Jon Echanove, economista y escritor: "A Sevilla no se le ha hecho justicia respecto de su historia"
Libros
Echanove publica la novela 'El aprendiz' (Ediciones B), una historia que refleja el esplendor y la miseria de la Sevilla del siglo XVII
Rodrigo Blanco Calderón: “No soy optimista respecto a Venezuela, pero prefiero no pensar mucho en eso”
Unos niños, que no han conocido la infancia, salen cada día a buscarse la vida en la Sevilla de principios del XVII, en esa ciudad que pasará a la historia, también al mito, y en la que conviven comerciantes, delincuentes, prosperidad y miseria. En este contexto se desarrolla El aprendiz, la última novela del economista y escritor Jon Echanove –publicada en Ediciones B-. El autor, en esta historia, nos relata las andanzas de El Lagartija, modelo del personaje pícaro-novelesco; un muchacho que vive, o sobrevive, entre Triana, El Arenal y el servilismo. En un equilibrio de agudeza y de suerte. Con Echanove descubrimos los olores de una plaza del Salvador que poco se parece a la de hoy, y recorremos calles como la de los Catalanes o la de las Palmas. En resumen: esa Sevilla que está entre la verdad histórica y una verdad más o menos poética.
Pregunta.-¿Por qué la picaresca es un género que aún perdura?
Respuesta.-En mi opinión por dos razones. La primera, por el componente de crítica social. La novela picaresca nos entretiene, pero también pone de manifiesto la decadencia de las instituciones, la corrupción de estas... La segunda, por el pícaro como tal. El elemento del perdedor que consigue sobrevivir. Ese personaje menos favorecido que, a pesar de todo, consigue tener cierta felicidad o cierto éxito. Esos dos elementos también se mantienen porque seguimos en una sociedad desigual. Hay esa necesidad de usar la literatura para poner de manifiesto esa desigualdad.
P.-¿Es la picaresca el gran género de nuestra literatura?
R.-Creo que sí. Es un subgénero o un subtexto de muchas novelas contemporáneas. Hoy día no es necesario que haya una novela picaresca para que muchos de sus elementos estén en la literatura contemporánea. Desde Cela a Ferlosio.
P.-Este género no concluye con Cervantes o Mateo Alemán.
R.-En absoluto.
P.-El pícaro no se comporta de manera heroica o admirable. Su conducta no es ni siquiera correcta. Sin embargo, despierta simpatía. ¿Por qué?
R.-Primero porque el pícaro, casi siempre, es un niño o un adolescente. Nosotros entendemos sus actitudes desde cierta ingenuidad. Segundo, porque las ambiciones del pícaro son ambiciones de supervivencia; en cambio, las ambiciones del poderoso son de acumular más poder. Uno se siente más próximo al que hace lo que puede para sobrevivir.
P.-¿Quiénes son los grandes pícaros de la historia?
R.-Es inevitable no hablar del Lazarillo. Cuando se enseñaba literatura, en mis años, nos obligaban a leer a los clásicos. Pero leías La Celestina, por ejemplo, y no entendías nada. Sin embargo, a todos los de mi generación se nos ha quedado una imagen: la del Lazarillo de Tormes y la secuencia en la que salta los charcos con el ciego para que se estampe con el pilar. Es la imagen referente del pícaro y del humor. También la banda de Monipodio de Cervantes.
P.-¿Y los grandes pícaros de hoy?
R.-En el mundo actual sería la élite financiera y económica. Aquellos que han decidido que el resto no somos importantes…
P.-Centrándonos en los protagonistas de El aprendiz -en esos niños que recurren al hampa para ir tirando-. ¿Era una situación habitual a principios del siglo XVII? La de esos niños buscavidas o prácticamente delincuentes.
