Marta Santamaría, brasileña del barrio de San Lorenzo
MARTA SANTAMARÍA | Cantante
La sevillana ofrece mañana un concierto en Assejazz, rodeada de "músicos de nivel estratosférico" y con el afán de contagiar a los espectadores su pasión por los sonidos de Brasil
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La sede de Assejazz se va a convertir mañana domingo, a las 19:30, en un club de samba, con un espectáculo musical que no se diferenciará de cualquier otro de los que en estas fechas de carnaval se encuentren en São Paulo o Río de Janeiro. Sin embargo, su protagonista no será una cantante brasileña de pura cepa, sino Marta Santamaría, nacida en el barrio sevillano de San Lorenzo en 1970, que lleva en su sangre la herencia musical de su familia -tiene la voz de Maribel Gómez, su madre-, aunque con ADN diferente. “Para mí, cantar música popular brasileña es algo que va más allá de un simple acto artístico”, asegura con rotundidad. “Es una alquimia, como una torta de almendra de Cartaya: no hace falta cambiar nada para que sea perfecta. Este género tiene un peso cultural inmenso, y cuando lo interpreto, siento que estoy honrando algo mucho más grande que yo. No necesito añadirle nada; simplemente lo canto con dignidad”.
Desde pequeña, Santamaría respiró música, pero fue en su adolescencia cuando descubrió la magia de la música brasileña y el jazz a través de la película Orfeo Negro, e influenciada por Vinicius de Moraes y su emblemático La Fusa. Este amor la llevó a comenzar a cantar bossa nova y jazz desde los 18 años y marchar a Los Ángeles en 1993, para estudiar cine en UCLA y comenzar su carrera musical mientras continuaba estudios libres de danza y técnica vocal con Carol Rogers, del Musicians Institute. “Mi vida ha sido un viaje constante. Me fui a Estados Unidos buscándome a mí misma, y allí encontré mi voz. Conocí a mi marido -Antonio de Sant'anna-, bajista y arreglista brasileño que me enseñó a amar el samba y me impulsó a profesionalizarme. Juntos formamos una banda, y aunque él ya no está conmigo, ya que falleció hace once años, su legado sigue vivo en mi música”.
En California, donde vivió durante quince años, Santamaría fue profesora titular de baile para la fundación Gabriella Axerald y Everybodydance.org y cantó con la orquesta de Jeff Chayette y el guitarrista italiano Alberto Dalpino, pero fue en el año 2000 cuando encontró su verdadera voz al fundar Viagem junto a su marido, llevando su fusión de música latina, flamenca y brasileña por importantes festivales del sur californiano y grabando tres discos, Viagem (2001), La sirena (2003) y De vuelta a casa (2008), que son testimonio de una evolución artística que desembocó en Nascimento, un disco grabado en São Paulo en 2022 gracias a la ayuda del sello Gong, que lo editó. En el corazón vibrante de Brasil, donde los ritmos se entrelazan como raíces ancestrales, nació este homenaje a la música que fluye como un río de emociones. Es una sinfonía que abraza la delicadeza de la bossa nova, la fiesta íntima del pagode, la libertad improvisada del jazz y el groove contagioso del funk, a través de nueve canciones, de las que cinco son originales de ella. Su presentación en abril de 2023 en el Espacio Santa Clara, más que un concierto, fue una celebración de la música y la cultura brasileñas en Sevilla, un viaje sonoro que conectó dos mundos. “Sí, porque no tiene sentido hablar de algo tan fascinante si no lo puedo compartir con mi gente, en mi ciudad. La Sevilla universal de verdad es la de la gente que nos hemos ido y hemos vuelto; la que, como yo, tiene algo de indiana, alguien que se fue a América muchos años y volvió con un chiquillo dentro y otro de la mano, trayendo conmigo mi música”. En un mundo tan difícil, Santamaría demostró sus niveles de formación en apariciones televisivas muy aplaudidas dentro de la primera edición de La Voz y en Tierra de Talento, apoyada en su vitalidad y ganas de seguir luchando. “Tengo fe en la providencia. Como dice mi abuela, los pajarillos no se preocupan de qué les van a traer. Yo sigo cantando, porque es lo que me hace feliz, lo que me rejuvenece”.
