telemann, todo un muestrario de ritmos y afectos que en manos de Valentín Sánchez y la JOBS sonó con amplia riqueza de matices, desde el ritmo apuntillado de la Ouverture al fraseo sincopado de la Polonoise, pasando por el elegante legato del Rondeau y los cambios dinámicos de la Fanfare.
Soraya Méncid se está postulando como la gran apuesta local por el canto barroco. Con una voz fresca, de emisión muy natural, perfecta proyección y con un timbre rutilante, su manera de frasear sabe darle sentido a cada fragmento que canta. Así, en "Non sperar, non lusingarti" de Le Cinesi de Gluck, no sólo estuvo inmensa en el terreno de las agilidades y la coloratura (magníficas escalas descendentes, trinos y ornamentaciones), sino especialmente en el aire burlón de la pieza. En el aria de lamento "Senza l'amato ben" de Il Giustino de Vivaldi, se recreó en un legato muy controlado, con una muy cuidada línea de canto salpicada de saltos interválicos precisos y de afinación impoluta. Y en "Aux langueurs d'Apollon" de Plantée de Rameau sacó a pasear su vis cómica y su dominio de las tablas, sin olvidar la demostración técnica de agilidades, notas picadas y cambios expresivos de color. ¿Qué mejor para una soleada mañana de invierno?
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