A hombros de Shorter recordamos a los héroes

Alberto Marina Castillo

01 de noviembre 2010 - 05:00

Ciclo 'Grandes Intérpretes', Teatro Maestranza. Músicos: Wayne Shorter (saxos tenor y soprano), Danilo Pérez (piano), John Patitucci (contrabajo), Brian Blade (batería). Lugar: Teatro Maestranza. Fecha y hora: Domingo 31 de octubre, 20:30. Aforo: dos tercios de entrada.

Hay que empezar confesándolo: tras asistir a un par de conciertos, años atrás, en los que Wayne Shorter parecía haber tirado la toalla, llevando tan lejos aquella suerte de jazz como renuncia adoptada primero por Miles y los suyos, que apenas si alcanzaba uno a distinguir el breve destello de su saxo en escena... como testigos desilusionados de aquello que parecía una despedida, añoramos tanto al Shorter de antaño. Indignados con las maneras que distinguieron su estilo desde los 70 y 80, a las que ahora -de modo injusto, es probable- achacábamos la disolución extrema de su música, su práctica anulación, quisimos que volviera el Shorter de los años 60. Aquél que firmara títulos como Night Dreamer, Juju, Speak no Evil o Adam's Apple (por no referirnos a las colaboraciones con Miles Davis, Lee Morgan y otros compadres de la Blue Note, o a su fructífero paso por los Jazz Messengers).

Pero el concierto de anoche vino a desbaratar, por suerte, nuestros prejuicios y previsiones -o, si se quiere, aquella mala racha de Shorter, ahora en auténtica plenitud de facultades-. Sonaron grandes clásicos del de Newark, que son también clásicos irrenunciables del jazz, standards inagotables: Joy Rider, Footprints o Adam's Apple, sencillamente deslumbrante. Lo mismo que un niño grande o un venerable anciano que no acabara de digerir tanta veneración, se acoda en el piano, igual que la barra de un bar -con una apostura que nos hace olvidar que es viejo- y mira la música de su cuarteto como si fuera una mujer preciosa, entre seductor y aturdido. Saluda a Coltrane -cita A Love Supreme con reverencia o sentido del humor, quién sabe- y descubrimos, con algo de sonrojo, la inquebrantable coherencia del músico, aquello que hasta anoche no supimos ver: su sonido intacto, la honestidad que le hizo merecer un lugar entre los héroes del jazz.

A esa gracia ayudan, cómo no, un Danilo Pérez que se entiende a las mil maravillas con Patitucci y un insustituible asidero para el sabio, meditabundo Shorter, que se llama Brian Blade. Magníficos.

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