R. -Era bastante habitual. Sevilla creció de una manera monumental desde el momento en el que se hace con el eje del comercio con las Indias. La ciudad se convierte en un foco global y hay un crecimiento de población para el que esta ciudad no estaba preparada. Hubo mucha gente que emigró, con hijos. Y a esa circunstancia se unen las pandemias. A mayor concentración de población, mayor es la mortalidad de las pandemias. Sevilla vive en esta época muchas pandemias. Las consecuencias las vemos en esas familias que dejan hijos huérfanos. Hay un esfuerzo, desde la Iglesia, por crear orfanatos. Fueron útiles, pero no tanto como para acoger a tanta población huérfana. De este modo, hubo muchos niños rateros. Además, en estos orfanatos que te cuento se dedicaban a preparar a los niños para ser criados de las clases nobles. Esto no resultaba muy convincente a estos niños huérfanos, que no consideraron a los orfanatos un paraíso…
P.-¿Tan insalubre era aquella Sevilla?
R.-Desde nuestra perspectiva, sí. Una ciudad que multiplica su población en unas pocas décadas no está preparada para ese volumen de gente y, por tanto, de desechos. Hubo un esfuerzo, desde las autoridades, para evitar esta acumulación de desechos. Había regulaciones muy estrictas de dónde se podía echar la basura y dónde no. Pero estas regulaciones no se cumplían. No había recursos para tratar la insalubridad. Me impresionó leer que al pobre que fallecía en la calle no se le enterraba, sino que se le echaba tierra encima. Poco más. Cuando llovía, el agua se llevaba la tierra y veías perfectamente en la calle un brazo o una pierna… Por otra parte, el mercado del pescado debía de ser terrorífico a final del día.
P.-Cuenta en la novela que en el Salvador olía fatal a final de la mañana.
R.-Sí. Empezaba con el pescado fresco y luego ya… Las raspas y los desechos del pescado se tiraban al suelo.
P.-¿La riqueza de las Indias solo fue para unos pocos?
R.-Sí. Pero esto no es exclusivo del comercio con las Indias. Hay demasiado énfasis en la leyenda negra sobre España cuando lo que creo es que ha habido demasiada leyenda blanca respecto de los demás imperios –holandeses, británicos, portugueses-. Se suele decir que estos han sido demasiados generosos o menos depredadores. Eso es un despropósito. El comercio holandés, británico y portugués también beneficiaba a una élite. Y punto. En el siglo XIX, pico del imperio británico, es el primer momento de la era moderna en el que la esperanza de vida de la gente del Reino Unido baja. El país es riquísimo, pero la población está explotada. Igual pasa ahora en Estados Unidos. El único país donde la esperanza de vida baja es en Estados Unidos. Es la misma dinámica: las élites conquistan para tener recursos naturales y explotarlos. Lo mismo hicieron los españoles, los británicos… en esto no hay distinción.
P.-En la novela usted habla de la calle Catalanes o la calle de las Palmas.
R.-Hay una tesis de una investigadora de la Universidad de Sevilla que hace un estudio monumental –de 1500 páginas- sobre la Sevilla del siglo XVI y XVII. En mi novela he utilizado un plano que recoge esta investigadora.
P.-No sé si usted sabría ahora mismo situar dónde estaban estas calles.
R.-No exactamente. Tendría que consultar el plano. La calle de las Palmas creo que se situaría en una calle que viene de la Alameda de Hércules. Y baja hasta el centro. Creo que iba en paralelo a la calle Feria. La de Catalanes, sin estar muy seguro, creo que bajaba desde la plaza San Francisco hasta el Arenal.
P.-¿Qué ha aprendido al escribir esta novela?
R.-Con esta novela he descubierto que a Sevilla no se le ha hecho justicia respecto de su historia. Creo que se debería hacer mucho más énfasis en qué significó Sevilla para el comercio con las Indias. No hay muchos sitios que puedan presumir de esa relevancia. Igual Malaca en Malasia, Amberes en este contexto histórico, Lisboa… y poco más. También descubrí hasta qué punto se ha minimizado el aspecto puramente económico de la conquista de América.
También te puede interesar
Lo último