Sin clave no hay barroco

Crítica de música 'Josetxu Obregón & Ignacio Prego'

Ignacio Prego y Josetxu Obregón en la prueba de sonido previa a su concierto
Ignacio Prego y Josetxu Obregón en la prueba de sonido previa a su concierto / DS

La ficha

Obregón / Prego

*** XIX Noches en los Jardines del Real Alcázar. Josetxu Obregón, violonchelo barroco; Ignacio Prego, clave. Programa: ‘Bach & Sons’ (obras de Johann Christoph Friedrich Bach, Johann Sebastian Bach y Johann Christian Bach). Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes 29 de junio. Aforo: Casi lleno.

El por tantas cosas admirable ciclo del Alcázar no es ideal para determinados tipos de música, singularmente, las antiguas. Las condiciones de temperatura y humedad perjudican de forma muy evidente a los instrumentos históricos (sobre todo, a los de cuerda) y, más allá de la pérdida inevitable de matices dinámicos, la amplificación no siempre restituye de forma equilibrada su color y su volumen.

Pese a todo, se ha escuchado mucha y muy bien interpretada música antigua en estas noches veraniegas del Alcázar. A partir de ahora, parece que el ciclo va a encontrar problemas añadidos para programar música barroca, pues los claves que se han venido usando en las dieciocho ediciones anteriores ya no están disponibles para el certamen (sus propietarios han decidido dejar de alquilarlos) y el festival ha tenido que recurrir a un pequeño instrumento que no es el más adecuado ni por registro ni por volumen ni por flexibilidad. No le falta encanto a su sonido, como Ignacio Prego mostró en un Minueto con variaciones de Johann Christian Bach tocado con una gracilidad y un control del tempo exquisitos, pero en su interacción con el violonchelo se evidenciaron notables problemas de ajuste y equilibrio.

Tanto en la Sonata de apertura de JCF Bach como en la versión de la Sonata para viola da gamba BWV 1028 de Sebastian, el sonido grueso y oscuro del cello de Obregón no encontró nunca el apoyo adecuado en el timbre leve y descolorido del clave. Acaso el precario e irregular equilibrio acabó provocando interpretaciones planas, poco matizadas de ambas obras. Entre medias, Obregón tocó la Suite para cello nº2 de Bach haciendo énfasis en su carácter sombrío (que tan bien va a su sonido) y jugando con pequeños detalles ornamentales en las repeticiones.

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