Cada nota que canta, un susurro; cada acorde, un latido. Son sonidos que no solo se escuchan, sino que se sienten, son capaces de mover el aire, de hacerlo danzar, como si Yànsá, la diosa Orisha del viento, deslizara sus dedos sobre el mundo. Santamaría, devota de esta fuerza divina, lleva en su alma la esencia de lo sensual y lo sagrado, traduciendo en música el poder de lo que no se ve, pero que siempre se percibe. Así, la riqueza de la música brasileña se convierte en un ritual, un canto a la vida que nos recuerda que, en cada compás, hay un poco de cielo y un poco de tierra. “Y es que el samba no es fácil”, reconoce, incidiendo en nombrar este género en masculino, de manera más adecuada, aunque generalmente la denominemos como la samba. “Tiene un swing único, una cadencia de balanço contagiosa que requiere técnica y alma. No es lo mismo tocar bossa nova que samba. La primera es dulce, delicada, pero el samba tiene un voltaje mayor, un ritmo que te hace mover el cuerpo, a batida do samba, que te conecta con la tierra. Viene de las raíces más profundas, de los estratos más pobres, como el flamenco. Es una música que transmuta la tristeza, la ansiedad y el dolor en alegría”.
Marta Santamaría es, en esencia, una exploradora incansable de ritmos y emociones, una artista que ha convertido su vida en un canto a la diversidad y a la pasión por la música. Su figura, como su voz, resuena con una fuerza que trasciende fronteras y tiempos. “Con el tiempo me sumergí en las raíces de la música brasileña, aunque la descubrí a través del jazz”, reconoce. “Y aunque siempre vuelvo a la bossa nova, porque es lo que la gente conoce, y también me encanta cantar bolero y salsa, gracias a mis años viviendo en Puerto Rico, República Dominicana y California, además de rumba flamenca, mi corazón está en el samba. Y no cualquier samba, sino el samba de raíz, el que habla de la lucha, de la resistencia, de la vida; canciones como las de Clara Nunes y Beth Carvalho, sobre dolor y belleza; de Ivonne Lara, de Chico Buarque; de Gal Costa, Elis Regina, Djavan o Sergio Méndes, a quien conocí y compartí con él músicos en Los Angeles”. Las letras de sus canciones son cantos de esperanza, como Verde, que habla de no abandonar lo que amas, de seguir adelante con pasión. “Pienso cada vez más que el amor está sobrevalorado. Creo que lo que vale es otra cosa: la amistad, la solidaridad; por eso esta canción habla de no abandonar las cosas en las que tú crees, de seguir apostando por tu pasión”. Quiere que su gente, los sevillanos, entiendan bien lo que canta y está preparando un libreto con las letras traducidas, que quiere tener listo para el concierto del domingo. En él interpretará tres canciones en castellano de las más de treinta que tiene compuestas, pero Santamaría canta principalmente en portugués y debemos tener claro que sus canciones son ventanas a su propia historia. “He convivido con latinos de todas partes, pero Brasil siempre ha sido mi refugio. Tanto es así que cuando un brasileño me pregunta de qué parte de Río de Janeiro soy me siento halagada. Al cantar, mi acento desaparece y mi voz se funde con la esencia de Brasil”. Pero no se trata solo del acento; es algo más profundo, es entender el espíritu de una cultura como lo hace ella. “Brasil es una isla dentro de América del Sur, con su propia filosofía, su propia manera de ver las cosas. Eso se refleja en su música, en su forma de expresarse; ellos tienen una gran elegancia que hace que todo fluya”.
Elegancia es también lo que tienen sus presentaciones en directo, realzada por los grandes músicos que la acompañan en sus numerosos conciertos por España y Portugal, propiciados principalmente por su adscripción al circuito oficial de las Diputaciones de Cádiz y Málaga y el catálogo de la Red de Teatros de la Junta de Andalucía, que le permite disponibilidad para girar por cualquier municipio andaluz. “Canto desde hace treinta años, pero nadie puede hacerlo todo y aunque como comunicadora y líder del grupo el punto focal es mío, me rodeo de músicos de nivel estratosférico”. No exagera Santamaría aplicando ese calificativo a tantos maestros como la han acompañado durante quince años: el saxofonista Nacho Botonero, el guitarrista flamenco José del Valle, los guitarristas de jazz Oscar Pantalone y Álvaro Vieito, también el enorme guitarrista brasileño Alex Mesquita y los genios locales Manuel Imán y Jesús Maestre; los pianistas Álvaro Gandul y Rafa Arregui, en una larguísima lista que cierra el rondeño Diego Suárez, que es su pianista principal desde hace unos meses. Ni mucho menos aún aplicándolo a los componentes del cuarteto que la acompañará el domingo en Assejazz, compuesto por Ángel Andrés Muñoz, un increíble pianista cordobés que ha formado parte de grandes centros de música clásica, y los brasileños, residentes en Portugal, Roger Lima, Cristian Julian y Thiago Monteiro, guitarra, bajo y batería, respectivamente. “Allí estaré con ellos, lista para seguir cantando, para seguir contando historias a través del samba”, apostilla apurando nuestra conversación. “Porque, al final, la música es eso: una forma de unir a las personas, de transmitir esperanza, de celebrar la vida. Y yo, Marta Santamaría, seguiré haciéndolo mientras me quede voz”.
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