Cultura

De qué hablamos cuando hablamos de clásicos

  • La Casa de los Poetas se suma estos días a la celebración de la Feria del Libro Antiguo con el ciclo 'Libros para una educación sentimental'

Tratándose como se trataba ayer de evocar experiencias que en muchos sentidos lo han forjado a uno, de hablar de esos libros que a lo largo de la vida han ido conformando una sensibilidad, un criterio, una manera de leer, la reunión podría haber continuado durante horas, días, semanas, "hasta la Feria del Libro Antiguo del año que viene", bromeó Carmen Camacho, una de las participantes, junto a José Antonio Moreno Jurado y Manuel García, en el ciclo Libros para una educación sentimental, organizado por la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla precisamente para sumarse al festín bibliófilo que se celebra estos días, como todos los años, en la Plaza Nueva.

Alberto Marina Castillo, profesor del Departamento de Filología y Traducción de la Universidad Pablo de Olavide y editor de La Piedra Lunar, moderó en la sala Apeadero del Ayuntamiento el coloquio, primero de los tres previstos y dedicado a celebrar El deslumbramiento de los clásicos, la emoción de la poesía. A la postre, como señaló Marina Castillo, Moreno Jurado, Camacho y García se revelaron como lectores "outsiders", pues todo "lector de veras" lee, como ejercicio íntimo de libertad, "de manera marginal"; y además plantearon, sin hacerlo teóricamente sino tan sólo comentando sus itinerarios del gusto y la emoción, muy distintas nociones o aproximaciones al término clásico, una palabra que todo el mundo usa, pero no siempre para referirse a lo mismo.

Para Moreno Jurado (Sevilla, 1946), traductor, filólogo y poeta -el poemario Últimas mareas, en Vaso Roto, y los dietarios Cuadernos de un poeta en Mazagón I y II, en Baile del Sol, se cuentan entre sus últimas obras-, que concibe el término de manera (filológica y académicamente) precisa y rigurosa, clásica es una obra que ha superado "el tamiz del tiempo". Por eso en su intervención habló con especial entusiasmo de Homero, "la base de todo el pensamiento occidental". "Muchos se acercan a Homero atraídos por la arqueología, o por la Historia, o por la sociología, o por la filología... pero son menos los que se acercan a Homero por su poesía". Él sí lo hizo por este último motivo, hasta el punto de que muchos cantos de la Ilíada, en especial el VI y el XXII, constituyen "la base" de su propia poesía. También Eurípides, en las fuentes del teatro, un autor "para tiempos convulsos como estos"; Catulo o Virgilio, al que reconoce como autor de "hexámetros que no han sido jamás superados por la literatura occidental" a pesar de que en general nunca le interesó demasiado la poesía bucólica, forman parte del "resumen de fondo" de su sentimentalidad.

Desde una sensibilidad distinta, esencialmente afectiva, Camacho -Vuelo doméstico, en El Gaviero, es su último poemario- compartió con el público algunos de sus "textos sagrados". Entre sus clásicos se encuentra, en primer lugar, la lírica popular, las nanas que le cantaba su abuela, los romances, las coplillas, las retahílas que recitaba y cantaba en su infancia rural -nació en Alcaudete (Jaén) en 1976 y fue "una niña antigua"- fueron cruciales para su descubrimiento de la experiencia poética, avivada luego en su adolescencia "entre el dramatismo y el estado bolchevique" por Bécquer o cierto Benedetti -el cursi, dio a entender con las comillas que puso en su entonación-, aunque en el fondo le llegaban más las letras de las canciones que escuchaba, hambrienta de sentido. No mucho después, siempre en coordenadas "rompedoras", Carlos Edmundo de Ory, Agustín García Calvo o "los místicos" -"no sólo Juan de Yepes, también Claudio Rodríguez o Antonio Gamoneda"- terminaron de tirarle "los palos del sombrajo".

En las librerías de viejo que frecuentó ya desde muy joven como lector y empleado, Manuel García, poeta -su última obra es La sexta cuerda, en Hiperión- y editor de Point de Lunettes, no sólo se hizo "muy Baroja" sino que tambien descubrió todo lo que de "fraudulento" tiene el canon que se enseña en colegios, institutos y universidades. En esas librerías conoció, dice, "la cultura de verdad", además de la prosa de Gabriel Miró y la poesía de Unamuno o Pedro Garfias. El amor por la lírica popular, compartido con Camacho, le venía ya de casa, porque se recuerda a sí mismo de pequeño, con su madre tratando de engatusarle para darle de comer y cantándole, por ejemplo, un romance morisco de Zorrilla; en toda esa poesía que no reclama para sí la gloria de las mayúsculas, asegura García, está la primera "conciencia del idioma".

El ciclo Libros para una educación sentimental continúa hoy, también a las 19:00 y en la sala Apeadero, con José María Conget, Javier Buzón, Pedro G. Romero y Mario González Reina como moderador (De atlas, tebeos y otras maravillas: las puertas a la aventura); y mañana, en la última jornada -mismo lugar, misma hora-, con Eliacer Cansino, Salvador Compán y el articulista, crítico de cine y miembro del consejo editorial de Diario de Sevilla Carlos Colón, moderados por Javier González-Cotta y reunidos bajo el sugerente epígrafe La novela de una tarde de invierno.

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