Una geografía del Mal
El nacimiento del Purgatorio | Crítica
Akal recupera El nacimiento del Purgatorio, obra magistral del historiador Jacques Le Goff, donde se documenta la invención del Purgatorio como lugar de tránsito y perdón, cuya primera descripción precisa será la suministrada por Dante en el siglo XIII

La ficha
El nacimiento del Purgatorio. Jacques Le Goff. Trad. Francisco Pérez Gutiérrez. Akal. Madrid, 2025. 552 págs. 29,90 €
En el Bellas Artes de Sevilla, el paseante ocioso tiene oportunidad de contemplar la breve y sobrecogedora tabla de Alonso Cano titulada Las ánimas del Purgatorio, obra de 1636. En ella, el pintor granadino ha puesto a arder, con angustia indecible, a un grupo de pecadores lamidos por un fuego purificador, por una llama purgatoria, en tanto se abren y no las puertas del Paraíso. De esta situación se deducen dos cuestiones de singular importancia. Una primera es que el Purgatorio es un estadio provisional. Otra segunda es que se trata de un lugar, una precisa geografía, que a partir de Dante ocupará un espacio intermedio entre el Infierno y el Paraíso. En El nacimiento del Purgatorio Jacques le Goff documenta este proceso secular, del cristianismo primitivo a la Comedia de Dante, en el que su concepto evoluciona, partiendo de una cualidad depurativa del fuego, hasta dar en una geografía ultramundana, cuyo cometido es el de facilitar el paso de los pecadores a un lugar más humano y favorable.
Esta obra se acoge bajo el amplio rubro de la “historia de las mentalidades”
Publicada en 1981, y hoy felizmente reeditada, El nacimiento del Purgatorio pertenece a una forma de hacer historia recogida bajo el amplio rubro de “historia de las mentalidades”, en el que podemos añadir, a modo de ejemplo, tanto la Historia del Paraíso y El miedo en Occidente de Delumeau; como Los reyes taumaturgos de Marc Bloch, La historia de la muerte en Occidente de Philippe Ariès o la Historia nocturna de Carlo Ginzburg. Una obra algo posterior de Le Goff, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, explica suficientemente el ámbito y el contenido que quieren elucidarse en el presente estudio. El ámbito, como ya se ha dicho, es el que abarca desde la Antigüedad Tardía al Bajo Medievo, donde Dante formula ya con precisión la orografía y el cometido del Purgatorio, “el segundo reino, donde/ logra su purgación el alma humana/ y se hace digna de subir al cielo”. El cometido, por su parte, es doble: explicar el modo en que una vaga imagen, común a varias religiones de la Antigüedad, como es la del fuego purificador, se trasforma en un lugar prominente de la imaginería cristiana; y relevar las funciones que dicho proceso, que dicha acuñación religiosa, procura a la sociedad que lo imagina.
Hay un hecho decisivo, que Le Goff señala citando a Salomón Reinach, y que será determinante para el entendimiento de la función del Purgatorio; “los paganos rezaban a los muertos -escribe Reinach-, mientras que los cristianos rezaban por ellos”. Esta función intercesora del cristiano vendrá a corroborarse, del modo más emocionante, en las Confesiones de San Agustín, cuando el filósofo africano implore a la divinidad el perdón de Mónica, su madre muerta. Son páginas conmovedoras, que manifiestan ya una de las características esenciales del Purgatorio, y que con posterioridad sería motivo de grave discusión durante la Protesta. Y ello por una cuestión no menor, como es la posibilidad o no, la existencia o no del libre albedrío. En cuanto al modo en que dicha imaginería se expande, Le Goff recopilará las visiones apocalípticas que sobrecogieron a la cristiandad primitiva, así como las visiones medievales (visiones de Carlos el Gordo, Tnugdal, etc. ), donde poco a poco se irá prefigurando, hasta llegar al Purgatorio de San Patricio, la geografía que estatuye, un siglo después, Dante.
En este sentido, Le Goff destaca los diversos usos del Purgatorio que hará la sociedad medieval, junto como una característica, esencial pero en cierto modo invisible, que lo sustenta. Al ser un lugar de intermediación, donde penan sus culpas los difuntos, el Purgatorio tendrá un uso político indudable -visiones donde los reyes se condenan o se salvan, etc.- así como un viso lucrativo que implica tanto la caridad como la codicia. La característica aludida no es otra que la naturaleza razonable de quien ordena, hasta el escrúpulo, la geografía y los tiempos del pecado. No otra cosa es el Purgatorio por el que nos conduce, a la manera de las viejos visitantes del Hades, el poeta florentino del siglo XIII. No otra cosa hará, ya finalizando el XVI, Galileo Galilei, cuando imparta dos lecciones sobre el infierno dantesco, donde se calculan y se exponen su localización y su aspecto. Es esta razón, que no excluye lo celeste, la que ocupa la totalidad de estas páginas de Le Goff. Páginas dedicadas a la ensoñación y a las cuitas (pero también a las esperanzas: el Purgatorio es un concepto y un lugar fruto de la esperanza) del ser humano.
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