Guitarras en la noche sevillana

DÚO AZUL | CRÍTICA

Martín y Guerrero, Dúo Azul en el Alcázar.
Martín y Guerrero, Dúo Azul en el Alcázar. / ACTIDEA

La ficha

****Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: ‘Danza de la Seducción’, de J. Turina; ‘Leyenda del Castillo Moro’, de E. López-Chávarri; ‘Oriental’, ‘Zambra’ y ‘Andaluza’, de E. Granados; ‘Tonadilla’, de J. Rodrigo; ‘Danza española nº 1’, de M. de Falla. Guitarras: Guadalupe Martín Pino y Antoine Guerrero. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Miércoles, 13 de agosto. Aforo: Lleno.

Ambos formados en el Grado Superior de Guitarra con Francisco Bernier en el Conservatorio Superior Manuel Castillo de Sevilla (un inciso: qué poca música de Castillo suena en su ciudad, es un escándalo), Guadalupe Martín y Antoine Guerrero forman un dúo muy bien compenetrado y ensamblado, sin sacrificar cada cual su personalidad como intérpretes. Guerrero ataca las notas de forma impulsiva, pasional, especialmente sobre las cuerdas más graves, moviendo su guitarra para expandir su sonido, brillante, rutilante, expansivo, rico en armónicos en la franja grave. Martín es más comedida, su guitarra canta con timbre sombreado, tornasolado, más íntimo, en perfecto contrapunto con su pareja. Ambos emiten con extrema pureza, con ataques limpios, sin chasquidos (a pesar de la amplificación, que se lo chiva todo en este instrumento) y, aun con un repertorio que se daría al exceso, fueron muy comedidos en cuestiones como los portamentos o el rubato. La consecuencia fue un recital montado en torno a Turina y su época de gran brillantez formal y de profundidad expresiva en las piezas más sosegadas, como la Oriental de Granados, cantada con gran atención al detalle fraseológico. Y ambos, además, supieron explotar las posibilidades cromáticas de sus instrumentos, con detalles tan delicados como los armónicos de Martín en la Andaluza o la manera de Guerrero de jugar con las diversas intensidades de vibración de las cuerdas.

Salvo en el caso de la danza de La vida breve, en cuya transcripción se echaron de menos muchas cosas del original orquestal, el resto de las versiones de obras originales para piano funcionaron muy bien (al fin y al cabo, se trata de pasar los diez dedos del pianista a los diez dedos de los dos guitarristas), intercambiando a menudo el desarrollo de la melodía y del contracanto. La única pieza original para dos guitarras, la Tonadilla de Rodrigo, sirvió para que los dos músicos nos mostraran sus capacidades en materia de precisión, de agilidad y de fuerza rítmica.

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