Teherán, interior noche
Mi postre favorito | Crítica
La ficha
**** 'Mi postre favorito'. Drama, Irán-Fra-Sue-Ale, 2024, 97 min. Dirección y guion: Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha. Fotografía: Mohammad Haddadi. Música: Henrik Nagy. Intérpretes: Lili Farhadpour, Esmaeel Mehrabi, Mohammad Heidari.
A la espera del nuevo filme (Un simple accidente) de Jafar Panahi ganador de la última Palma de Oro, y tras los excesos alegóricos de La semilla de la higuera sagrada de Mohammad Rasoulof, una película pequeña, modesta y sigilosa como Mi postre favorito se nos antoja como la mejor muestra de esa mirada a un tiempo política, íntima y profundamente conocedora de la condición humana que ilumina cierta veta del cine iraní contemporáneo.
Su historia es la de una mujer viuda que vive sola en su hermosa casa con jardín en un barrio de Teherán, una mujer que pasa sus días entre vídeo-llamadas a su hija, reuniones con otras amigas con las que comparte inquietudes y confidencias y pequeñas salidas a la calle para hacer la compra. Animada por una de esas charlas entre mujeres, nuestra protagonista decide al fin tomar la iniciativa y salir al encuentro de compañía masculina, desafiando el clima moral de censura y sus propios límites personales. En una de esas salidas, conoce a un amable taxista separado a punto de jubilarse al que invitará a su casa a pasar la velada.
En su retrato íntimo de la vida de una mujer aún viva y decidida, Mi postre favorito va moldeando sutilmente (aunque no siempre, véase la escena en el parque con la policía de la moral) todo un estado social de represión y misoginia desde el contraplano de esa intimidad entendida como refugio y el deseo femenino a la edad madura expresado sin tapujos y con naturalidad. Una extraordinaria Lili Farhadpoure da cuerpo y ritmo a esa melancolía social que despierta, aunque sea momentáneamente y con final inesperado, en esa noche para el recuerdo donde fluyen el vino (prohibido) y los postres caseros entre conversaciones amables, confidencias privadas, canciones, juegos de seducción a la vieja usanza y duchas de agua fría.
Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha (El perdón) se mueven con una misma sutileza, contención y la cadencia justa entre esos espacios privados (el taxi, la casa, el pequeño jardín…) donde aún es posible una pequeña brizna de libertad para los corazones solitarios y valientes.
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