"El monólogo era patrimonio de los grandes; ahora lo hace cualquiera"
Antonia San Juan. Actriz
La intérprete presenta hasta el domingo en el Teatro Quintero un resumen de sus 'grandes éxitos' en el que promete un humor cáustico y una "crítica a todo"
La actriz Antonia San Juan ha recorrido con sus propuestas la geografía española, ha actuado en casi todos los países de habla hispana y ha conquistado a los espectadores de Italia, Portugal o Estados Unidos. Sin embargo, nunca hasta ahora se había subido a un escenario de Sevilla. "No fue porque no lo intentáramos", confiesa, "pero los programadores no querían nada moderno. Nos decían: Yo lo veo muy fuerte, a mi público no le gusta eso". Por fin, la intérprete salda esa cuenta pendiente: estará en el Teatro Quintero desde hoy hasta el domingo -todos los días a las 20:30, entradas a 20 euros- con Lo mejor de Antonia San Juan, una recopilación de los fragmentos más destacados de su trayectoria.
-Es la primera vez que actúa ante el público sevillano. Habrá que explicarle un poco qué va a ver...
-Va a ver un espectáculo de teatro. Yo quiero desmarcarme de eso que llaman monólogos, que por la televisión se entiende como un espectáculo blanco, donde se habla siempre en primera persona, que lo que busca es no molestar a nadie y que todo el mundo salga sonriente.
-Y no es el caso de su humor, que es bastante corrosivo.
-Yo no tengo ese afán de quedar bien que es lo que mata a algunos artistas, a los que preocupa demasiado que les digan que qué simpáticos y qué buenos son. Esos luego defraudan, porque los seres humanos están llenos de dobleces.
-Su próximo espectáculo, del que muestra algún avance en este montaje, se titulará Mi lucha. ¿Cuál es la batalla en la que anda?
-Digamos que hay quien va al teatro sólo a reírse y no quiere pensar, y en vez de exigir al artista que le dé todo lo que éste ha leído, prefiere algo soez, simplón, algo en plan pis-caca-culo. Eso no quiere decir que en mi espectáculo no se digan tacos, pero va en otra línea: subyace toda una crítica feroz a las instituciones, familia, religión, a todo.
-Usted soñó con ser actriz viendo en la televisión Estudio 1, y empezó su carrera haciendo teatro clásico en la Facultad de Filología. Pero luego cambió a otros registros.
-Es que Estudio 1 lo hacían Lola Herrera, Ana María Vidal, Marisa Paredes, Julia e Irene Gutiérrez Caba... Ellas fueron quienes me despertaron el interés por la actuación. Y recuerdo una Novela que se llamaba Selma Lagerlöf, con Lola Herrera, y otra sobre Marie Curie, verlas fue definitivo para saber, a los seis años, que a lo que quería dedicarme era a esto. Y sí, como actriz empecé interpretando a Calderón, Lope, Francisco Nieva, Ionesco o Kafka, lo que ocurría es que actuábamos con los ayuntamientos, que tardaban tres meses en pagar cada función, y tenía que buscar algo que me diera dinero rápido y me fui por los bares haciendo los monólogos que Félix Sabroso me escribía.
-Alguna vez se ha quejado de que los monólogos son despreciados por la crítica, pero para un actor pueden ser francamente difíciles.
-Se desprecian porque van asociados a esa cosa de stand-up, de talk show. Pero pueden ser textos que cuentan una historia, con los que haces un trabajo de interpretación, de voz, en los que como actriz buscas salir de ti e interpretar un personaje. El monólogo fue patrimonio de los grandes actores, pero ahora se ha desvirtuado: lo puede hacer un bailarín, un famoso, alguien que va a un reality.
-Para usted, el teatro es el marido fiel, el cine es como un amante inconstante.
-El problema es que aquí en el cine se buscan perfiles: cuando necesita a alguien, un director empieza a hacer pruebas en los institutos. Para que alguien sea actor sólo hace falta que le guste a un director de casting. Y España es bastante cainita con los actores, no es nada fiel. En el teatro no dependes de si eres joven, guapa, gorda o flaca. Ahí es donde se puede ver quién sabe actuar, quién sabe conectar con las emociones. Al teatro sólo pueden acceder unos cuantos, el medio es una criba natural.
-Resumir sus grandes éxitos le habrá llevado a mirar para atrás. ¿Cómo se ha visto?
-He cogido fragmentos de Otras mujeres, de Las que faltaban, y de algunas piezas de la época en que hacía cabaret por los bares. Buscaba que todo tuviese una coherencia, porque enfrentarte a un texto antiguo es como si te pones un traje de los 80, ya no te queda igual. Te sucede algo parecido a cuando ves La casa de la pradera. Te emocionaba mucho cuando eras pequeña, la ves ahora y la encuentras rancia y facha. Vamos, ¡hoy echarías a esa familia de la pradera! [ríe]
-Ha transcurrido ya mucho desde que filmó Todo sobre mi madre. ¿Cómo ve desde la distancia la revolución que supuso aquel filme?
-En enero hace 15 años desde que se rodó. Fue una manera de capitalizar todo el trabajo que había hecho hasta entonces. Era mi cuarta película y seguía haciendo bares. Nada tiene la capacidad de expansión de una obra de Almodóvar, trabajar con él te lleva a la internacionalidad. Ahí está Angelina Jolie, pidiéndole en una alfombra roja que le escriba un papel...
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