El paraíso puede seguir esperando

Alfonso Crespo

21 de octubre 2012 - 05:00

Dirección y adaptación: Tricicle. Guión original: Eric Gedeon. Dirección musical: Manolo Villalta. Escenografía: Paula Bosch. Coreografía: Francesc Abós. Caracterización: Toni Santos. Intérpretes: María Adamuz, Jacobo Dicenta, Dulcinea Juárez, Armando Pita, Edith Salazar, Rubén Yuste. Músico: Marcos Cruz. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Sábado 20 de octubre. Aforo: Tres cuartos.

Más viejos desde Suiza: primero fueron los de La avería del incisivo y parabólico Dürrenmatt, ahora los de Forever Young, una divertida comedia musical que había precocinado el autor, director y compositor Eric Gedeon. El éxito de la obra es fácil de entender: jóvenes y polifacéticos actores que suman a la vis cómica habilidades para interpretar clásicos intemporales (I love rock'n'roll, I got you babe, Smells like teen spirit, Mr. Tambourine man, I will survive...) que enganchan a la audiencia desde el principio. No obstante, este material tiene suerte de haber caído en las experimentadas manos de Tricicle, que le añaden calidad a la puesta en escena a partir del despliegue horizontal de la misma, multiplicando los estímulos para una platea que debe seguir la obra como si de un partido de tenis se tratara, fijando la mirada, intermitentemente, en cada uno de los personajes protagonistas, un variopinto sexteto de ancianos ex actores y ex músicos que están todo el tiempo en escena e interactuando.

El piano de Marcos Cruz, en la esquina izquierda, es a la vez la fuente musical que acompaña el continuum de canciones y el aglutinador que neutraliza y empasta el conjunto de sketches. Hablamos de un viejo conocido del cine mudo al que Tricicle sabe sacar excelente partido. Y es que si Forever Young trasciende la condición de pasatiempos musical es por el alto nivel de muchas de las coreografías de esta sin par tercera edad, que descansan en la mímica sutil y en el medido traslado de unos cuerpos achacosos que, como comentábamos arriba, desabrochan la escena con sus movimientos y hacen convivir en la misma distintos puntos erógenos.

Hay por último en esta comedia que tanto hizo disfrutar al público congregado en el Lope, una determinada deriva salvaje que quizás podría haberse explotado más (o así nos hubiera gustado). Al final acaba por triunfar el humor blanco, pero sólo por los pelos.

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