De historia, sueños y Hollywood a un rito imposible de representar
En el ciclo 'El cine y los toros' se trató también el éxito social o las identidades de género
El ciclo El cine y los toros, en cuya organización intervienen la Universidad de Sevilla, la Real Maestranza y la Fundación de Estudios Taurinos y que hoy se cierra con su tercera jornada en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, trató ayer Temas y estilos del cine taurino: lucha de clases, realismo e identidades de género a través de varios especialistas y contó con las proyecciones y debates de las películas ¡Torero! (Carlos Velo, 1956), presentada por Javier H. Estrada y El Monosabio (Ray Rivas, 1978), por Francisco Gallardo.
A lo largo de la jornada los intervinientes desbrozaron parte de la amplísima relación entre el toreo y el cine, desde documentales que reflejan el sueño de la gloria de los maletillas al esplendor de Hollywood, la mujer torera, el cine taurino en el franquismo o la dificultad de reflejar el toreo en el celuloide.
Los toros, como icono patrio en el franquismo
Carlos Martínez Shaw, doctor en Historia, trató El cine taurino bajo la dictadura franquista. El ponente explicó que el franquismo hizo de los toros y del cine taurino un icono patrio en una época de nuestra historia que divide en tres etapas: la primera, sumida en valores como el nacional-catolicismo y el falangismo, entre los años cuarenta y primeros de los cincuenta del pasado siglo; una segunda, aperturista, en la que se filmaron las mejores películas, como Torero (Carlos Velo, 1956), Tarde de toros (Ladislao Vajda, 1956), Los clarines del miedo (Antonio Román, 1958), A las cinco de la tarde (Juan Antonio Bardem, 1961) y El momento de la verdad (Francisco Rosi, 1965). El autor, en este recorrido, cerró con una tercera etapa, coincidente con las últimas boqueadas del régimen, con un cine de menor calidad, con algunas excepciones como Torera, que protagonizó Angela, fallecida hace menos de un año y quien luchó varios años para acabar con la prohibición de que las mujeres pudieran torear, o El Monosabio.
EL TOREO COMO TRAMPOLÍN SOCIAL
Lázaro Echegaray, sociólogo y escritor taurino, realizó un análisis social a partir de varios documentales, entre ellos Juguetes rotos (1966), drama dirigido por Manuel Summers, con guión del propio director al alimón con Tico Medina. Partiendo de esas piezas, el autor trata la experiencia de vida de los maletillas, los aspirantes a ser toreros, y cómo sus anhelos están ligados a un cambio social tanto profesional como económicamente. En definitiva, puso sobre el tapete la lucha del individuo por el éxito social a través del toreo.
HOLLYWOoD Y el papel de LA TORERA EN EL CINE
La escritora Muriel Feiner, en la exposición más extensa del encuentro de ayer, trató dos temas: Los Toros en Hollywood y La torera en la historia del cine. Del primer enunciado trató el gran interés del Hollywood de comienzos del XX por la Fiesta, por ejemplo las cuatro versiones de la popular Sangre y arena, y profundizó en varias películas. La primera, muda, lanzó a Rodolfo Valentino al estrellato. Además de por lo exótico para los norteamericanos, el acercamiento geográfico con México propició que palpitara con fuerza el toreo en ese cine. En algunas película intervinieron como protagonistas grandes figuras del toreo mexicano, como Carlos Arruza.
De hecho, hasta los años 60, muchos cineastas de Hollywood frecuentaron la plaza de toros de Tijuana. A partir de mediados de siglo, aseveró la periodista neoyorquina, ese interés de la meca del cine por la tauromaquia sucumbió por las presiones de la Sociedad Protectora de Animales.
En cuanto a la torera en la historia del cine destacó que entre la escasa representación de la mujer en el celuloide destaca la película Maravilla del toreo (1942), una biografía de Conchita Cintrón, y la reciente Blancanieves, de Pablo Berger (2012).
La emoción del toreo en vivo no cabe en el cine
El profesor Manuel Grosso, bajo el sugestivo título Cine Taurino o de cómo filmar lo que no admite representación, partió de que en el mundo del toro no caben trucos y el cine es por sí mismo un truco. Los toros, afirmó el ponente, es el único espectáculo ritual que existe y es imposible que lo esencial, ese peligro desconocido que existe, se pueda representar en el cine. De hecho, como la mayoría de aficionados, Grosso dijo que la emoción y los sentimientos son distintos entre una corrida en vivo y ese mismo espectáculo en diferido.
Rafael de Paula, en cierta ocasión, me dijo que ese sentimiento, esa emoción que vive el torero y el público en una plaza de toros es como si bajara el Espíritu Santo, porque el toreo es mucho más que un espectáculo, es un ritual.
También te puede interesar
Lo último