La madre de las tragedias

Concha Velasco protagoniza en el Lope, hasta la del domingo, la primera versión íntegra en el teatro español, hasta donde hay constancia, de la 'Hécuba' de Eurípides.

Concha Velasco, ayer en el Teatro Lope de Vega.
Concha Velasco, ayer en el Teatro Lope de Vega.
Francisco Camero Sevilla

27 de febrero 2014 - 05:00

Hécuba, una de las historias devastadoras y universales que escribió Eurípides, es, quizá, como dijo ayer Concha Velasco, "la madre de todas las tragedias". En más de un sentido. Porque en Las troyanas, la obra que el mismo autor escribió años más tarde, aparece la misma mujer, esa reina de Troya tan destrozada por la desesperación, el sufrimiento y la dignidad propia robada y pisoteada, que se convierte en una bestia cegada por la necesidad de reparación y venganza, peligrosa para los demás y para ella misma. Pero en esta última obra, apunta Velasco, el personaje es "algo más liviano". No es que Las troyanas sea precisamente una obrita ligera y alegre, pero Hécuba, matizó la actriz, es otra cosa.

Con esta propuesta, una tragedia "pura y dura" de las que perviven hoy de la época de la Antigua Grecia, regresa esta noche Concha Velasco al Teatro Lope de Vega, del que es asidua y donde representará hasta el domingo, junto a un amplio elenco -completado por Juan Gea, que la acompañaba ayer en la presentación, José Pedro Carrión, Pilar Bayona, Alberto Iglesias, Luis Rallo, Alberto Berzal, Denise Perdikidis, Marta de la Aldea, Zaira Montes y María Isasi- esta versión de la obra dirigida por José Carlos Plaza y con Juan Mayorga como responsable de la adaptación del texto original -"bellísimo", insistió Velasco- de esta antiquísima historia de Eurípides, que capturó para siempre en ella el llanto por la guerra, por la derrota, por la injusticia, por la traición, por la pérdida de los seres queridos y por el infortunio, todo eso, en el propio llanto interminable de Hécuba, reina de Troya.

La mujer lloró de tal modo que hasta los dioses se estremecieron y acordaron convertirla en una perra encadenada al aullido de su propio dolor durante la Eternidad. ¿Qué le pasó? No sólo vio morir cruelmente a todos sus hijos, uno tras otro, sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, sino que ella misma, esa madre, esa anciana antes privilegiada, que nació en un palacio, esposa de rey y madre de hombres llamados a ser reyes que ya sólo espera la hora de ser arrastrada como esclava hacia una tierra extranjera, animalizada por la cólera, justamente cuando parecía más débil, se revuelve con furia y devuelve "un golpe tan irreparable como el que ella recibió".

La versión que se verá estos días, presentada con rotundo éxito en la última edición del Festival de Mérida, acorta la narración hasta una duración de hora y media pero que "conserva tal cual" la esencia del original, dijo Velasco, que aceptó este trabajo, además de por el papel en sí, bromeó, también porque "Nuria Espert no lo había hecho, menos mal, porque si lo hubiera hecho ya ella, que ha sido siempre uno de mis ejemplos junto con Mary Carrillo, cómo voy a hacerlo yo, de ninguna manera".

Tanto la puesta en escena como el vestuario remite a ese imaginario ya plenamente fijado de la Antigüedad Clásica, aunque Juan Carlos Plaza quiso recordar de manera visual y concisa el profundo, eterno vínculo entre aquel mundo de historias poéticas arquetípicas y simbólicas y el nuestro de 2014. La obra se abre en un espacio desolado: el campo después de la batalla. Entre despojos humanos y seres deambulando enloquecidos, Hécuba camina buscando no se sabe qué entre cadáveres, algunos de ellos de sus propios hijos. En ese paisaje del horror que es también, como la rueda o la música, una de las creaciones del hombre, el público podrá ver, por ejemplo, algún pantalón vaquero, elementos mínimos que confirman que en efecto, como dice Juan Gea, "no hemos cambiado".

A este actor, de hecho, que en Hécuba interpreta el papel de Agamenón, le vinieron a la cabeza resonancias terribles con esta obra cuando vio algunas de las muchas y ciertamente impactantes fotografías de la violencia en las calles de Ucrania. "Es que el texto habla de eso en parte. Habla de cuando a una persona le quitas la dignidad, le quitas su modus vivendi, y encima, cuando esa persona pide justicia y pide soluciones se encuentra con gobernantes corruptos. Lo de siempre. Porque corruptos son los que hoy nos gobiernan a nosotros", dice Gea. En su momento, la escritura y la difusión de esta obra, "una protesta en toda regla", le costó a Eurípides el exilio de lo que entonces era Grecia. "Algún político que ha venido a ver una función me ha dicho luego: qué bonita. Y bueno... [risas]. No es ya por la dureza de la historia... Pero es que si te dice eso un político es que no se ha enterado de nada o no ha tomado nota", añade Gea.

"Claro que sigue ocurriendo. No estamos haciendo esta obra por casualidad. No sólo yo, todos los demás que participamos en ella creemos profundamente en lo que representa hacerla", interviene de nuevo Velasco. "Yo soy actriz porque me gusta vivir otras vidas, pero eso no impide que todo lo que he hecho a lo largo de mi vida refleja muy bien cuál es mi manera de pensar en cada momento. Cuando era joven y todavía me llamaba Conchita, yo creía en las películas que hacía, yo era eso en ese momento y veía el mundo así. Hoy ya no me llamo Conchita, hoy soy Concha, y creo en esto", afirmó la actriz, que citó a León Felipe -no con precisión en las palabras pero en el fondo sí en el sentido- para dar su opinión sobre el estado de la política española, ahora que se está celebrando en el Congreso esa esgrima previsible y autocomplaciente del Debate sobre el Estado de la Nación. "Dicen que hay dos Españas y yo sólo veo polvo. Pido a los políticos que se den la mano, ya está bien de tanta inmoralidad".

Hécuba. De jueves a domingo en el Teatro Lope de Vega.

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