Los impulsos del premio

El reconocimiento de la Junta a Vázquez Consuegra pone de manifiesto la madurez profesional del sevillano, y también supone un apoyo a la arquitectura que viene

Fachada del Palacio de San Telmo, actualmente en rehabilitación.

16 de febrero 2009 - 05:00

Hay apuestas culturales apoyadas, pagadas, en empeños personales. Quizás en eso sea la arquitectura contemporánea andaluza, y española en general, un caso de estudio que podría arrojar luz sobre la siempre discutida labor de los arquitectos en el ámbito de la sociedad del consumo. Sobre sus espaldas, a lo largo de los años que van desde la Transición hasta las celebraciones del 92, se han depositado cargas que muchas veces correspondían a los ámbitos de lo institucional, incluso de lo colectivo. Tan sólo con recorrer las imágenes de aquellos acontecimientos que simbolizan la joven democracia española, de la cual el Estado de las autonomías es -pese a todo- su marca territorial y patrimonial, podremos hacernos cargo de que esa apuesta cultural descansa en buena medida en lo que los arquitectos hayan podido aportar a la misma. Bien es cierto que todo esto es ya pasado, incluso cuando unos y otros quieran hacernos ver lo contrario, pero la inercia de esos años es tan fuerte que aún tendrán que transcurrir algunos otros para que sea sustituida por escenificaciones alternativas. Ahora todavía manda, aunque sea como inercia adquirida, la celebración de ese proyecto cultural desmesurado, al cual la arquitectura española ha aportado una buena carga de contenidos y hallazgos.

Valga toda esta larga introducción para enmarcar la figura del arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, a quien recientemente la Junta de Andalucía le ha entregado la primera Medalla de Oro de la Arquitectura (edición correspondiente a 2007) en reconocimiento a su trayectoria como arquitecto, y que se suma al Premio Nacional de Arquitectura de 2005, por la ordenación del borde marítimo de Vigo. Una trayectoria que se hace notoria desde que en el año 1978 Víctor Pérez Escolano -quien como miembro del jurado glosó en el acto de entrega los méritos del arquitecto- escribiera diversos artículos en revistas nacionales especializadas sacando a la luz lo que en aquel momento era una incipiente y hasta inconsciente alternativa a los modos de proceder de la época desarrollista del franquismo. La confluencia en el espacio andaluz de una crítica deseosa de orientar un proyecto cultural, de una sociedad atenta y activada por la ilusión del cambio democrático y de la complicidad de las administraciones públicas supuso la emergencia de una generación de arquitectos -de la que forma parte Vázquez Consuegra- que han tomado voz propia en el panorama internacional. También, por qué no recordarlo, significó el olvido de otros que están en la base de la arquitectura moderna sevillana.

La fortuna que tuvo la denominación de jóvenes arquitectos del rigor -acuñada en aquellos textos más desveladores que críticos y que reunía, en torno a los primeros ensayos de un conjunto de nombres casi desconocidos, otras miradas a la ciudad y sus arquitecturas, a la tradición y la modernidad, consideraciones sobre la iniciativa pública o privada, sobre reconocimientos locales y nacionales, etc.- llevó al grupo a convertirse en referencia para muchos y campo de posibles de una producción distinta hasta entonces. Algo que parece haber llegado hasta nuestros días: la medalla así lo asevera.

Es indiscutible en este marco la aportación de Vázquez Consuegra a la arquitectura de estos últimos años, tanto en los ámbitos locales como en los internacionales: una sólida obra que nos habla ya de la madurez profesional de un arquitecto y de su extraordinaria capacidad para dar cuenta en cada momento y situación de lo que la sociedad demanda. Sus trabajos de investigación sobre la arquitectura, la ciudad o el territorio -abundando en el conocimiento de los bienes más cercanos o el oficio del arquitecto- siempre han estado contrastados con una arquitectura de autor que ha recorrido paisajes, escalas y programas tan diversos como la casa, la vivienda colectiva, los edificios singulares, los espacios públicos o las actuaciones en el patrimonio; obras que, como materiales para un aprendizaje continuado, siempre quedarán en nuestra retina.

Con el premio, a la postre, se está reconociendo todo esto. Pero también, y eso nos incumbe a todos, un apoyo decidido por parte de la institución que lo otorga a la arquitectura que viene, añadiendo -en consonancia con las Conclusiones del Consejo de la Unión Europea relativas a la arquitectura de diciembre del 2008- un valor didáctico e impulsor de creatividad y talento para quienes vienen detrás, jóvenes arquitectos muchos de ellos alumnos de Willy, contribuyendo a dar forma y sentido a la arquitectura de nuestra comunidad.

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