Los perfumes de una guitarra

ANA SANTISTEBAN | CRÍTICA

Ana Santisteban
Ana Santisteban / D.S.

La ficha

***Noche en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Obras de J. Rodrigo, J. S. Bach, J. Turina y C. Domeniconi. Guitarra: Ana Santisteban. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Sábado, 9 de agosto. Aforo: Lleno.

Ana Santisteban suele acompañar sus conciertos de la emisión de aromas inspirados en las piezas que toca. Evidentemente eso no ha sido posible llevarlo a cabo en el espacio de los jardines del Alcázar, pero los propios olores de las plantas y los aromas simbólicos de las obras programadas hicieron posible la experiencia sensorial, completada por una soberbia luna llena sobre la ciudad. Ya la primera pieza, Junto al Generalife, de Joaquín Rodrigo, sirvió para marcar el clima de la noche. La pulsación limpia, el sonido puro, la articulación clara; todo ello se puso al servicio de un fraseo muy medido, muy atento al valor expresivo de unos silencios de la duración adecuada para crear el clima de ensoñación, acentuado por la nitidez y la fuerza de la cuerda grave y acompañado por un bello y perfecto trémolo.

Quizá en el contexto de las demás piezas del programa la Chacona BWV 1004 de Bach encajaba difícilmente. Santisteban la abordó, además, desde una aproximación romantizada salpicada de rubato, de dinámicas cambiantes, ralentizaciones y algún portamento, sin que en ningún momento apareciese el pathos, la tensión, el contraste. Mejor fue el regreso a la estética de Rodrigo y su Invocación y danza, con unos armónicos iniciales de una pureza cristalina seguidos de unas bien subrayadas notas graves que nos sumergían en el misterio en la primera parte, para llevarnos en la segunda, de la mano de los bien llevados ritmos sincopados, al mundo de las danzas rituales y mágicas. De otro Joaquín, Turina en este caso, sonó su sonata op. 61. Si en el primer tiempo la tendencia de la guitarrista a ralentizar el tempo privó a la versión de fluidez, la capacidad de sacarle colores a la guitarra y la fuerza en los rasgueos de los otros dos tiempos facilitaron un final brillante. Culminó la noche con la muy interesante pieza de Carlo Domeniconi titulada Koyumbaba, que pone a prueba el oído y los dedos del intérprete con la scordatura de sus seis cuerdas, que busca facilitar unas armonías orientales acordes con la leyenda turca evocada. Aquí Santisteban estuvo espectacular, con digitación virtuosística en ambas manos y sobrada de agilidad en los pasajes más exigente del fragmento final.

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