La intimidad perdida de Sevilla

Los vídeos de Lebrón de finales de los 90 revelan la rapidez con la que hemos perdido el centro

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Una imagen captada de unos de los vídeos de Juan Lebrón.
Una imagen captada de unos de los vídeos de Juan Lebrón. / M. G.

29 de diciembre 2025 - 04:00

El gran Juan Lebrón anda estos días regalando a sus seguidores de las redes sociales unos vídeos sobre la Sevilla urbana de 1998 y 1999. Nos ha dejado esos obsequios a los pies del árbol de la memoria, con los lazos dorados de una realidad todavía fresca y el celofán de un ayer proyectado en color, nada de nostalgias en tono sepia. Ayer, fue ayer mismo cuando la ciudad gozaba de las ventajas de haber sido sede de la Exposición Universal y de un concepto de intimidad que se ha evaporado. Se aprecian los negocios locales perdidos (Café Madrid, Llorens, Joyería Muñoz, Izquierdo Benito, Ignacio Pérez...) o la espontaneidad de los clientes de las cervecerías de los soportales del Salvador. Ahora hay que contratar campañas en televisión en la que los andaluces pedimos a los turistas que no nos abandonen, pero que sean educados. "El trato andaluz" se llama. Hace pocos años Sevilla tenía viajeros, siempre los tuvo, pero no en cantidades masivas ni depredadoras. En esos años no todo era "precioso", como se califica cualquier novedad cuando se carece de criterio, pues los autobuses naranjas afeaban el paisaje urbano, las vallas municipales de color amarillo eran antiestéticas, la Alameda todavía era una zona muy degradada (aunque su rehabilitación se pudo haber logrado de otra forma), la contaminación ennegrecía y erosionaba la fachada occidental de la Catedral, y calles como O'Donnell o Asunción eran un sufrimiento para el peatón. Hay muchos aspectos en los que Sevilla ha mejorado, pero coincidiremos en que se nos expulsa continuamente del centro histórico. En los vídeos de Lebrón se aprecia esa intimidad perdida.

Las imágenes son una invitación a la reflexión sobre la evolución de la ciudad. ¿Hemos cambiado a mejor en los últimos 25 años? Hoy sufrimos los efectos de una pandemia que ha modificado muchos de nuestros hábitos cotidianos, pero entonces se arrastraban las consecuencias de la depresión posterior a los fastos del 92. Cada tiempo tiene sus retos. El centro de la ciudad, el salón principal de este hogar llamado Sevilla, ha experimentado modificaciones sustanciales que provocan una pérdida de los vecinos, tanto de los residentes directos como de los que tenían la costumbre de acudir dos, tres o cuatro veces a la semana a su casco antiguo. Llama la atención la velocidad con la que todo ha ocurrido, delante de nuestras narices, sin apenas resistencia, ni capacidad para retener valores que se consideraban esenciales. Tal vez asistimos a la pérdida del centro como aquellos sevillanos vieron derribar la antigua y monumental Parroquia de San Miguel en 1868, o caer tantas casas palacio en los años de la piqueta durante el franquismo, inmuebles que otorgaban sello y personalidad a la ciudad. En silencio, acomodados en la indolencia, prestos a instalarnos en la queja pasiva. Nos han conquistado silenciosamente. Se ve en los vídeos de Lebrón. Son de ayer, en color, con gran calidad. No son un producto para la nostalgia improductiva, son un mazazo.

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